MEDITACIÓN MATUTINA: JUEVES DE LA TERCERA SEMANA DE ADVIENTO

Meditación matutina: Consideraciones sobre el Estado religioso - IX

     Considera que para llegar a ser Santo es necesario tener un gran deseo de santidad.
     Ningún santo ha llegado a serlo sin tener un gran deseo de santidad. Como las alas son necesarias para volar, así los deseos santos son necesarios al alma para avanzar en el camino de la perfección. Mi corazón está listo, oh Dios, ¡mi corazón está listo! Dime lo que deseas de mí. Te obedeceré en todo.

Meditación I:
     Los deseos santos son necesarios al alma para avanzar en el camino de la perfección. Para llegar a ser Santo debemos desprendernos de las criaturas, vencer nuestras pasiones, superarnos a nosotros mismos y amar las cruces. Pero para hacer todo esto se requiere mucha fuerza y debemos sufrir mucho.
     Pero, ¿cuál es el efecto de este santo deseo? San Lorenzo Justiniano responde: "Proporciona fuerza, y hace que el dolor sea más fácil de soportar". De ahí que el mismo Santo añada que ya ha vencido quien tiene un gran deseo de vencer. "Gran parte de la victoria es el deseo de vencer". Quien desea alcanzar la cima de una alta montaña, nunca la alcanzará si no tiene el deseo de hacerlo. Esto le dará valor y fuerza para soportar la fatiga de la ascensión; de lo contrario, se detendrá al pie, cansado y desanimado.
     San Bernardo afirma que adquirimos la perfección en proporción al deseo de ella que conservamos en el corazón. Santa Teresa decía que Dios ama a las almas generosas que tienen grandes deseos; por lo que la Santa exhortaba a todos diciendo: "Que nuestros pensamientos sean altos, pues de ahí vendrá nuestro bien. No debemos tener deseos débiles, sino tener confianza en Dios, por la cual, poco a poco, alcanzaremos aquella perfección a que, por la gracia de Dios, llegaron los Santos." Fue así como los Santos alcanzaron, en poco tiempo, un gran grado de perfección, y pudieron hacer grandes cosas por Dios: Siendo hecho perfecto en un corto espacio, cumplió mucho tiempo. - (Sab. iv., 13). San Luis Gonzaga alcanzó en pocos años (sólo tenía veintitrés cuando murió) tal grado de santidad que Santa María Magdalena de Pazzi, contemplándolo en espíritu en el Cielo, dijo que le parecía, en cierto modo, que no había santo en el Cielo que gozara de mayor gloria que Luis. Ella comprendió al mismo tiempo que él había llegado a tan alto grado por el gran deseo que tenía de amar a Dios tanto como Él merecía, y que, viendo esto más allá de su poder, el santo joven había sufrido en la tierra un martirio de amor.
     ¡He aquí, oh Dios mío! Aquí estoy. Mi corazón está listo, oh Dios, mi corazón está listo. - (Sal. lvi., 8). Mira, estoy dispuesto a hacer todo lo que me pidas. Señor, ¿qué quieres que haga? - (Hechos ix., 6). Dime lo que deseas de mí. Te obedeceré en todo. Siento haber perdido tanto tiempo en el que podría haberte complacido, y no lo he hecho. Te agradezco que aún me des tiempo para hacerlo. Oh no, no perderé más tiempo. Quiero y deseo hacerme santo, no para obtener de Ti mayor gloria y más delicias. Lo deseo para amarte más y para agradarte en esta vida y en la otra.

     Encontrará meditaciones y lecturas para otros días del año en el Meditaciones diarias de este sitio web.

es_ES