Meditación matutina: La salvación del Señor
Y toda carne verá la salvación de Dios. - (Evangelio del domingo. Lucas. iii., 1-6).
El Salvador del mundo, a quien, según el profeta Isaías, los hombres iban a ver un día en la tierra... y toda carne verá la salvación de Dios - ha venido. Y vino a la tierra, dice San Agustín, para que los hombres supieran cuánto los ama Dios. ¿Y cómo es, oh mi querido Jesús, que encuentras tanta ingratitud en la mayoría de los hombres?
Meditación I:
Adán, nuestro primer padre, peca y es condenado a la muerte eterna junto con toda su posteridad. Viendo a toda la raza humana condenada a la perdición, Dios resolvió enviar un Redentor para salvar a la humanidad. ¿Quién vendrá a ser la salvación del hombre? ¿Acaso un ángel o un serafín? No, el Hijo de Dios, el Dios supremo y verdadero, igual al Padre, se ofrece para venir a la tierra, y allí tomar carne humana y morir por la salvación de los hombres. ¡Oh prodigio del amor divino! El hombre, dice San Fulgencio, desprecia a Dios y se separa de Dios, y por amor a él viene Dios a la tierra a buscar al hombre rebelde. Ya que no quisimos ir a nuestro Médico, Él se dignó venir a nosotros, dice San Agustín. ¿Y por qué se dignó Jesús venir a nosotros? Cristo vino, dice el mismo santo Doctor, para que el hombre conociese cuánto le ama Dios.
De ahí que el Apóstol escriba: Apareció la bondad y la amabilidad de Dios, nuestro Salvador. - (Tit. iii., 4). Apareció el singular amor de Dios hacia los hombres, como dice el texto griego. ¿Y qué mayor amor y bondad podría mostrarnos el Hijo de Dios que hacerse Hombre y gusano como nosotros, para salvarnos de la perdición? ¡Qué asombro no sentiríamos si viéramos a un príncipe hacerse gusano para salvar a los gusanos de su reino! ¡Y qué diremos al ver a un Dios hecho Hombre como nosotros para librarnos de la muerte eterna! El Verbo se hizo carne. - (Jo. i., 14). ¡Un Dios hecho carne! Si la Fe no nos lo asegurara, ¿quién podría creerlo?
Oh mi dulce, amable y santo Niño, no sabes qué más hacer para hacerte amar de los hombres. Basta decir que, de Hijo de Dios, fuiste hecho Hijo del hombre, y que elegiste nacer entre los hombres como los demás niños, sólo que más pobre y más miserablemente alojado que los demás, eligiendo un establo por morada, un pesebre por cuna, un poco de paja por lecho. Y, sin embargo, ¡son pocos los que Te conocen! Pocos son los que Te aman.
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