
Queridos fieles y amigos:
El misterio de la encarnación de la Divinidad, Su nacimiento en la fragilidad de nuestra carne mortal y Su disposición a compartir con nosotros los trabajos de esta vida es, sin duda, el ejemplo más admirable a través del cual Dios nos mostró que con la ayuda de Su guía paternal es posible superar las dificultades de nuestra peregrinación por este mundo.
Pero no sólo fue maravillosa en sí misma esa voluntad del Todopoderoso de venir a morar con nosotros, sino que también fue sobrecogedora la forma en que decidió hacerlo. Si vamos al Libro del Génesis, podemos leer: "Y cuando oyeron la Voz del Señor Dios que se paseaba por el paraíso al aire de la tarde, Adán y su mujer se escondieron del rostro del Señor Dios, en medio de los árboles del paraíso. Y el Señor Dios llamó a Adán y le dijo ¿Dónde estás? Y él respondió: Oí tu Voz en el paraíso; y tuve miedo, y me escondí ."
Desde entonces, los pasos de la Palabra de Dios causan temor en los seres humanos. Profetas y Reyes temblaban ante cada teofanía, y esto siempre... siempre... hasta el extraordinario momento en que el Señor decidió nacer como un humilde niño en un pesebre de Belén. Vino al encuentro de los hijos de Adán, no caminando con pasos pesados, sino gateando como un bebé, y un bebé bautizado no con un nombre asombroso, sino con un nombre que revelaba sutilmente la voluntad de Dios: Su voluntad de salvar y traer esperanza a la humanidad.
Por eso decía San Alfonso: "Cristo podría haber aparecido en la tierra como un hombre adulto, como apareció el primer hombre, Adán. Pero el Hijo de Dios quiso presentarse bajo la forma de un dulce Niño, para atraer así más fácilmente y con más fuerza el amor de los hombres". "
Queridos hermanos y hermanas... ¡gran alegría es ésta! El Verbo de Dios, que caminó con Adán en el Paraíso, vino a nuestro encuentro para salvarnos.
Él era la luz que brillaba en la estrella, Él era el Pastor que velaba por nosotros, Él era la Sabiduría por la que los Magos cruzaron el desierto. Él es la paz que el mundo necesita; el Salvador para que podamos vivir. Él es nuestro regalo.
Hoy, en este mundo, parece estar solo en la oscuridad. No le abandonemos: Él es el motivo de nuestra celebración.
Que Cristo, la Santísima Virgen María y San José bendigan y acompañen a nuestras familias, y sean para nosotros fuente perenne de paz.
¡Feliz Navidad!
Queridos fieles y amigos:
El misterio de la encarnación de la Divinidad, su nacimiento en la fragilidad de la carne mortal y su voluntad de compartir con nosotros los trabajos de esta vida es, sin duda, el ejemplo más admirable por medio del cual Dios nos mostró que con la ayuda de su guía paternal es posible vencer las dificultades de nuestro peregrinar por este mundo.
Pero no siendo ya de por si tan maravillosa esa voluntad del Altísimo de venir a morar con nosotros, fue además sobrecogedora la manera en que decidió hacerlo. Si vamos al libro del Génesis, allí podemos leer: "Y cuando oyeron en el aire de la tarde la Voz del Señor Dios que caminaba en el paraíso, Adán y su esposa se escondieron del rostro del Señor Dios, en medio de los árboles del paraíso. Y el Señor Dios llamó a Adán y le dijo: ¿Dónde estás? Y él respondió: Escuché tu Voz caminando en el paraíso; y tuve miedo, y me escondí ".
Es desde entonces que los pasos del Verbo de Dios causan temor en el ser humano. Profetas y Reyes temblaron ante cada teofanía, y esto fue siempre... siempre... hasta el extraordinario momento en que el Señor decidió nacer como un niño humilde en un pesebre en Belén. Él vino al encuentro de los hijos de Adán, no caminando con pasos fuertes, sino gateando como un bebé, y un bebé llamado no con un nombre asombroso, sino con un nombre que revelaba sutilmente la voluntad de Dios. Su voluntad de salvar y traer esperanza a la humanidad.
Es por ello que San Alfonso decía: "En efecto, Cristo hubiera podido aparecer en esta tierra como un hombre adulto, como apareció el primer hombre, Adán. Pero el Hijo de Dios quiso presentarse bajo la forma de un dulce Niño, para atraer así más fácilmente y con más fuerza hacia Sí el amor de los hombres ."
¡Queridos hermanos... gran alegría es esta! El Verbo de Dios, que caminaba con Adán en el Paraíso vino a nuestro encuentro para salvarnos.
Él era la luz que brillaba desde la estrella, Él era el Pastor que nos protegía, Él era la Sabiduría por quien los Magos cruzaron el desierto. Él es la paz que el mundo necesita. El Salvador para que pudiésemos vivir. Él es nuestro regalo.
Hoy, en este mundo, Él parece estar solo en la oscuridad, no le dejemos también nosotros abandonado: Él es la razón de nuestra celebración.
Que Cristo, María Santísima y San José bendigan y acompañen a nuestras familias y sean para nosotros perenne fuente de paz.
¡Feliz Navidad!