Cada día del mes de mayo, publicaremos oraciones y meditaciones en honor de la Santísima Virgen María bajo sus diversos títulos. Comenzamos con la de San Alfonso de Ligorio Meditaciones sobre las letanías de Loreto, que consta de nueve series de 3 meditaciones cada una.
Meditaciones sobre las letanías de Loreto
IX-1. Consolatrix afflictorum. "Consoladora de los afligidos". - San Germán dice: "Oh María, ¿quién, después de tu Hijo, es tan solícita por todo el género humano como tú? ¿Quién nos protege en nuestras pruebas como tú?". ¿Quién, oh María, vela por nuestros intereses como tú? ¿Quién es tan solícito como tú por nosotros en nuestras aflicciones? "No", responde San Antonino; "no se puede encontrar ningún santo que nos compadezca en nuestras miserias como lo hace esta tiernísima Laica, la Santísima Virgen María". Y como las miserias que más nos afligen son los desórdenes del alma, el Beato Enrique Suso llama a María "la más fiel consoladora de los pecadores." Basta mostrar a María las llagas de nuestras almas, y ella inmediatamente nos ayuda con sus oraciones, y nos consuela. Más aún, como escribe Ricardo de San Víctor, su compasión se anticipa a nuestras necesidades y nos alivia antes de que la invoquemos. Digamos, pues, con San Buenaventura: "Oh María, consuélanos siempre, pero especialmente en la hora de nuestra muerte: ven en esa última hora y recibe nuestras almas, y preséntatelas a tu Hijo, que nos juzgará".
IX-2. Auxilium Christianorum. "Auxilio de los cristianos". - San Juan Damasceno llama a María "la ayuda preparada y siempre dispuesta de los cristianos, por la que se libran de los peligros." La ayuda de María es, como escribe San Cosme de Jerusalén, "todopoderosa para librarnos del pecado y del infierno." San Bernardo, dirigiéndose a María, dice: "Tú eres una guerrera invencible en defensa de tus siervos, luchando contra los demonios que los asaltan." Por eso se la llama ejército en los sagrados Cánticos: Tú eres... terrible como un ejército en formación.. - (Cant. vi., 3).
Ah, Reina mía, si siempre hubiera recurrido a ti, nunca habría sido vencido por mis enemigos; en adelante tú serás mi fuerza: en mis tentaciones siempre recurriré a ti; de ti espero la victoria.
IX-3. Regina Martyrum. "Reina de los Mártires". - Con razón se llama a María Reina de los Mártires, pues su martirio en la muerte de su Hijo en la Cruz superó los sufrimientos de todos los mártires. Junto a la cruz de Jesús, su madre. - (Juan xix., 25). Las madres huyen de sus hijos cuando los ven morir y no pueden ayudarlos. María no huyó, sino que permaneció junto a Jesús hasta que lo vio expirar. Ella junto a la cruzY mientras Jesús agonizaba, ella ofreció la vida de su Hijo al Padre Eterno por nuestra salvación; pero al hacerlo, ella también sufrió una agonía y experimentó un tormento mayor que cualquier muerte.
Oh Madre mía afligida, ten la bondad, por el mérito de los dolores que sufriste al pie de la Cruz, de obtenerme el verdadero dolor de mis pecados, y el amor a Jesús mi Redentor; y por la espada que traspasó tu corazón cuando le viste inclinar la cabeza y expirar, te suplico que me ayudes en la hora de mi muerte, y entonces me obtengas la salvación eterna, para que pueda amarte con tu Jesús para siempre.
VIII-1. Stella matutina. "Estrella de la mañana". - San Juan Damasceno llama a María "la Estrella que indica la salida del sol". Como la estrella de la mañana precede al sol, así la devoción hacia la Santísima Virgen precede al sol de la gracia divina; pues San Germano dice que "la devoción en un alma hacia María es señal o de que ya está en estado de gracia, o de que muy pronto lo estará." La Iglesia llama también a Nuestra Señora "Estrella del Mar"; pues, como explica Santo Tomás, "como los marineros, en tiempo tempestuoso, son guiados por la estrella del mar a puerto, así las almas son guiadas por María sobre el mar de este mundo al Paraíso." De ahí que San Bernardo nos advierta diciendo: "Si no queréis perderos en la tempestad de las tentaciones, no apartéis vuestros ojos de esta estrella de salvación." Y continúa: "Si seguís a María, no os extraviaréis; si María os protege, no podréis temer perderos; si María os favorece, llegaréis al Paraíso."
VIII-2. Salus infirmorum. "Salud de los débiles". - María es llamada por San Simón Stock, "la medicina de los pecadores"; y por San Efrén, no sólo medicina, sino la salud misma: "Salud robusta para los que recurren a ella". Por eso, quien recurre a María no sólo encuentra en ella un remedio, sino la salud misma; y esto lo promete ella misma a todos los que la buscan: El que me encuentre, encontrará la vida y tendrá la salvación del Señor.. - (Prov. viii., 35). Tampoco temamos que, por el mal olor de nuestras heridas, se niegue a cuidarnos: es nuestra Madre; y como una madre no rehúsa curar la herida de su hijo, tampoco esta celestial médica se niega a oír a los siervos que recurren a ella. Por eso dice San Bernardo: "Oh, por repugnante que sea: si te envía sus suspiros, con tu propia mano lo librarás de la desesperación".
VIII-3. Refugium peccatorum. "Refugio de los pecadores". -Así llama a María san Germán; dice: "Ella es el refugio siempre dispuesto de los pecadores". Sí, de todos los pecadores; pues, como dice el abad de Celles, "no puede despreciar a ningún pecador, sino que a todos recibe y a todos acoge en el momento en que recurren a ella." De ahí que San Juan Damasceno afirme que María no sólo es el refugio de los inocentes, sino también de los malvados, que imploran su protección: "Soy ciudad de refugio para todos los que vuelan a mí". Por eso San Buenaventura le dice: "Abrazas con afecto maternal a un pecador que incluso es despreciado por todo el mundo, y no dejas de abrazarlo hasta que lo has reconciliado con su juez". Con esto el santo nos da a entender, que un pecador siendo odiado por Dios es también odioso y abominable para todas las criaturas; pero si recurre a María, refugio de los pecadores, no sólo no lo desprecia, sino que lo abraza con afecto, y no lo abandona hasta que su Hijo Jesucristo, que es nuestro Juez, lo haya perdonado.
Puesto que, pues, oh Señora mía, tú eres el refugio de todos los pecadores, tú eres también mi refugio. Tú, que no desprecias a nadie que recurre a ti, no me desprecies a mí, que me encomiendo a ti: "Refugio de los pecadores, ruega por nosotros". Oh María, ruega por nosotros y sálvanos.
VII-1. Domus aurea. "Casa de Oro". - El oro es símbolo de amor. Por eso el Beato Alberto Magno llama a María "templo de oro de la caridad". Y con razón; pues Santo Tomás dice que "como todo en el templo estaba cubierto de oro, así todo en la hermosa alma de María estaba lleno de santidad." María fue la casa de oro que la Sabiduría Eterna, es decir, el Verbo divino, eligió para su morada en la tierra: La sabiduría se ha construido una casa. - (Prov. ix., 1). "Esta Casa de Dios", dice Ricardo de San Lorenzo, "es tan rica que puede aliviar todas nuestras necesidades".
Oh María, tú amas tanto a Dios, y por eso deseas verlo amado por todos. Esta es la gracia que sobre todas las demás te pido, y que espero de ti; alcánzame un gran amor a Dios.
VII-2. Faederis arca. "Arca de la Alianza". - Hesiquio llama a María "un arca más espaciosa que la de Noé"; pues en el arca de Noé sólo se acogían dos animales de cada especie, pero bajo el manto de María encuentran lugar justos y pecadores. Esto le fue revelado un día a Santa Gertrudis, pues vio una multitud de fieras, leones, leopardos y similares, que se refugiaban bajo el manto de María; y ella no sólo no los ahuyentaba, sino que con sus manos benignas los acariciaba para que no huyeran. Los animales que entraron en el arca siguieron siendo animales; pero los pecadores que son acogidos bajo el manto de María no siguen siendo pecadores. Ella está segura de cambiar sus corazones y de hacerlos agradables a Dios. La misma Santísima Virgen dijo a Santa Brígida: "Por mucho que haya pecado un hombre, si vuelve a mí con verdadero propósito de enmienda, estoy dispuesta a recibirlo en seguida; ni me fijo en los pecados con que está cargado, sino sólo en la buena disposición con que viene; y entonces no desdeño ungir y curar sus heridas, porque me llaman y soy verdaderamente la Madre de la Misericordia".
Oh Madre de Misericordia, te diré entonces, con palabras de San Bernardo: "Acuérdate de que no se ha oído decir en ninguna época, que algún pecador que haya recurrido a ti, haya sido rechazado por ti". Yo, miserable pecador, recurro a ti y confío en ti.
VII-3. Janua coeli. "Puerta del Cielo". - María es llamada la "Puerta del Cielo", porque, como declara San Buenaventura, "nadie puede entrar en el cielo si no es por María, como por una puerta." Nuestra Reina dice, Mi poder está en Jerusalén. - (Ecclus. xxiv., 15). Ricardo de San Lorenzo añade: "Ordeno lo que quiero e introduzco a quien quiero. Puedo obtener lo que me plazca para mis clientes e introducir en el paraíso a quien me plazca". De ahí que San Buenaventura escriba que "los que gozan del favor de María son reconocidos por los ciudadanos del cielo; y los que llevan su sello, es decir, tienen la gracia de ser sus servidores, son inscritos en el Libro de la Vida." Por esta razón, Bernardino de Bustis llama a María "el Libro de la Vida", y dice que quien, por esta devoción, está inscrito en este libro, tiene la certeza de salvarse.
Ah, Madre mía, en ti reposo mi esperanza de salvación eterna. Yo te amo; sálvame tú; no permitas nunca que un siervo tuyo que te ama vaya a blasfemarte al infierno.
VI-1. Rosa mística. "Rosa mística". - De María se dice en los sagrados Cánticos, que era el Jardín cerrado de Dios, Mi hermana, mi esposa, es un jardín cerrado. - (Cant. iv., 12). San Bernardo escribe, "que nuestro Señor plantó en este jardín todas las flores que adornan la Iglesia; y entre otras la violeta de la humildad, el lirio de la pureza, y la rosa de la caridad." "Una rosa es roja, y de color ardiente -dice el beato Raimundo Jordano-, que denota el amor a Dios y al prójimo; por eso, a causa del ardiente amor con que el corazón de María estaba siempre inflamado hacia Dios y hacia nosotros, se la llama rosa". ¿Y dónde podemos encontrar un abogado que sea más ferviente en el asunto de nuestra salvación, o que nos ame más que María? "Reconocemos", dice de ella San Agustín, "que sólo una es solícita por nosotros en el cielo".
Madre mía, ¡ojalá pudiera amarte como tú me amas! Sin embargo, no dejaré de hacer cuanto pueda para honrarte y amarte. Mi dulcísima Señora, obtén para mí la gracia de serte fiel.
VI-2. Turris Davidica. "Torre de David". - María es llamada en los Cánticos sagrados la Torre de David: Tu cuello es como la torre de David; mil escudos cuelgan de él; toda la armadura de los valientes.. - (Cant. iv., 4). San Bernardino dice que la torre de David estaba en lo alto, es decir, en Sión; por eso María es llamada la Torre de David, para denotar la altura de la perfección de esta gran criatura: "Como Sión era un lugar muy elevado, así la Santísima Virgen era excelsísima". Por eso se dice de María en los Salmos que el principio mismo de su santidad fue más excelso que los montes: Sus cimientos están en los montes santos. - (Sal. lxxxvi., 1). San Gregorio lo explica en el sentido de que la Madre divina fue más santa en el primer momento de su vida que cualquiera de los santos en el momento de su muerte.
Ah, mi Reina y Madre, me regocijo en tu grandeza, y estoy dispuesta a sacrificar mi vida antes de que tu gloria disminuya en lo más mínimo, si tal cosa fuera posible. Ojalá pudiera, derramando hasta la última gota de mi sangre, hacer que todas las naciones de la tierra te adoraran y amaran como la gran Señora que eres.
VI-3. Turris eburnea. "Torre de Marfil". - Así se llama también a María El cuello es como una torre de marfil. - (Cant vii., 4). María es llamada cuello, porque es el cuello místico a través del cual los espíritus vitales, es decir, la ayuda divina que conserva en nosotros la vida de la gracia, se transmiten de Jesucristo Cabeza a nosotros los fieles, miembros del cuerpo místico de la Iglesia. San Bernardino dice: "Las gracias vivificantes fluyen de Cristo Cabeza, a través de la Santísima Virgen, a su cuerpo místico". El santo añade a continuación, "que desde el momento en que María concibió al Verbo Encarnado, recibió de Dios el gran honor de que nadie recibiera gracia alguna más que a través de sus manos". En fin, el marfil es muy estimado y es fuerte. De ahí que el abad Ruperto escriba de María, "que como una torre de marfil es amada por Dios, y terrible para el diablo".
Entonces, oh mi soberana Señora, porque eres tan amada de Dios, puedes obtenernos toda gracia; porque eres terrible para los malos espíritus, puedes librarnos de todas sus asechanzas. Ten piedad de nosotros, que nos gloriamos de vivir bajo tu protección.
V-1. Virgo fidelis. "Virgen fidelísima". - Dichoso el que, con sus oraciones, vela junto a la puerta de María, como los pobres esperan a la puerta de los ricos para obtener alivio. Bendito sea el hombre, dice Mary, que me oye, y que vela cada día a mis puertas. - (Prov. viii., 34). ¡Ojalá fuéramos tan fieles en servir a esta Madre divina como ella es fiel en aliviarnos cuando le rezamos! María promete que todos los que la sirvan y la honren quedarán libres de pecado y obtendrán la vida eterna: Los que obran por mí no pecarán. Los que me expliquen tendrán vida eterna. - (Ecl. xxiv., 30). Invita a todos a recurrir a ella y les promete todas las gracias que deseen: En mí está toda la gracia del camino y de la verdad; en mí toda la esperanza de vida y de virtud; venid a mí todos los que me deseáis.. - (Ecl. xxiv., 25). San Lorenzo Justiniano aplica a María aquel otro texto del Eclesiástico, sus ataduras son una atadura saludable; y luego añade: "por eso las ataduras, si no es para atar a sus siervos, para que no se extravíen en los campos del pecado". María ata a sus siervos para que no se den demasiada libertad, lo que causaría su ruina.
Oh Madre de Dios, en ti pongo toda mi confianza; tú debes preservarme de caer más en el pecado. Señora mía, no me abandones, consígueme la gracia de morir antes que perder la gracia de Dios.
V-2. Causa nostrae laetitiae. "Causa de nuestra alegría". - Como la aurora es causa de alegría, después de las tinieblas y oscuridad de la noche, así el nacimiento de María, que es nuestra aurora, fue causa de alegría para el mundo, que, antes de la venida de Jesucristo, había estado, durante cuatro mil años, sumido en las tinieblas del pecado. Un santo Padre dice: "que en el nacimiento de María apareció la aurora". La aurora en la precursora del sol, y María fue la precursora del Verbo encarnado, el Sol de justicia, el Redentor, que, con su muerte, nos libró de la muerte eterna. Con razón canta la Iglesia, en la Natividad de María. "Tu nacimiento, Santa Madre de Dios, anunció la alegría al mundo entero". Y como María fue el principio de nuestra alegría, así es también su consumación; pues dice San Bernardo, "que Jesucristo depositó todo el precio de nuestra redención en las manos de María; para que toda gracia que recibamos, la recibamos de ella."
Oh Madre de Dios, tú eres mi alegría y mi esperanza, pues a nadie niegas tus gracias y obtienes de Dios todo lo que quieres.
V-3. Vas insigne devotionis. "Vaso de Devoción Singular". - La devoción, como enseña Santo Tomás, consiste en la prontitud con que nuestra voluntad se conforma a la voluntad de Dios. Esta fue la principal virtud que hizo a su Santísima Madre tan querida por Dios. Este fue también el significado de la respuesta que nuestro Señor dio a la mujer que llamó bendito al vientre que lo llevó: Antes bien, bienaventurados los que oyen la palabra de Dios y la guardan. - (Lucas xi., 28). Con esto, según el Venerable Bede, nuestro Señor quería decir que María era más bienaventurada por la unión de su voluntad con la de Dios que por ser su Madre. Esa flor que siempre se vuelve hacia el sol es un tipo real de María. Sólo la voluntad divina era el fin y la satisfacción del corazón de María, como ella misma proclamó, Mi espíritu se ha regocijado en Dios mi Salvador. - (Lucas i., 47).
Bendita seas, Señora mía, que estuviste siempre y en todo unida a la voluntad divina. Alcánzame la gracia de pasar el resto de mi vida en constante conformidad con la voluntad de Dios.
IV-1. Virgo praedicanda. "Virgen muy renombrada". - La Santa Iglesia proclama que esta divina Madre es "dignísima de toda alabanza"; pues, como dice San Ildefonso, "toda alabanza que se tributa a la Madre redunda en honor del Hijo". Con razón, pues, declaró San Jorge de Nicomedia, "que Dios acepta las alabanzas que se prodigan a María, como si se las prodigara a Sí mismo". La Santísima Virgen promete el Paraíso a quien se esfuerza por hacerla conocer y amar: los que me expliquen tendrán vida eterna. - (Ecclus. xxiv., 31). Por eso, Ricardo de San Lorenzo escribe que "todos los que la honran en este mundo serán honrados por ella en el otro". San Anselmo dice: "que así como María, al convertirse en Madre de Dios fue el medio de salvación de los pecadores, así también los pecadores se salvan proclamando sus alabanzas." Todos no pueden ser predicadores, pero todos pueden alabarla, y hablar a los parientes y amigos en conversación familiar de los méritos de María, de sus poderes y misericordia, y así llevarlos a la devoción hacia esta divina Madre.
Oh Reina del Cielo, de ahora en adelante estoy decidido a hacer todo lo que pueda para que seas venerada y amada por todos. Acepta mi deseo y ayúdame a cumplirlo; mientras tanto, inscríbeme en el número de tus siervos y no permitas que vuelva a ser esclavo de Lucifer.
IV-2. Virgo potens. "Virgen poderosísima". - ¿Y quién entre los santos es tan poderosa con Dios como su santísima Madre? Ella obtiene todo lo que quiere. "Tú quieres", dice San Bernardo, "y todo se hace". San Pedro Damián dice incluso que "cuando María pide gracias a Dios, no las pide, sino que, por decirlo así, las ordena, pues su Hijo la honra no negándole nada". Así honra el Hijo a su amada Madre concediéndole cuanto pide, incluso en favor de los pecadores. De ahí que San Germán diga: "Tú, oh Madre de Dios, eres omnipotente para salvar a los pecadores, y no necesitas otra recomendación con Dios, pues eres la Madre de la verdadera vida".
Oh María, tú puedes hacerme santo; confío en ti.
IV-3. Virgo clemens. "Virgen Misericordiosísima". - María es tan clemente y misericordiosa con los que recurren a su intercesión como poderosa con Dios. San Bernardo dice: "que como a María no le puede faltar el poder de salvarnos, por ser la Madre de Dios, tampoco le puede faltar la voluntad, porque es nuestra Madre." ¿Quién hay que haya recurrido alguna vez a María y haya sido abandonado? "Que cese de alabar tu misericordia", dice el mismo San Bernardo, "quien recuerde haberte invocado alguna vez sin haber sido benignamente escuchado." San Buenaventura escribe: "que María tiene tan gran deseo de ser invocada por nosotros, para que nos dispense sus favores con mayor abundancia, que no sólo se ofende de los que hablan mal de Ella, sino también de los que descuidan pedirle gracias. Así, para obtener su ayuda, no estamos obligados a rezar mucho a esta Madre de misericordia; basta con pedirla con confianza. "Su misericordia", dice Ricardo de San Víctor, "viene en nuestra ayuda antes de que la invoquemos": y nos dice por qué. "Es porque ella no puede conocer y ver nuestras miserias sin aliviarlas".
Mira, pues, oh María, mira mis miserias y ayúdame. "Virgen misericordiosísima, ruega por nosotros".
III-1. Mater amabilis. "Madre amabilísima". - Ricardo de San Lorenzo dice: "que María era amable a los ojos del mismo Dios". María era tan hermosa a los ojos de Dios que Él estaba enamorado de su belleza. ¡Qué hermosa eres, mi amor! ¡Qué hermosa eres! - (Cant. iv., 1). De ahí que la llamara Su única paloma, Su única perfecta: Una es mi paloma; mi perfecta no es más que una. - (Cant. vi., 8). "Es cierto", como dice el padre Suárez, "que Dios amó a María más que a todos los demás santos juntos; y con razón; porque sólo ella amó a Dios más que todos los hombres, y que todos los ángeles le han amado jamás."
Oh bellísima María, oh amabilísima María, tú has conquistado el corazón de Dios; toma también mi pobre corazón y hazme santo. Te amo; en ti confío. "Madre amabilísima, ruega por nosotros".
III-2. Mater salvatoris. "Madre de Nuestro Redentor". - San Buenaventura llama a María "la Mediadora de nuestra salvación"; y San Juan Damasceno "la Salvadora en cierto modo del mundo". Por dos razones María puede ser llamada la Salvadora del mundo y nuestra Mediadora; es decir, la mediadora de la gracia, como Jesucristo es el mediador de la justicia. En primer lugar, por el consentimiento que dio en la Encarnación del Verbo Eterno; porque por ese consentimiento, dice San Bernardino, "nos procuró la salvación". En segundo lugar, por el consentimiento que María dio a la muerte de su Hijo, en la que expresó su voluntad de que fuera sacrificado en la cruz por nuestra salvación.
Te recuerdo, pues, oh Madre de mi Salvador, que una vez ofreciste a Dios la vida del Hijo; sálvame ahora por tu intercesión.
III-3. Virgo venerada. "Virgen Venerabilísima". - San Anselmo dice, "que cuando decimos que María es la Madre de Dios, hablamos de una dignidad que está por encima de cualquier otra dignidad que pueda ser nombrada o pensada, después de la de Dios;" por eso dice, "Oh Señora, nada te iguala; porque todo está o por encima de ti, y esto es sólo Dios, o por debajo de ti, y esto es todo lo que no es Dios." En fin, San Bernardino escribe, "que sólo Dios puede conocer la grandeza de María". El Beato Alberto Magno dice, "que María no podría estar más estrechamente unida a Dios sin convertirse en Dios." Esta gran Madre de Dios es, pues, realmente digna de nuestra veneración, ya que Dios mismo no podría haberla hecho más grande de lo que la hizo cuando la convirtió en su Madre.
Oh Madre de Dios, Madre mía María, yo te venero, y quisiera que fueras venerada por todos los corazones, como excelsa Señora que eres. Ten piedad de un pobre pecador que te ama y confía en ti. "Virgen veneradísima, ruega por nosotros".
II-1. Mater divinae gratiae. "Madre de la gracia divina". - San Anselmo llama a María "la Madre de todas las gracias"; y el Beato Raimundo Jordano, "la Tesorera de la gracia divina". De ahí que San Bernardino de Siena escriba, que "todos los dones y gracias que recibimos de Dios son dispensados por las manos de María, a quien, cuando y como le place." Esto lo dice ella misma: Conmigo están las riquezas. . . para enriquecer a los que me aman. - (Prov. viii., 18). "Nuestro Señor ha depositado en mis manos todas las riquezas de sus gracias, para que enriquezca a los que me aman".
Entonces, Reina mía, si te amo, ya no seré pobre como soy. Después de Dios, te amo sobre todas las cosas; consígueme mayor ternura y amor por tu bondad. San Buenaventura me dice que todos los que tú quieres se salvan; por eso me dirigiré a ti con el mismo santo: "Oh salvación de todos los que te invocan, sálvame del infierno"; pero antes que nada, sálvame del pecado, que es lo único que puede llevarme al infierno.
II-2. Mater purissima. "Madre Purísima". - Esta Virgen Madre, toda hermosa y pura, hace a todos sus siervos puros y castos. San Ambrosio escribe que, cuando María estaba en la tierra, su sola presencia inspiraba amor a la pureza a todos los que la miraban. La llamaban lirio entre espinas: Como el lirio entre las espinas, así es mi amor entre las hijas. - (Cant. ii., 2). "Todas las demás vírgenes", dice Denis el Cartujo, "eran espinas para sí mismas o para los demás; pero la Santísima Virgen no lo era ni para sí misma ni para los demás, pues inspiraba afectos puros y santos a todos aquellos a quienes miraba." Frigenio, que escribió la vida de Santo Tomás de Aquino, cuenta que era un dicho ordinario del santo que "incluso las imágenes de esta casta tórtola extinguen los deseos sensuales en aquellos que las miran con devoción." El Venerable Juan de Ávila dice, "que muchos que fueron tentados contra la pureza se habían conservado castos por la devoción a nuestra Santísima Señora." ¡Oh, cuán especialmente poderoso es el nombre de María para vencer todas las tentaciones de este vicio!
Oh purísima María, líbrame de ella. Haz que en mis tentaciones recurra siempre a ti y te invoque mientras dure la tentación.
II-3. Mater inviolata. "Madre Inmaculada". - María era esa mujer sin mancha que siempre aparecía hermosa y sin mancha a los ojos de Dios: Eres toda hermosa, oh mi amor, y no hay una mancha en ti. - (Cant. iv., 7). De ahí que fuera hecha la pacificadora de los pecadores, como la llama san Efrén: "¡Salve pacificadora del mundo entero!". Esto también lo dice ella misma en los sagrados Cánticos, Me convierto en Su presencia como quien encuentra la paz. - (Cant. viii., 10). San Gregorio dice: "que si un rebelde se presentara ante su rey ofendido para apaciguarlo, en vez de hacerlo lo provocaría a mayor ira". Por eso, estando María destinada a tratar de la paz entre Dios y los hombres, no convenía que apareciese como pecadora y cómplice del pecado de Adán; y por eso nuestro Señor la preservó de toda mancha.
Ah, mi Reina inmaculada, hermosa paloma y amada de Dios, no desdeñes echar tus ojos sobre las muchas manchas y heridas de mi alma: mírame y compadécete de mí. Dios, que tanto te ama, nada te niega; y tú no sabes rechazar a los que recurren a ti.
Oh María, a ti recurro; ten piedad de mí. "Madre inviolada, ruega por nosotros".
I-1. Santa Maria, ora pro nobis. "Santa María, ruega por nosotros". - Puesto que, en las letanías de la Santísima Virgen, la Iglesia nos enseña a pedir tantas veces a esta buena Madre que ruegue por nosotros, será bueno, antes de meditar en los títulos con que se la invoca, considerar el gran poder que sus oraciones tienen ante Dios. Dichoso aquel por quien María reza. Jesús se alegra cuando su amadísima Madre le reza, para tener el gusto de concederle cuanto le pide. Un día Santa Brígida oyó a Jesús hablar a María y decirle: "Madre mía, bien sabes que no puedo hacer otra cosa que conceder tus oraciones; por tanto, pídeme lo que quieras." Y luego añadió: "Puesto que tú, cuando estabas en la tierra, no me negabas nada, conviene, ahora que estoy en el cielo, que yo no te niegue nada de lo que me pidas." San Bernardo dice: "Ser escuchado por el Hijo es ser escuchado graciosamente". María no tiene más que hablar, y su Hijo le concede todo lo que pide. Roguemos, pues, sin cesar a esta divina Madre, si queremos asegurar nuestra salvación eterna; y dirijámonos a ella con las palabras de San Andrés de Creta:
"Te suplicamos, pues, oh Virgen Santa, que nos concedas la ayuda de tus oraciones ante Dios; oraciones que son más preciosas que todos los tesoros del mundo; oraciones que nos obtengan una grandísima abundancia de gracias; oraciones que confundan a todos los enemigos y triunfen sobre su fuerza."
I-2. Santa María. "Santa María". - El nombre de María es un nombre de salvación. Este nombre no vino de la tierra, sino del cielo: por eso dice San Epifanio que no fue dado a María por sus padres, sino que le fue impuesto por voluntad expresa de Dios. Por eso es que, después del nombre de Jesús, el nombre de María está por encima de cualquier otro nombre; porque Dios lo ha llenado de gracia y dulzura, para que toda bendición pueda ser obtenida por quien lo nombra. San Bernardo dice: "Oh María, no se te puede nombrar sin inflamar de amor por ti el corazón de quien lo hace". El beato Enrique Suso solía exclamar: "Oh María, ¿qué has de ser tú misma, puesto que tu mismo nombre es tan amable y gracioso?". Ese nombre está lleno de bendiciones. San Buenaventura dice que el nombre de María no puede ser invocado sin provecho para quien lo hace. Sobre todo, este nombre tiene poder para vencer las tentaciones del infierno.
Ah, Señora mía, si te hubiera invocado siempre en mis tentaciones, no habría caído. En el futuro no dejaré de invocarte, diciendo: "María, ayúdame; María, socorreme". Y concédeme la gracia de invocarte siempre en tiempo de peligro espiritual.
I-3. Sancta Dei Genitrix. "Santa Madre de Dios". - Si las oraciones de los santos son muy poderosas ante Dios, ¡cuán grande debe ser el poder de las de María! Las primeras son oraciones de siervos, las segundas oraciones de una madre. San Antonino dice que las oraciones de María tienen la fuerza de un mandato ante Jesucristo. De ahí concluye que es imposible que el Hijo no conceda una gracia que la Madre pide. San Bernardo, por tanto, nos exhorta a pedir toda gracia que deseemos a Dios por medio de María. "Busquemos la gracia, y busquémosla por María". ¿Por qué? "Porque es Madre, y siempre es escuchada graciosamente".
Oh gran Madre de Dios, ruega a Jesús por mí. Contempla las miserias de mi alma y ten piedad de mí. Reza y no ceses de rezar hasta que me veas a salvo en el Paraíso. Oh María, tú eres mi esperanza; no me abandones. "Santa Madre de Dios, ruega por nosotros".