
Desde el Misal de San Andrés (1945):
"Según una piadosa tradición autorizada por la liturgia, el día de Pentecostés un número de hombres que caminaban tras las huellas de los santos profetas Elías y Eliseo, y a quienes Juan el Bautista había preparado para el advenimiento de Jesús, abrazaron la fe cristiana y erigieron la primera iglesia a la Santísima Virgen en el monte Carmelo, en el mismo lugar donde Elías había visto surgir una nube, figura de la fecundidad de la Madre de Dios. Se llamaron Hermanos de la Bienaventurada María del Monte Carmelo. Estos religiosos llegaron a Europa en el siglo XIII y en 1245 Inocencio IV dio su aprobación a su gobierno bajo el generalato de Simón Stock, un santo inglés.
"El 16 de julio de 1251, María se apareció al ferviente siervo y puso en sus manos el hábito que iba a ser su signo distintivo. Inocencio IV bendijo este hábito y le concedió muchos privilegios, no sólo para los miembros de la Orden, sino también para los que ingresaban en la Cofradía de Nuestra Señora del Carmen. Llevando el escapulario, que es de forma más pequeña que el de los Padres Carmelitas, participan de todos sus méritos y pueden esperar obtener por medio de la Virgen una pronta liberación del purgatorio, si han observado fielmente la abstinencia, la castidad según su estado, y rezado las oraciones prescritas por Juan XXII, en la bula Sabatina, publicada el 3 de marzo de 1322. La fiesta de Nuestra Señora del Carmen, al principio celebrada sólo en las iglesias de la Orden, fue extendida a toda la cristiandad por Benedicto XIII, en 1726."
San Alfonso, ferviente devoto de la Santísima Virgen María, vestía fielmente el escapulario marrón carmelita. Escribió, en Las Glorias de María:
"Como los hombres estiman un honor tener personas que lleven su librea, así también la Santísima Virgen se complace en que sus clientes lleven su escapulario, como señal de que se han dedicado a su servicio, y de que son miembros de la casa de la Madre de Dios."
Muchos años después de la muerte de San Alfonso, se abrió su tumba, y aunque su cuerpo y los ornamentos sacerdotales con los que fue enterrado se habían convertido en polvo, su escapulario marrón se encontró completamente intacto. Su escapulario milagroso, en la foto de arriba, está expuesto en su monasterio de Roma, y es el escapulario más antiguo que existe en el mundo, demostrando, como dijo una vez el Papa Benedicto XV, que el Escapulario Marrón lleva consigo una gracia que es evidente incluso después de la muerte.