Meditación matutina: Consideraciones sobre el Estado religioso - II
Considera la feliz muerte de un religioso.
Bienaventurados los muertos que mueren en el Señor. - (Apoc. xiv., 13). ¿Y quiénes son esos bienaventurados los muertos que mueren en el Señor si no Religiosos, que al final de su vida se encuentran ya muertos para el mundo, puesto que por sus Votos se han desprendido ya del mundo y de todos sus bienes. Yo lo dejo todo y sólo Te elijo a Ti como mi Tesoro, ¡oh purísimo Cordero de Dios y mi más ardiente Amante!
Meditación I:
Considera, hermano mío, tu contentamiento, si siguiendo tu Vocación, será tu buena fortuna morir en la Casa de Dios. El demonio ciertamente te representará que si te retiras a la Casa de Dios, tal vez después te arrepientas de haber dejado tu propia casa y tu propio país, y privado a tus padres de las ventajas que podrían haber esperado de ti. Pero pregúntate: ¿Estaré arrepentido a punto de morir, o me alegraré de haber seguido mi resolución? Te ruego, pues, que te imagines ya a punto de morir, a punto de comparecer ante el Tribunal de Jesucristo. Reflexiona sobre lo que, cuando te encuentres en ese estado, desearías haber hecho. ¿Quizás haber complacido a tus padres, haber trabajado por tu propia familia y por tu patria, y luego morir rodeado de hermanos, y sobrinos, y parientes en tu propia casa con el título de Párroco, Párroco, Canónigo, Obispo o Ministro de Estado, habiendo hecho tu propia voluntad? ¿O, por el contrario, morir en la Casa de Dios, asistido por tus buenos hermanos en Religión, que te animarían en el paso a la eternidad, después de haber vivido muchos años en Religión, humilde, mortificado, pobre, lejos de los padres, privado de voluntad propia y bajo obediencia, y desprendido de todo en el mundo, todo lo cual hace dulce y agradable la muerte? "Quien se ha acostumbrado a privarse de los deleites del mundo", dice San Bernardo, "no lamentará haberlo hecho cuando tenga que abandonarlo". El Papa Honorio II, al morir, deseó haberse quedado en su monasterio, ocupado en lavar los platos, y no haber sido Papa. Felipe II deseó al morir haber sido hermano lego en alguna Orden Religiosa, ocupado en servir a Dios, y no haber sido Rey. Felipe III, también Rey de España, dijo al morir: "¡Oh, que hubiera estado en un desierto, para servir a Dios, y que nunca hubiera sido monarca! Porque, de haber sido así, ahora comparecería con más confianza ante el Tribunal de Jesucristo."
¡Oh Señor mío Jesucristo! que, para obtenerme una muerte feliz, has elegido para Ti una muerte tan amarga, ya que me has amado hasta tal punto que me has elegido para seguir más de cerca tu santa vida, para tenerme así más íntimamente unido a tu amoroso Corazón, átame, te lo suplico, enteramente a Ti con las dulces cuerdas de tu amor, para que no me separe más de Ti. ¡Oh mi amado Redentor! Deseo serte agradecido y corresponder a tu gracia, pero temo que mi debilidad me haga infiel. Oh Jesús mío, no lo permitas. Permíteme morir antes que abandonarte u olvidar el peculiar afecto que me has mostrado.
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