MEDITACIÓN MATUTINA: VIERNES DE LA SEGUNDA SEMANA DE ADVIENTO

Meditación matutina: Consideraciones sobre el Estado religioso - V
     Considera la inmensa gloria que los religiosos disfrutarán en el Cielo.
     Dará a cada uno según sus obras. - (Mateo xvi., 27).
     De esto podéis juzgar cuán grande será la recompensa que Dios dará en el Cielo a los buenos Religiosos por los grandes méritos que adquieran cada día. Yendo, iban y lloraban echando sus semillas; pero viniendo, vendrán con alegría, llevando sus gavillas.. - (Sal. cxxv., 6, 7).

Meditación I:
     Considera, en primer lugar, lo que dice San Bernardo: que es difícil que se condenen los religiosos que mueren en estado religioso. "De la celda al cielo el camino es fácil. Apenas se desciende de la celda al infierno". La razón que aduce el Santo es: "porque apenas se persevera en ella hasta la muerte, a menos que se esté predestinado". Porque difícilmente un religioso persevera hasta la muerte, si no es del número de los Elegidos del Paraíso. Por eso, San Lorenzo Justiniano llamó al estado Religioso la puerta del Paraíso: "De aquella ciudad celestial ésta es la puerta". Y dijo que, por tanto, "los Religiosos tienen una gran señal de predestinación".
     Considera, además, que la recompensa del Cielo, como dice el Apóstol, es una corona de justicia. - (2 Tim. iv., 8). Por tanto, Dios, aunque nos recompensa por nuestras obras más abundantemente de lo que merecemos, nos recompensa, sin embargo, en proporción a las obras que hemos hecho. Dará a cada uno según sus obras. De esto podéis juzgar cuán sumamente grande será la recompensa que Dios dará en el Cielo a los buenos Religiosos, en consideración a los grandes méritos que diariamente adquieren.
     El Religioso entrega a Dios todos sus bienes terrenales y se contenta con ser enteramente pobre, sin poseer nada. El Religioso renuncia a todo apego a sus padres, amigos y patria, para unirse más estrechamente a Dios. El Religioso se mortifica continuamente en muchas cosas de las que gozaría en el mundo. El Religioso, finalmente, entrega a Dios todo su ser, entregándole su voluntad mediante el Voto de Obediencia.
     Lo más querido que tenemos para dar es nuestra propia voluntad, y lo que Dios, de todas las demás cosas, más requiere de nosotros es el corazón, es decir, la voluntad. Hijo mío, dame tu corazón. El que sirve a Dios en el mundo Le dará sus bienes, pero no a sí mismo; le dará una parte y no el todo, pues le dará en verdad sus bienes con limosnas, su alimento con ayunos, su sangre con disciplinas, etc. Pero siempre se reservará para sí su propia voluntad, ayunando cuando le plazca, rezando cuando le plazca. Pero el religioso, dándole su propia voluntad, se da a sí mismo y lo da todo; da no sólo los frutos del árbol, sino todo el árbol mismo. De donde puede entonces decirle verdaderamente: ¡Oh Señor! Habiéndote dado mi voluntad, no tengo nada más que darte.
     ¿Es posible, oh Dios mío y verdadero Amante, que desees tanto mi bien y ser amado por mí, y que yo, miserable de mí, desee tan poco amarte y agradarte? ¿Con qué fin me has favorecido con tantas gracias, y me has sacado de la mundo? ¡Oh Jesús mío! Te comprendo. Me amas mucho, quieres que te ame mucho y que sea todo tuyo en esta vida y en la otra. Tú quieres que mi amor no se divida con las criaturas, sino que sea todo para Ti, el único Bueno, el único amable y digno de infinito amor. ¡Ah, mi Señor, mi Tesoro, mi Amor, mi Todo! Sí, jadeo y en verdad deseo amarte, y no amar a nadie más que a Ti.

     Encontrará meditaciones y lecturas para otros días del año en el Meditaciones diarias de este sitio web.

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