MEDITACIONES DIARIAS: SEGUNDA SEMANA DE ADVIENTO

Meditación matutina:  LAS VENTAJAS DE LAS TRIBULACIONES

     Todo lo que se ha escrito, se ha escrito para nuestra enseñanza, para que por la paciencia y el consuelo de las Escrituras tengamos esperanza.. - (Epístola del domingo, Rom. xv., 4-13).
     En las tribulaciones Dios enriquece a sus queridas almas con las mayores gracias. Es en sus cadenas que San Juan llega al conocimiento de las obras de Jesucristo.  Creamos que estos azotes del Señor, con los que somos castigados han sucedido para nuestra enmienda y no para nuestra destrucción. - (Judith, viii., 27).

Meditación I:
     Con la tribulación expiamos los pecados cometidos mucho mejor que con las obras voluntarias de penitencia. "Tened por cierto", dice San Agustín, "que Dios es médico, y que la tribulación es una medicina saludable". ¡Oh, cuán grande es la eficacia de la tribulación para curar las heridas causadas por nuestros pecados! De ahí que el mismo Santo reprenda al pecador que se queja de Dios por enviarle tribulaciones. "¿Por qué te quejas? Lo que sufres es un remedio, no un castigo". Job llamó dichosos a aquellos hombres a quienes Dios corrige con tribulaciones; porque los cura con las mismas manos con que los golpea y hiere.  Bienaventurado el hombre a quien Dios corrige . . . Pues hiere y cura. Él hiere, y su mano curará. - (Job v., 17). De ahí que San Pablo se gloriase en sus tribulaciones: Nos gloriamos también en las tribulaciones. - (Rom. v., 3).
     Las tribulaciones nos permiten adquirir grandes méritos ante Dios, al darnos ocasión de ejercitar las virtudes de la humildad, de la paciencia y de la resignación a la voluntad divina. El Beato Juan de Ávila decía que uno Bendito sea Dios en la adversidad vale más que mil en la prosperidad. "Quitad", dice San Ambrosio, "las contiendas de los Mártires, y les habréis quitado sus coronas". ¡Oh, qué tesoro de méritos se adquiere soportando pacientemente los insultos, la pobreza y la enfermedad! Los insultos de los hombres eran el gran objeto de los deseos de los Santos, que buscaban ser despreciados por amor a Jesucristo, y asemejarse así a Él.
     Jesús mío, hasta ahora te he ofendido gravemente resistiéndome a tu santa voluntad. Esto me produce mayor dolor que si hubiera sufrido cualquier otro mal. Me arrepiento de ello y lo lamento de todo corazón. Merezco el castigo: No lo rechazo: Lo acepto. Presérvame sólo del castigo de ser privado de Tu amor, y luego haz de mí lo que Te plazca. Te amo, mi querido Redentor. Te amo, Dios mío. Y porque Te amo, quiero hacer lo que Tú quieras. Amén.

Meditación II:

 


Lectura espiritual:  LA POBREZA DEL NIÑO JESÚS

 


Meditación vespertina:  DIOS ENVÍA A SU HIJO A MORIR PARA DEVOLVERNOS LA VIDA

Meditación I: 

Meditación II: 

Meditación matutina: CONSIDERACIONES SOBRE EL ESTADO RELIGIOSO - I

     Considera que la salvación está asegurada para las almas que entran en el estado Religioso. 
    Dios nos ha puesto en el mundo y nos mantiene aquí en la vida, no para adquirir los bienes perecederos de la tierra, sino los bienes eternos del Cielo.  El fin es la vida eterna. - (Rom. vi., 22). Pero la desgracia es que en el mundo los hombres piensan muy poco, o nada, en la vida eterna, y sólo sueñan con adquirir honores y placeres, y ésta es la razón por la que perecen tantas almas.

Meditación I:
     Para comprender la importancia de nuestra salvación eterna basta con tener Fe y considerar que sólo tenemos un alma, y si ésta se pierde, todo está perdido fuera un hombre incluso dueño del mundo entero.  ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma? - (Mt. xvi., 26). Esta gran máxima del Evangelio ha inducido a muchos jóvenes a encerrarse en claustros, a otros a vivir en desiertos y a otros a dar la vida por Jesucristo. Porque, decían, ¿de qué nos sirve poseer el mundo entero, y todos los bienes de este mundo, en esta vida presente, que pronto ha de acabar, para luego condenarnos y ser miserables en la vida venidera, que nunca acabará? Todos esos hombres ricos, todos esos príncipes y emperadores que ahora están en el infierno, ¿qué tienen ahora de todo lo que disfrutaron en esta vida, sino mayor tormento y mayor desesperación? ¡Seres miserables! Ahora se lamentan y dicen: Todas esas cosas han pasado como una sombra. - (Sab. v., 9). Para ellos todo ha pasado como una sombra, como un sueño, y esa lamentación que es su suerte ha durado ya muchos años, y durará por toda la eternidad.  La moda de este mundo pasa. - (1 Cor. vii., 51). Este mundo es una escena que dura poco tiempo; feliz aquel que desempeña en esta escena el papel que después le hará feliz en la vida que no tendrá fin. Cuando esté contento, honrado y sea príncipe en el Paraíso, mientras Dios sea Dios, poco le importará haber estado en este mundo, pobre, despreciado y en tribulación. Sólo con este fin nos ha puesto Dios en esta tierra, y nos mantiene aquí en vida, no para adquirir bienes transitorios, sino eternos: El fin es la vida eterna.
     ¡Oh Dios mío! ¡Cómo he merecido esta gran misericordia, que, habiendo dejado a tantos otros vivir en medio del mundo, hayas querido llamarme a mí, que Te he ofendido más que los demás, y merecido, más que ellos, ser privado de Tu divina luz, para gozar del honor de vivir como amigo en Tu propia casa! Oh Señor, concédeme comprender esta gracia excesiva que me has concedido, para que pueda agradecértela siempre, como me propongo y espero hacerlo siempre durante mi vida y por toda la eternidad, y no permitas que sea ingrato por ello. Puesto que has sido tan generoso conmigo, y en tu amor me has preferido a los demás, es justo que yo te sirva y te ame más que los demás.

Meditación II:

 


Lectura espiritual:  CONSEJOS SOBRE LA VOCACIÓN RELIGIOSA:  I. - IMPORTANCIA DE LA VOCACIÓN A LA VIDA RELIGIOSA

 


Meditación vespertina:  EL AMOR QUE EL HIJO DE DIOS NOS HA MOSTRADO EN LA REDENCIÓN

Meditación I: 

Meditación II: 

Meditación matutina: CONSIDERACIONES SOBRE EL ESTADO RELIGIOSO - II

     Considera la feliz muerte de un religioso.
    Bienaventurados los muertos que mueren en el Señor. - (Apoc. xiv., 13). ¿Y quiénes son esos bienaventurados los muertos que mueren en el Señor si no Religiosos, que al final de su vida se encuentran ya muertos para el mundo, puesto que por sus Votos se han desprendido ya del mundo y de todos sus bienes. Yo lo dejo todo y sólo Te elijo a Ti como mi Tesoro, ¡oh purísimo Cordero de Dios y mi más ardiente Amante!

Meditación I:
     Considera, hermano mío, tu contentamiento, si siguiendo tu Vocación, será tu buena fortuna morir en la Casa de Dios. El demonio ciertamente te representará que si te retiras a la Casa de Dios, tal vez después te arrepientas de haber dejado tu propia casa y tu propio país, y privado a tus padres de las ventajas que podrían haber esperado de ti. Pero pregúntate: ¿Estaré arrepentido a punto de morir, o me alegraré de haber seguido mi resolución? Te ruego, pues, que te imagines ya a punto de morir, a punto de comparecer ante el Tribunal de Jesucristo. Reflexiona sobre lo que, cuando te encuentres en ese estado, desearías haber hecho. ¿Quizás haber complacido a tus padres, haber trabajado por tu propia familia y por tu patria, y luego morir rodeado de hermanos, y sobrinos, y parientes en tu propia casa con el título de Párroco, Párroco, Canónigo, Obispo o Ministro de Estado, habiendo hecho tu propia voluntad? ¿O, por el contrario, morir en la Casa de Dios, asistido por tus buenos hermanos en Religión, que te animarían en el paso a la eternidad, después de haber vivido muchos años en Religión, humilde, mortificado, pobre, lejos de los padres, privado de voluntad propia y bajo obediencia, y desprendido de todo en el mundo, todo lo cual hace dulce y agradable la muerte? "Quien se ha acostumbrado a privarse de los deleites del mundo", dice San Bernardo, "no lamentará haberlo hecho cuando tenga que abandonarlo". El Papa Honorio II, al morir, deseó haberse quedado en su monasterio, ocupado en lavar los platos, y no haber sido Papa. Felipe II deseó al morir haber sido hermano lego en alguna Orden Religiosa, ocupado en servir a Dios, y no haber sido Rey. Felipe III, también Rey de España, dijo al morir: "¡Oh, que hubiera estado en un desierto, para servir a Dios, y que nunca hubiera sido monarca! Porque, de haber sido así, ahora comparecería con más confianza ante el Tribunal de Jesucristo."
     ¡Oh Señor mío Jesucristo! que, para obtenerme una muerte feliz, has elegido para Ti una muerte tan amarga, ya que me has amado hasta tal punto que me has elegido para seguir más de cerca tu santa vida, para tenerme así más íntimamente unido a tu amoroso Corazón, átame, te lo suplico, enteramente a Ti con las dulces cuerdas de tu amor, para que no me separe más de Ti. ¡Oh mi amado Redentor! Deseo serte agradecido y corresponder a tu gracia, pero temo que mi debilidad me haga infiel. Oh Jesús mío, no lo permitas. Permíteme morir antes que abandonarte u olvidar el peculiar afecto que me has mostrado.

Meditación II:


Lectura espiritual:  CONSEJOS SOBRE LA VOCACIÓN RELIGIOSA:  II. - LA LLAMADA DE DIOS DEBE SER OBEDECIDA, Y OBEDECIDA SIN DEMORA


Meditación vespertina:  JESÚS, EL VARÓN DE DOLORES DESDE EL SENO DE SU MADRE

Meditación I: 

Meditación II: 

Meditación matutina:  CONSIDERACIONES SOBRE EL ESTADO RELIGIOSO - III

     Considera la cuenta que tendrá que rendir a Jesucristo en el Día del Juicio quien no siga su Vocación.
     La gracia de la Vocación es una gracia muy rara que Dios concede sólo a unos pocos. Pero cuanto mayor sea la gracia, mayor será la indignación del Señor contra quien no la corresponda. Él es el Señor. Cuando Él llama desea ser obedecido, y obedecido con prontitud.

Meditación I:
     La gracia de la vocación al estado religioso no es una gracia ordinaria; es una gracia muy rara, que Dios concede sólo a unos pocos.  No lo ha hecho con todas las naciones. - (Sal. cxlvii., 20). ¡Oh, cuánto mayor es esta gracia, ser llamado a una vida perfecta, y llegar a ser uno de la casa de Dios, que si uno fuera llamado a ser el rey de cualquier reino en esta tierra! Porque ¿qué comparación puede haber entre un reino temporal en esta tierra y el reino eterno del Cielo?
     Pero cuanto mayor sea la gracia, mayor será la indignación del Señor contra quien no la haya correspondido, y más riguroso será su juicio en el día de la rendición de cuentas. Si un rey llamase a su palacio real a un pobre pastor, para que le sirviese entre los nobles de su corte, ¿cuál no sería la indignación del rey si rehusase tal favor por no querer dejar su pobre choza y su pequeño rebaño? Dios conoce bien el valor de sus gracias, y por eso castiga con severidad a quienes las desprecian. Él es el Señor; cuando llama quiere ser obedecido, y obedecido con prontitud.
     Oh Señor, Tú me has mostrado tal exceso de bondad como para elegirme de entre tantos otros, para servirte en Tu propia Casa con Tus siervos más amados. Sé cuán grande es esa gracia, y cuán indigno de ella he sido. He aquí que ahora estoy dispuesto a corresponder a un amor tan grande. Te obedeceré. Ya que has sido tan generoso conmigo como para llamarme cuando yo no te buscaba, y cuando era tan ingrato, no permitas que te ofrezca ese mayor exceso de ingratitud que es abrazar de nuevo a mi enemigo, el mundo, en el que hasta ahora he perdido tantas veces tu gracia y mi salvación eterna, y abandonar así a Ti, que has derramado tu sangre y has dado tu vida por mí. Ya que me has llamado, dame también la fuerza para corresponder a la llamada. Ya he prometido obedecerte. Te lo prometo de nuevo, pero sin la gracia de la perseverancia no puedo serte fiel. Esta perseverancia te la pido a Ti, y por tus propios méritos la deseo y espero obtenerla.

Meditación II:


Lectura espiritual:  CONSEJOS SOBRE LA VOCACIÓN RELIGIOSA:  III. - MEDIOS QUE DEBEN EMPLEARSE PARA CONSERVAR LA VOCACIÓN RELIGIOSA


Meditación vespertina:  GRANDEZA DEL MISTERIO DE LA ENCARNACIÓN

Meditación I: 

Meditación II: 

Meditación matutina:  CONSIDERACIONES SOBRE EL ESTADO RELIGIOSO - IV

     Considera los tormentos del alma de uno en el infierno que perdió su Vocación.
     Él dirá: ¡Oh, tonto que fui! ¡Podría haber llegado a ser un gran Santo! Y si hubiera obedecido al Llamado de Dios, ciertamente habría llegado a ser Santo, y ahora estoy condenado sin remedio. Elige, pues Dios lo deja en tus manos, ser un gran rey en el Paraíso, o un réprobo en el infierno.

Meditación I:
     El remordimiento por haber perdido, por culpa propia, algún gran bien, o por haber sido causa voluntaria de algún gran mal para nosotros mismos, es tan grande que aun en esta vida es un tormento insufrible. Pero ¡qué tormento sentirá en el infierno aquel joven, llamado por el singular favor de Dios al estado religioso, cuando percibe que si hubiera obedecido a Dios habría alcanzado un alto puesto en el Paraíso, y se ve, sin embargo, confinado en aquella prisión de tormentos, sin esperanza de remedio para esta su eterna ruina!  Su gusano no muere. - (Marcos ix., 43).
     Este será ese gusano que, viviendo siempre, le roerá el corazón con continuos remordimientos. Tonto de mí, dirá, podría haber llegado a ser un gran santo. Y si hubiera obedecido, ciertamente habría llegado a ser Santo; y ahora estoy condenado sin remedio.
     ¡Desdichado el hombre! Para su mayor tormento, en el Día del Juicio, verá y reconocerá a la diestra de Dios y coronados como Santos, a aquellos que siguieron su Vocación, y, abandonando el mundo, se retiraron a la Casa de Dios, a la que él también había sido llamado. Se verá a sí mismo separado de la compañía de los Bienaventurados, y colocado en medio de esa innumerable y miserable tripulación de los condenados, por su desobediencia a la voz de Dios.
     No, Dios mío, no permitas que te desobedezca y te sea infiel. Veo tu bondad y te doy gracias porque, en lugar de alejarme de tu rostro y desterrarme al infierno, como tantas veces he merecido, me llamas a ser santo y me preparas un alto lugar en el Paraíso. Veo que merecería un doble tormento, si no correspondiera a esta gracia, gracia que no se da a todos. Te obedeceré. He aquí que soy Tuyo y siempre seré Tuyo. Abrazo con alegría todas las penas e incomodidades de la vida religiosa, a la que Tú me invitas. ¿Y qué son estas penas en comparación con las penas eternas que he merecido? Estaba enteramente perdido por mis pecados; ahora me entrego enteramente a Ti. Dispón de mí y de mi vida como te plazca.

Meditación II:


Lectura espiritual:  CONSEJOS SOBRE LA VOCACIÓN RELIGIOSA:  IV. - MEDIOS QUE DEBEN EMPLEARSE PARA CONSERVAR LA VOCACIÓN RELIGIOSA


Meditación vespertina:  JESÚS SUFRE DURANTE TODA SU VIDA

Meditación I: 

Meditación II: 

Meditación matutina:  CONSIDERACIONES SOBRE EL ESTADO RELIGIOSO - V

     Considera la inmensa gloria que los religiosos disfrutarán en el Cielo.
     Dará a cada uno según sus obras. - (Mateo xvi., 27).
    De esto podéis juzgar cuán grande será la recompensa que Dios dará en el Cielo a los buenos Religiosos por los grandes méritos que adquieran cada día.  Yendo, iban y lloraban echando sus semillas; pero viniendo, vendrán con alegría, llevando sus gavillas.. - (Sal. cxxv., 6, 7).

Meditación I:
     Considera, en primer lugar, lo que dice San Bernardo: que es difícil que se condenen los religiosos que mueren en estado religioso. "De la celda al cielo el camino es fácil. Apenas se desciende de la celda al infierno". La razón que aduce el Santo es: "porque apenas se persevera hasta la muerte si no se está predestinado". Porque difícilmente un religioso persevera hasta la muerte, si no es del número de los Elegidos del Paraíso. Por eso, San Lorenzo Justiniano llamó al estado Religioso la puerta del Paraíso: "De aquella ciudad celestial ésta es la puerta". Y dijo que, por tanto, "los Religiosos tienen una gran señal de predestinación".
     Considera, además, que la recompensa del Cielo, como dice el Apóstol, es una corona de justicia. - (2 Tim. iv., 8). Por tanto, Dios, aunque nos recompensa por nuestras obras más abundantemente de lo que merecemos, nos recompensa, sin embargo, en proporción a las obras que hemos hecho.  Dará a cada uno según sus obras. De esto podéis juzgar cuán sumamente grande será la recompensa que Dios dará en el Cielo a los buenos Religiosos, en consideración a los grandes méritos que diariamente adquieren.
     El Religioso entrega a Dios todos sus bienes terrenales y se contenta con ser enteramente pobre, sin poseer nada. El Religioso renuncia a todo apego a sus padres, amigos y patria, para unirse más estrechamente a Dios. El Religioso se mortifica continuamente en muchas cosas de las que gozaría en el mundo. El Religioso, finalmente, entrega a Dios todo su ser, entregándole su voluntad mediante el Voto de Obediencia.
     Lo más querido que tenemos para dar es nuestra propia voluntad, y lo que Dios, de todas las demás cosas, más requiere de nosotros es el corazón, es decir, la voluntad.  Hijo mío, dame tu corazón. El que sirve a Dios en el mundo Le dará sus bienes, pero no a sí mismo; le dará una parte y no el todo, pues le dará en verdad sus bienes con limosnas, su alimento con ayunos, su sangre con disciplinas, etc. Pero siempre se reservará para sí su propia voluntad, ayunando cuando le plazca, rezando cuando le plazca. Pero el religioso, dándole su propia voluntad, se da a sí mismo y lo da todo; da no sólo los frutos del árbol, sino todo el árbol mismo. De donde puede entonces decirle verdaderamente: ¡Oh Señor! Habiéndote dado mi voluntad, no tengo nada más que darte.
     ¿Es posible, oh Dios mío y verdadero Amante, que desees tanto mi bien y ser amado por mí, y que yo, miserable de mí, desee tan poco amarte y agradarte? ¿Con qué fin me has favorecido con tantas gracias, y me has sacado de la mundo? ¡Oh Jesús mío! Te comprendo. Me amas mucho, quieres que te ame mucho y que sea todo tuyo en esta vida y en la otra. Tú quieres que mi amor no se divida con las criaturas, sino que sea todo para Ti, el único Bueno, el único amable y digno de infinito amor. ¡Ah, mi Señor, mi Tesoro, mi Amor, mi Todo! Sí, jadeo y en verdad deseo amarte, y no amar a nadie más que a Ti.

Meditación II:


Lectura espiritual:  CONSEJOS SOBRE LA VOCACIÓN RELIGIOSA:  V. - MEDIOS QUE DEBEN EMPLEARSE PARA CONSERVAR LA VOCACIÓN RELIGIOSA: B. - ORACIÓN

 


Meditación vespertina: JESÚS QUISO SUFRIR TANTO PARA GANARSE NUESTROS CORAZONES

Meditación I: 

Meditación II: 

Meditación de la mañana: LA OFRENDA QUE MARÍA HIZO DE SÍ MISMA A DIOS FUE PRONTA Y SIN DEMORA

     Levántate, date prisa, amor mío, paloma mía, hermosa mía, ¡y ven! - (Cant. ii., 10). María comprendió bien la voz de Dios que la llamaba a consagrarse a su amor. Así iluminada, se ofreció inmediatamente a su Señor. He aquí, oh María, que hoy me presento a ti, y en unión contigo renuncio a todas las criaturas y me entrego por entero al amor de mi Creador.

Meditación I:
     Escucha, hija, y mira, e inclina tu oído; y olvídate de tu pueblo y de la casa de tu padre.. - (Sal. xliv., 11). La Virgen santa obedeció a esta llamada divina con prontitud y con generosidad. Desde el primer momento en que la niña celestial fue santificada en el seno de su madre, que fue en el instante de su Inmaculada Concepción, recibió el perfecto uso de razón y comenzó a hacer méritos. E inmediatamente, como un Ángel reveló a Santa Brígida, nuestra Reina determinó sacrificar su voluntad a Dios, y darle todo su amor durante toda su vida.
     María, al enterarse de que sus santos padres, San Joaquín y Santa Ana, la habían consagrado por Voto a Dios, les pidió con insistencia que la llevaran al Templo y cumplieran su promesa. A la edad de tres años, como nos dice San Epifanio - una edad en la que los niños son los más deseosos y los más necesitados del cuidado de sus padres - María deseaba consagrarse a Dios.
     He aquí, pues, a Joaquín y Ana, sacrificando generosamente a Dios el tesoro más precioso que poseían en el mundo y el más querido de sus corazones. Partieron de Nazaret llevando a su amada hijita a cuestas, pues de otro modo no habría podido emprender un viaje tan largo como el de Nazaret a Jerusalén, una distancia de ochenta millas. Les acompañaban pocos parientes, pero coros de ángeles escoltaban y servían a la Virgencita Inmaculada, que estaba a punto de consagrarse a la Majestad Divina.  Qué bellos son tus pasos. . . Oh hija del príncipe. - (Cant. vii., 1). "¡Oh, qué hermoso -debieron cantar los ángeles-, qué agradable a Dios es cada uno de tus pasos dados en el camino para presentarte y ofrecerte a Él, oh noble hija, amadísima de nuestro común Señor!".
     Oh amada Madre de Dios, amabilísima niña, María, que te presentaste en el Templo, y con prontitud y sin reservas te consagraste a la gloria y al amor de Dios; ¡ojalá pudiera ofrecerte hoy los primeros años de mi vida, para dedicarme sin reservas a tu servicio, mi santa y dulcísima Señora! Pero ya es tarde para ello, pues he perdido muchos años al servicio del mundo. ¡Ay de aquel tiempo en que no te amé! Pero es mejor empezar ahora que no hacerlo. Oh María, hoy me presento ante ti, y en unión contigo renuncio a todas las criaturas y me entrego por entero al amor de mi Creador. Ayuda mi debilidad con tu poderosa intercesión.

Meditación II:


Lectura espiritual:  CONSEJOS SOBRE LA VOCACIÓN RELIGIOSA:  VI. - DISPOSICIONES NECESARIAS PARA ENTRAR EN RELIGIÓN


Meditación vespertina:  EL MAYOR DOLOR DE JESÚS

Meditación I: 

Meditación II: 

Meditación matutina:  ERA CONVENIENTE QUE EL PADRE ETERNO PRESERVARA A MARÍA DEL PECADO ORIGINAL

     Como el lirio entre las espinas, así es mi amor entre las hijas. - (Cant. ii., 2).
   Grande fue, en verdad, el daño causado a Adán y a toda su posteridad por su maldito pecado. Pero de esta desgracia general quiso Dios eximir a la Santísima Virgen, como Madre predestinada de su Hijo unigénito y primogénita de la Gracia. Ella debía aplastar la cabeza de la serpiente y ser la Mediadora sin pecado de la paz entre el hombre y Dios. De ahí que el Padre Eterno bien pudiera decir de Su amada Hija: Como el lirio entre las espinas, así es mi amada entre las hijassiempre inmaculada y siempre querida.

Meditación I:
     Era muy conveniente que Dios preservara a María del pecado original, pues la destinó a aplastar la cabeza del espíritu infernal que, seduciendo a nuestros Primeros Padres, trajo la muerte a todos los hombres. Así lo predijo el Señor: Pondré enemistades entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ella te aplastará la cabeza. - (Gén. iii., 15). Pero si María era esa Mujer Valiente traída al mundo para conquistar a Lucifer, ciertamente no era apropiado que él la conquistara primero y la hiciera su esclava. La razón exigiría, en efecto, que fuera preservada de toda mancha e incluso de una sujeción momentánea a su adversario. ¿Cómo, pues, pudo Dios permitir que primero fuera esclava de la serpiente infernal? Alabado y siempre bendito sea Dios, que, en su infinita bondad, dotó a María de una gracia tan grande que, permaneciendo siempre libre de la culpa del pecado, fue siempre capaz de derrotar y confundir el orgullo de la serpiente.
     Además de esto, fue totalmente conveniente que el Padre Eterno creara a María, "la única hija de la vida", libre de la mancha del pecado original y siempre poseída por Su gracia, destinada como estaba a ser la reparadora de un mundo perdido, Mediadora de paz entre los hombres y Dios. "Oh Virgen Santísima", dice San Juan Damasceno, "naciste para que pudieras servir a la salvación del mundo entero". "¡Salve, reconciliadora del mundo entero!", clama San Efrén. "¡Salve, tú que eres árbitro entre Dios y los hombres!", clama San Basilio de Silucia.
     Ahora bien, ciertamente no sería conveniente elegir a un enemigo para tratar de la paz con la persona ofendida, y menos aún a un cómplice del propio delito. San Gregorio dice que "un enemigo no puede comprometerse a apaciguar a su juez que es al mismo tiempo la parte ofendida; porque si lo hiciera, en lugar de apaciguarlo, lo provocaría a una ira mayor". Y, por tanto, como María había de ser la Mediadora de la paz entre los hombres y Dios, era de suma importancia que ella misma no apareciese como pecadora y enemiga de Dios, sino que apareciese en todo como amiga y libre de toda mancha. Por eso era conveniente que Dios la preservase del pecado, para que no apareciese culpable de la misma falta que los hombres por quienes debía interceder.
     Ah, mi Señora Inmaculada, me regocijo contigo al verte enriquecida con tan gran pureza. Doy gracias a nuestro común Creador por haberte preservado de toda mancha de pecado.  Eres todo belleza y no hay ni una mancha en ti. - (Cant. iv., 7). ¡Oh purísima paloma, toda hermosa, toda bella, siempre amiga de Dios! Ah, dulcísima, amabilísima, inmaculada María, no desdeñes poner tus ojos compasivos en las llagas de mi alma. Mírame, ten piedad de mí, cúrame. El feliz día en que iré a contemplar tu belleza en el Paraíso parece lejano mil años, tanto anhelo alabarte y amarte más que ahora, Madre mía, Reina mía, amadísima, dulcísima, purísima, inmaculada María. Amén.

Meditación II:


Lectura espiritual:  ERA CONVENIENTE QUE EL HIJO PRESERVARA A SU MADRE DEL PECADO ORIGINAL

 


Meditación vespertina:  ERA CONVENIENTE QUE EL ESPÍRITU SANTO PRESERVARA A MARÍA DEL PECADO ORIGINAL

Meditación I:
     Mi hermana, mi esposa, es un jardín cerrado, una fuente sellada. - (Cant. iv., 12).
     Ya que se estaba convirtiendo...

Meditación II: