MEDITACIONES DIARIAS: SEGUNDA SEMANA DESPUÉS DE EPIFANÍA

Meditación matutina: LA TIERNA COMPASIÓN DE MARÍA Y SU DISPONIBILIDAD PARA SOCORRERNOS EN TODAS NUESTRAS NECESIDADES

         No tienen vino. - (Evangelio del domingo. Juan ii., 1-11)
     María mostró, aun viviendo en este mundo, la gran compasión que ejercería después con nosotros en nuestras necesidades. Sin que nadie se lo pidiera, y escuchando sólo los dictados de su corazón compasivo, pone ante su Hijo la angustia de los novios.  No tienen vino. Si María, sin que nadie se lo pida, es tan pronta para socorrer a los necesitados, ¿cuánto más lo es para socorrer a los que invocan su auxilio y piden su ayuda?

Meditación I:
     La ternura de la Misericordia de María puede inferirse del hecho relatado en el Evangelio de hoy. El vino falla, los esposos se turban, nadie habla a María para pedir a su Hijo que les consuele en su necesidad. Pero la ternura del corazón de María que, según San Bernardino de Siena, no puede sino compadecerse de los afligidos, la movió a tomar el oficio de abogada y, sin que nadie se lo pidiera, a suplicar a su Hijo que obrara un milagro. "Sin que se lo pidieran, asumió el oficio de abogada y compasiva auxiliadora". Por eso, añade el mismo Santo, si, sin pedírselo, esta buena Señora ha hecho tanto, ¿qué no hará por los que invocan su intercesión?
     De lo que se cuenta en el Evangelio, san Buenaventura saca otro argumento para mostrar las grandes gracias que podemos esperar obtener por medio de María ahora que reina en el Cielo. Si fue tan compasiva en la tierra, ¿cuánto mayor ha de ser su misericordia ahora que está en el Paraíso? Grande era la misericordia de María en el destierro terrestre, pero es mucho mayor ahora que es Reina en el Cielo, porque ahora ve la miseria de los hombres. María, en el Cielo, goza de la visión de Dios, y por eso ve nuestras necesidades mucho más claramente que cuando estaba en la tierra; por eso, así como aumenta su compasión por nosotros, también es más ardiente su deseo de socorrernos. En verdad, pues, ha hablado Ricardo de San Víctor, dirigiéndose a la Santísima Virgen: "Tan tierno es tu corazón que no puedes ver la miseria sin socorrerla".
     San Pedro Damián dice que la Virgen "nos ama con un amor invencible". Por muy ardientemente que hayan amado los santos a esta amable Reina, su afecto quedó muy lejos del amor que María les profesaba. Este amor es el que la hace tan solícita por nuestro bien. Los Santos del Cielo, dice San Agustín, tienen gran poder para obtener la gracia de Dios para aquellos que se encomiendan a sus oraciones; pero como María es de todos los Santos la más poderosa, es de todos la más deseosa de procurarnos la Misericordia divina.
     Oh María, he aquí a tus pies un miserable esclavo del infierno, que implora tu Misericordia. El mundo entero te llama refugio y esperanza de los pecadores; tú eres, pues, mi refugio y mi esperanza. Yo soy una oveja descarriada, pero para salvar a las ovejas descarriadas bajó del Cielo el Verbo Eterno y se hizo tu Hijo. Él desea que recurra a ti y que tú me asistas con tus oraciones.

Meditación II:


Lectura espiritual:  LA GRANDEZA DEL PODER DE MARÍA PARA OBTENER DE DIOS TODAS LAS GRACIAS QUE NECESITAMOS


Meditación vespertina:  "PACIENTE EN LA TRIBULACIÓN"

Meditación I: 

Meditación II: 

Meditación matutina:  LA INCERTIDUMBRE DE LA HORA DE LA MUERTE

     Estad, pues, también vosotros preparados; porque a la hora que no pensáis, vendrá el Hijo del hombre. - (Lucas xii., 40)
     Todos saben que deben morir, pero la desgracia es que muchos consideran la muerte a tal distancia que la pierden de vista. Incluso los ancianos, los más decrépitos y los más enfermizos se ilusionan con que vivirán tres o cuatro años más.  A la hora que no pensáis, vendrá el Hijo del hombre.

Meditación I:
     
Es cierto que moriremos, pero la hora de la muerte es incierta. "Nada", dice el autor que se autodenomina Idiotaes más cierta que la muerte; pero nada es más incierto que la hora de la muerte". Dios ya ha fijado el año, el mes, el día, la hora y el momento, en que yo y tú hemos de dejar esta tierra e ir a la eternidad; pero la hora nos es desconocida. Para exhortarnos a estar siempre preparados, Jesucristo nos dice que la muerte vendrá de improviso y como ladrón en la noche. El día del Señor vendrá así como ladrón en la noche. - (1 Tes. v., 2). Nos dice, pues, que estemos siempre vigilantes, porque, cuando menos lo esperemos, vendrá a juzgarnos.  A la hora que no pensáis, vendrá el Hijo del hombre. San Gregorio dice que, por nuestro bien, Dios nos oculta la hora de la muerte, para que estemos siempre preparados para morir. "Puesto que, pues", dice San Bernardo, "la muerte puede quitarnos la vida en cualquier momento y en cualquier lugar, debemos, si queremos morir bien y salvar nuestras almas, vivir siempre en espera de la muerte."
     Todos saben que han de morir; pero la desgracia es que muchos consideran la muerte tan lejana, que la pierden de vista. Incluso los viejos, los más decrépitos y los más enfermos, se ilusionan con que vivirán tres o cuatro años más. Pero ¿cuántos, pregunto, hemos conocido, incluso en nuestros tiempos, que hayan muerto repentinamente, algunos sentados, otros caminando, otros durmiendo? Es seguro que ninguno de éstos imaginó que moriría tan repentinamente, y en el día en que murió. Digo, además, que de todos los que se han ido al otro mundo durante el presente año, ninguno imaginó que moriría y terminaría sus días este año. Pocas son las muertes que no suceden inesperadamente.
     Señor, el lugar en el que debería estar en este momento no es aquel en el que me encuentro, sino el infierno, que tantas veces he merecido por mis pecados.  "Infernus domus mea est" - ¡El infierno es mi casa! San Pedro dice: El Señor espera pacientemente por vosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos vuelvan a la penitencia. - (2 Pedro iii., 9). Entonces has tenido tanta paciencia conmigo, y me has esperado, porque querías que no me perdiera, sino que volviera a Ti por el arrepentimiento. Dios mío, vuelvo a Ti. Me arrojo a Tus pies y suplico misericordia.  Ten piedad de mí, oh Dios, según tu gran misericordia. Señor, perdonarme requiere un gran y extraordinario acto de misericordia, porque Te ofendí, después de haber sido favorecido con luz especial. Otros pecadores también Te han ofendido, pero no han recibido la luz que Tú me diste. Pero a pesar de toda mi pecaminosidad e ingratitud, Tú me ordenas que me arrepienta de mis pecados y espere el perdón. Sí, Redentor mío, me arrepiento de todo corazón de haberte ofendido, y espero el perdón por los méritos de tu Pasión.

Meditación II:


Lectura espiritual:  MÁRTIRES DE LA FE

VIRTUDES PRACTICADAS POR LOS SANTOS MÁRTIRES EN LOS COMBATES QUE TUVIERON QUE SOSTENER CONTRA SUS PERSEGUIDORES


Meditación vespertina:  LA PÉRDIDA DE TODAS LAS COSAS EN LA MUERTE

Meditación I: 

Meditación II: 

Meditación matutina:  DEBERÍAMOS SALDAR NUESTRAS CUENTAS DE UNA VEZ

     El Señor desea que no nos perdamos, sino que nos salvemos, y por eso con amenazas de castigo nos exhorta incesantemente a un cambio de vida. El que quiere que te cuides no quiere destruir.

Meditación I:
     
Salvo que te conviertas, blandirá su espada. - (Sal. vii., 13). He aquí, dice Dios en otro lugar, cuántos, por no dejar de ofenderme, han encontrado una muerte repentina, cuando menos lo esperaban, y vivían en paz, seguros de una vida de muchos años. Pues cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina. - (1 Tes. v., 3). De nuevo Dios dice: Si no hacéis penitencia, todos pereceréis igualmente.. - (Lucas xiii., 3). ¿Por qué tantas amenazas de castigo antes de la ejecución de la venganza? Porque quiere que enmendemos nuestra vida y evitemos así una muerte desgraciada. Él, dice San Agustín, que te dice que tengas cuidado, no quiere quitarte la vida. Es necesario, pues, preparar nuestras cuentas antes de que llegue el día de rendirlas. Querido cristiano, si murieses y tu suerte en la eternidad se decidiese antes de la noche, ¿tendrías preparadas tus cuentas? Oh, ¿cuánto darías por obtener de Dios otro año o un mes, o incluso otro día, para prepararte para el juicio? ¿Por qué entonces, ahora que Dios os da este tiempo, no arregláis vuestras cuentas? ¿Tal vez no suceda que éste sea el último día para ti?  No te demores en convertirte al Señor, y no lo aplaces de día en día; porque su ira vendrá de repente, y en el tiempo de la venganza te destruirá.. - (Ecclus. v., 8, 9). Para salvar tu alma debes renunciar al pecado. Si, pues, debes renunciar a él en algún momento, ¿por qué no lo abandonas ahora mismo? ¿Acaso esperas a que llegue la muerte? Pero, para los pecadores obstinados, la hora de la muerte es la hora, no del perdón, sino de la venganza.  En el tiempo de la venganza te destruirá.
     Ah, mi querido Redentor, Tú has gastado toda Tu Sangre, y has dado Tu vida para salvar mi alma, y a menudo la he perdido por presumir de Tu misericordia. He abusado tantas veces de tu bondad para ofenderte. Al hacerlo, he merecido ser fulminado repentinamente y arrojado al infierno. En una palabra, me he enzarzado en una contienda contigo. Tú me trataste con misericordia, y yo Te ofendí; Tú me diste tiempo para reparar el mal que había hecho, y yo empleé ese tiempo en añadir insultos a los insultos. Señor, hazme comprender la injusticia que te he hecho, y la obligación que tengo de amarte. Ah, Jesús mío, cómo he podido ser tan querido a Ti, a quien ahuyenté tantas veces como Tú me buscaste. ¿Cómo has podido conceder tantas gracias a quien te ha dado tantos disgustos? Por esto veo el ardor de Tu deseo de salvarme de la perdición.

Meditación II:


Lectura espiritual:  MÁRTIRES DE LA FE

SUS VIRTUDES


Meditación vespertina:  EL ABUSO DE LA MISERICORDIA DE DIOS

Meditación I: 

Meditación II: 

Meditación matutina: "Estad preparados"

     El Señor no nos dice prepararnos para la muertepero estar preparadocuando llegue la muerte. ¡Estad preparados! El momento de la muerte no será el momento de prepararnos para morir bien. Para morir bien y felices debemos prepararnos de antemano.

Meditación I:
     Estad preparados. El Señor no nos dice que nos preparemos, sino que estemos preparados para cuando llegue la muerte. Cuando llegue la muerte será casi imposible, en esa tempestad y confusión, tranquilizar una conciencia turbada. Esto nos dice la razón: esto amenaza Dios, diciendo que entonces vendrá, no a perdonar, sino a vengar, el menosprecio de sus gracias.  La venganza es mía, me vengaré. - (Rom. xii., 19). Es, dice San Agustín, un justo castigo, que quien no quiso, cuando pudo, salvar su alma, no pueda cuando quiera. Pero tú dirás: Tal vez aún pueda convertirme y salvarme. ¿Te arrojarías a un pozo profundo, diciendo: Tal vez no me ahogue? Oh Dios, cómo el pecado ciega el entendimiento y priva al alma de la razón. Cuando se trata del cuerpo, los hombres hablan racionalmente; pero cuando se trata del alma, hablan como necios.
    ¿Quién sabe, querido cristiano, si este punto que lees es la última advertencia que Dios puede enviarte? Preparémonos inmediatamente para la muerte, para que no nos sobrevenga sin darnos tiempo a prepararnos para el juicio. San Agustín dice que Dios nos oculta el último día de la vida, para que estemos siempre preparados para morir. San Pablo nos dice que debemos trabajar en nuestra salvación, no sólo con temor, sino también con temblor. San Antonino cuenta que cierto rey de Sicilia, para hacer comprender a uno de sus súbditos el temor con que se sentaba en el trono, le mandó sentarse a la mesa con una espada suspendida sobre él por un delgado hilo. El temor de que el hilo cediera le infundía tanto terror que apenas podía probar bocado. Todos corremos un peligro semejante, pues la espada de la muerte, de la que depende nuestra salvación eterna, puede caer sobre nosotros en cualquier momento.
     Dios mío, ¿quién me ha amado más que Tú? ¿Y a quién he despreciado e insultado más que a Ti? ¡Oh Sangre! Oh Llagas de Jesús, tú eres mi esperanza. Padre Eterno, no mires mis pecados, sino mira las Llagas de Jesús; contempla a Tu Hijo muriendo de dolor por mí, y pidiéndote que me perdones. Me arrepiento, oh Creador mío, de haberte ofendido. Lo lamento por encima de todas las cosas. Me creaste para que te amara, y he vivido como si me hubieras creado para ofenderte.

Meditación II:


Lectura espiritual: "La sangre de los mártires, semilla de cristianos"


Meditación vespertina: El vacío y la brevedad de la vida humana

Meditación I: 

Meditación II: 

Meditación matutina: La vida de dolor de Jesús desde su nacimiento
(Meditación del 25 de enero)

     El profeta Isaías llama a Jesucristo el hombre de los doloresPorque su vida iba a estar llena de dolor. Su Pasión no comenzó en el momento de su muerte. Comenzó con Su vida - una vida de penas internas y externas de principio a fin.

Meditación I:
     
Jesucristo podría haber salvado al hombre sin sufrir y sin morir; pero no, eligió una vida llena de tribulaciones para hacernos saber cuánto nos amaba. Por eso el profeta Isaías lo llamó el Varón de dolores - (Is. liii., 3), porque la vida de Jesucristo iba a ser una vida llena de dolores. Su Pasión no comenzó en el momento de su muerte, sino desde el comienzo de su vida.
     Contempladle, nada más nacer, acostado en un establo donde para Jesús todo es un tormento. Su vista está atormentada por no ver en la cueva más que paredes negras y ásperas. Su olfato es atormentado por el hedor del estiércol de las bestias que yacen allí. Su sentido del tacto está atormentado por el pinchazo de la paja que le sirve de lecho. Poco después de su nacimiento se ve obligado a huir a Egipto, donde pasa varios años de su infancia pobre y despreciado. La vida que llevó después en Nazaret no fue menos pobre y humilde. Contempla cómo termina su vida en Jerusalén, muriendo en una cruz a fuerza de tormentos.
     Oh mi dulce Amor, ¿te he mantenido yo, por mis pecados, en un estado de aflicción durante toda tu vida? Oh, dime, entonces, qué puedo hacer para que Tú me perdones, pues no dejaré nada sin hacer. Me arrepiento, oh soberano Bien, de todas las ofensas que he cometido contra Ti; me arrepiento, y te amo más que a mí mismo. Siento un gran deseo de amarte. Eres Tú quien me da este deseo; dame, pues, fuerza para amarte ardientemente.

Meditación II:


Lectura espiritual: "La mano del Señor no se acorta"


Meditación vespertina: El desprecio con que el pecador trata a Dios

Meditación I: 

Meditación II: 

Meditación matutina: La angustia del pecador moribundo

     El pobre pecador moribundo será asaltado, no por una, sino por muchas causas de aflicción y angustia. Los demonios lo tentarán, y sus pecados como tantos satélites le dirán: Somos tus obras; no te abandonaremos.

Meditación I:
     
El pobre pecador moribundo será asaltado, no por una, sino por muchas causas de angustia y aflicción. Por una parte le atormentarán los demonios. En el momento de la muerte, estos horribles enemigos ejercen toda su fuerza para asegurar la perdición del alma que está a punto de dejar este mundo. Saben que tienen poco tiempo para ganarla, y que si la pierden en la muerte, la pierden para siempre.  El diablo ha descendido a vosotros, con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo. - (Apoc. xii., 12). El moribundo será tentado, no por uno, sino por innumerables demonios que trabajarán por su condenación.  Sus casas se llenarán de serpientes. - (Is. xiii., 21). Un tentador dirá: No temas; te recuperarás. Otro dirá: Has sido sordo a las inspiraciones de Dios durante tantos años, ¿y esperas ahora que Él se apiade de ti? Otro te preguntará: ¿Cómo vas a reparar todos los daños que has causado a la propiedad y al carácter de tus vecinos? Otro preguntará: ¿No ves que tus confesiones han sido inútiles; que se han hecho sin pena ni propósito de enmienda? ¿Cómo podréis repararlas ahora?
     Por otra parte, el moribundo se verá rodeado de sus pecados.  Los malesdice David, atrapará al injusto hasta la destrucción. - (Sal. cxxxix., 12). Estos pecados, dice San Bernardo, le mantendrán encadenado, como tantos satélites, diciéndole: Somos tus obras; no te abandonaremos. Somos tus frutos, y no te dejaremos; te acompañaremos al otro mundo y nos presentaremos contigo al Juez Eterno. El moribundo deseará entonces deshacerse de tales enemigos; pero, para librarse de ellos, debe detestarlos y volver sinceramente a Dios. Su mente está oscurecida y su corazón endurecido.  Al corazón duro le irá mal al final, y el que ama el peligro perecerá en él.. - (Ecclus. iii., 27). San Bernardo dice que el hombre que se ha obstinado en el pecado durante la vida, hará esfuerzos, pero sin éxito, para salir del estado de condenación; y que, abrumado por su propia malicia, terminará su vida en el mismo estado infeliz.
     Mi querido Salvador, ayúdame; no me abandones. Veo toda mi alma cubierta de las heridas del pecado; mis pasiones me atacan violentamente; mis malos hábitos me agobian. Me arrojo a Tus pies; ten piedad de mí y líbrame de tantos males.  En ti, Señor, he esperado; que no sea confundido para siempre. - (Sal. xxx., 6). No permitas que se pierda un alma que confía en Ti.  No entregues a las fieras las almas que te confiesan. - (Sal. lxxiii., 19).

Meditación II:


Lectura espiritual: Los mártires nos enseñan a despreciar el mundo y a amar la fe


Meditación vespertina: Nos amó y nos lavó de nuestros pecados con su propia sangre

Meditación I: 

Meditación II: 

Meditación matutina: La imitación de María

     Ahora, pues, hijos, oídme: Bienaventurados los que guardan mis caminos. . . Bienaventurado el hombre que vela cada día a mis puertas. - (Prov. viii., 32, 34).
     Dichoso aquel que, como los pobres que se presentan ante las puertas de los ricos, tiene cuidado de buscar la limosna de las gracias ante las puertas de la misericordia de María. Y tres veces bienaventurado quien, además, procura imitar las virtudes que observa en María, y más especialmente su pureza y humildad.

Meditación I:
     San Agustín dice que para obtener con más certeza y en mayor abundancia el favor de los Santos, debemos imitarlos; porque cuando nos ven practicar sus virtudes, se sienten más movidos a orar por nosotros. La Reina de los Santos y nuestra principal Abogada, María, apenas ha librado un alma de las garras de Lucifer y la ha unido a Dios, desea que comience a imitar sus virtudes, pues de otro modo no puede enriquecerla con las gracias que desearía, viéndola tan opuesta a ella en su conducta. Por eso María llama bienaventurados a los que con diligencia imitan su vida: Ahora, pues, hijos, oídme; dichosos los que guardan mis caminos.
     Quien ama, se parece a la persona amada, o se esfuerza por parecerse a ella, según el conocido proverbio: El amor encuentra o hace como. De ahí que San Sofronio nos exhorte, si amamos a María, a esforzarnos por imitarla, porque éste es el mayor acto de homenaje que podemos ofrecerle. "Que el niño, pues", dice San Bernardo, "se esfuerce por imitar a su Madre, si desea su favor; porque María viéndose tratada como Madre lo tratará como a su hijo."
     Oh Madre mía, te amo, pero temo no amarte como debo. Sé que el amor hace a los amantes semejantes a la persona amada. Si, pues, me veo tan distinto de ti, es señal de que no te amo. Tú eres tan puro, y yo, manchado con muchos pecados. ¡Tú tan humilde, y yo tan orgulloso! Tú tan santo y yo tan perverso. Esto es, pues, lo que debes hacer, oh María, ya que me amas. Hazme semejante a ti. Tú tienes todo el poder para cambiar los corazones; toma el mío y cámbialo. Muestra al mundo que puedes hacerlo por aquellos que te aman. Hazme digno hijo tuyo.

Meditación II:


Lectura espiritual: Los mártires nos enseñan la paciencia, la importancia de la oración y el amor a Dios


Meditación vespertina: "¿Por qué moriréis, Casa de Israel?"

Meditación I: 

Meditación II: