MEDITACIONES DIARIAS: TERCERA SEMANA DESPUÉS DE EPIFANÍA

Meditación matutina:  "NO SEÁIS SABIOS EN VUESTRA PROPIA OPINIÓN"

     No seáis sabios en vuestra propia opinión. - (Ep. del domingo. Rom. xii., 16-21).
     El cristiano sabio mira al futuro, es decir, a la cuenta que debe rendir a la hora de la muerte. Los pecadores sólo piensan en el presente, y no consideran el fin para el que fueron creados.  ¡Oh, que fueran sabios y comprendieran y previeran su último fin! - (Deut. xxxii., 29).

Meditación I:
     Los pecadores son necios; los santos son verdaderamente sabios. "No es verdaderamente sabio el hombre", dice San Bernardo, "que no es sabio para consigo mismo", es decir, cuidando especialmente de asegurarse la felicidad eterna. Los pecadores sólo piensan en el presente, pero no consideran el fin para el que fueron creados. Pero ¿de qué les serviría ganar todas las cosas si no alcanzan su último fin, el único que puede hacerlos felices?  Pero una cosa es necesaria. - (Lucas x., 42). Alcanzar nuestro fin es lo único que nos es necesario: si fracasamos en ello, todo está perdido. ¿Cuál es este fin?  Vida eterna. - (Rom. vi., 22). Durante la vida, los pecadores se preocupan muy poco por la consecución de este fin. Cada día se acercan más a la muerte y a la eternidad, pero no conocen su destino. Si a un piloto al que se le pregunta adónde va, respondiera que no lo sabe, ¿no gritarían todos, dice San Agustín, que lleva la nave a la destrucción? El Santo añade: "Uno así corre bien, pero fuera del camino correcto".
     Estos son los sabios del mundo que saben tan bien cómo adquirir riquezas y honores, y entregarse a toda clase de diversiones, pero no saben cómo salvar sus almas. ¡Qué desdichado el rico glotón, que, aunque pudo acumular riquezas y vivir espléndidamente, después de la muerte fue sepultado en el infierno! ¡Qué desdichado Alejandro Magno, que, después de ganar tantos reinos, fue condenado a tormentos eternos! Cuán grande fue la locura de Enrique VIII, que se rebeló contra la Iglesia, pero viendo a la hora de la muerte que su alma se perdería, gritó desesperado: "¡Amigos, lo hemos perdido todo!" Oh Dios, cuántos otros lloran ahora en el infierno, y exclaman: ¿De qué nos ha servido la soberbia? ¿O qué ventajas nos ha traído la jactancia de las riquezas? Todas esas cosas pasaron como una sombra. - (Wis. v., 8). En el mundo fuimos una gran figura; disfrutamos de abundantes riquezas y honores; y ahora todo ha pasado como una sombra, y no nos queda más que sufrir y llorar por toda la eternidad. San Agustín dice que el felicidad que los pecadores disfrutan en esta vida es su mayor desgracia pues así se fortalece su voluntad perversa, un enemigo interno.
     En fin, las palabras de Salomón se cumplen con respecto a todos los que descuidan su salvación: El luto se apodera del final de la alegría. - (Prov. xiv. 13). Todos sus placeres, honores y grandezas terminan en tristeza y lamentos eternos.  Cuando aún estaba empezando me cortó. - (Is. xxxviii., 12). Mientras estaban poniendo los cimientos de sus esperanzas de realizar una fortuna, llega la muerte, y cortando el hilo de la vida, los priva de todas sus posesiones, y los envía al infierno para arder eternamente en un pozo de fuego. ¿Qué mayor locura puede concebirse que querer transformarse de amigo de Dios en esclavo de Lucifer, y de heredero del Paraíso ser, por el pecado, condenado al infierno? Porque en el momento en que un cristiano comete un pecado mortal, su nombre está escrito entre el número de los condenados. San Francisco de Sales dijo que si los Ángeles fueran capaces de llorar, no harían otra cosa que derramar lágrimas al ver la destrucción que un cristiano que comete un pecado mortal trae sobre sí mismo.
     Querido Jesús, ¡ten piedad de mí! Te he olvidado, pero Tú no me has olvidado. Oh Dios mío, ilumíname y ayúdame.

Meditación II:


Lectura espiritual:  FE FUERTE Y FE DÉBIL

     


Meditación vespertina:  LOS SANTOS SON VERDADERAMENTE SABIOS

Meditación I: 

Meditación II: 

Meditación matutina:  APRESURÉMONOS A ENTREGARNOS A DIOS

     Para asegurarse una muerte feliz, los Santos abandonaron todas las cosas. Abandonaron su país, renunciaron a los placeres y esperanzas que el mundo les ofrecía y abrazaron una vida de Pobreza y Desprecio.  Oh hijos de los hombres, ¿hasta cuándo estaréis embotados de corazón? ¿Por qué amáis la vanidad y buscáis la mentira?

Meditación I:
     David llama a la felicidad de esta vida el sueño de los despiertos. - (Sal. lxxii., 20). Al explicar estas palabras, cierto autor dice: Los bienes de este mundo parecen grandes, pero no son nada: como un sueño que dura poco y después se desvanece, se disfrutan poco tiempo. El pensamiento de que con la muerte todo termina, hizo que San Francisco de Borja resolviera entregarse enteramente a Dios. El Santo se vio obligado a acompañar el cadáver de la emperatriz Isabel a Granada. Cuando se abrió el ataúd, su aspecto era tan horrible y el olor tan intolerable que todos tuvieron que retirarse. San Francisco se quedó contemplando en el cadáver de su soberana la vanidad del mundo; y mirándola exclamó: "¿Eres, entonces, mi emperatriz? ¿Eres tú la reina ante la que tantos doblaron la rodilla en reverencia? Oh Isabel, ¿dónde ha ido a parar tu majestad, tu belleza?". "Así, pues", dijo en su interior, "¡acaban la grandeza y las coronas de este mundo! A partir de ahora serviré a un Maestro que nunca puede morir". Desde aquel momento se consagró al amor de Jesús crucificado; e hizo voto de hacerse religioso, si su mujer moría antes que él. Este voto lo cumplió después entrando en la Compañía de Jesús.
     Justamente, entonces, una persona que no fue engañada ha escrito en una calavera estas palabras: Cogitanti vilescunt omnia. A quien reflexiona sobre la muerte, todo en este mundo le parece despreciable. No puede amar la tierra. ¿Y por qué hay tantos infelices amantes de este mundo? Porque no piensan en la muerte.  Oh hijos de los hombres, ¿hasta cuándo estaréis embotados de corazón? ¿Por qué amáis la vanidad y buscáis la mentira? - (Sal. iv., 3). Miserables hijos de Adán, dice el Espíritu Santo, ¿por qué no ahuyentáis de vuestro corazón tantos afectos terrenales que os hacen amar la vanidad y la mentira? Os ha de suceder lo que a vuestros antepasados. Ellos habitaron en el mismo palacio que tú, y durmieron en tu mismo lecho; pero ahora ya no están. Tal será también tu suerte.
     Mi querido Redentor, te doy gracias por haberme esperado. ¿Qué habría sido de mí si hubiera muerto estando lejos de Ti? Que Tu misericordia y paciencia, que he experimentado durante tantos años, sean siempre benditas. Te doy gracias por la luz y la gracia con que ahora me asistes. Entonces no te amaba, y poco me importaba ser amado por Ti. Ahora te amo con todo mi corazón, y nada me aflige tanto como la idea de haber desagradado a un Dios tan bueno. Este dolor tortura mi alma; pero es un dulce tormento, porque me da la confianza de que Tú ya me has perdonado.

Meditación II:


Lectura espiritual:  LOS MÁRTIRES NOS ENSEÑAN A ACEPTAR LA MUERTE SEGÚN EL BENEPLÁCITO DE DIOS


Meditación vespertina:  "DIOS MISMO VENDRÁ Y TE SALVARÁ" - (Is. xxxv., 1)

Meditación I: 

Meditación II: 

Meditación matutina:  SAN FRANCISCO DE SALES (29 de enero)SU FE, ESPERANZA Y CARIDAD

     Los que aman a Dios nunca dudan en cuestiones de Fe. Sólo dudan de sus verdades quienes no viven según los dictados de su fe. Oh Dios mío, grita San Francisco, la belleza de nuestra santa Fe me parece tan deliciosa que podría morir de amor por ella.

Meditación I:
     Grande fue la fe de San Francisco de Sales. Tal era su deleite cuando pensaba en la belleza y excelencia de la Fe, que se le oyó exclamar: "Oh Dios mío, la belleza de nuestra santa Fe me parece tan deliciosa que podría morir de amor por ella, y me parece que debería encerrar este precioso don que Dios me ha concedido, en un corazón lleno de los más dulces perfumes de devoción". Por eso nunca se contentaba con dar gracias a Dios por haberle bendecido con el favor de haber nacido hijo de la verdadera Iglesia: "Oh Dios generoso", dijo, "grandes son en verdad los favores con los que me has unido a Ti; pero ¿cómo podré agradecerte suficientemente el haberme iluminado con la verdadera Fe?". Y declaró que, aunque había tenido constantemente tanto que ver con herejes, ni una sola vez había dudado en lo más mínimo de la verdad de su Fe. Los que aman a Dios nunca dudan en materia de Fe: sólo dudan de sus Verdades los que no viven según los dictados de su Fe.
     Grande fue también la Esperanza de San Francisco. Siempre estuvo firmemente convencido de que Dios vela continuamente por nuestro bien, y de ahí que se mantuviera siempre tranquilo e intrépido en medio de los mayores peligros. En los mismos peligros que amenazaban sus designios para la gloria de Dios, nunca perdió la confianza. Y siempre se esforzó por infundirla en los demás. En una ocasión se cuenta que dijo a un alma tímida: "¿Deseas pertenecer enteramente a Dios? ¿Por qué temes a causa de tu debilidad? ¿Esperas en Dios? Y el que espera en Dios, ¿será siempre confundido? No temas por tus temores". Quien ama mucho a Dios, confía mucho en Él. El amor siempre elimina el miedo.

Meditación II:


Lectura espiritual:  LAS DIVERSAS TORTURAS A LAS QUE FUERON SOMETIDOS LOS MÁRTIRES

     


Meditación vespertina:  JESÚS ABRAZÓ LAS AFLICCIONES POR NUESTRO BIEN

Meditación I: 

Meditación II: 

Meditación matutina:  SAD ESTADO DEL MUNDANO AL MORIR

     ¿Qué sentirá el mundano cuando le digan que la muerte se acerca? ¿Qué dolor sentirá al oír estas palabras? Tu enfermedad es mortal. Es necesario que recibas los últimos sacramentos, que te unas a Dios, que te prepares para despedirte del mundo. ¿Qué? exclama el enfermo, ¿debo dejarlo todo? Sí, ¡debes dejarlo todo!  ¡Morirás y no vivirás!

Meditación I:
     Imagínate junto al lecho de un cristiano negligente, dominado por la enfermedad y al que le quedan pocas horas de vida. Contempladle oprimido por los dolores, por los desvanecimientos, por la asfixia, la falta de aliento y las frías transpiraciones; su razón está tan deteriorada que siente poco, entiende poco y puede hablar poco. La mayor de todas sus miserias es que, aunque a punto de morir, en vez de pensar en su alma y en preparar las cuentas para la eternidad, fija todos sus pensamientos en los médicos, en los remedios con que pueda ser rescatado de la enfermedad y de los dolores que pronto pondrán fin a la vida. "Son incapaces de tener otro pensamiento que en sí mismos", dice San Lorenzo Justiniano, hablando de la condición de los cristianos negligentes en la hora de la muerte. Seguramente sus parientes y amigos amonestarán al cristiano moribundo de su peligro. No; no hay uno entre todos sus parientes y amigos que tenga el valor de anunciarle la noticia de la muerte, y de aconsejarle que reciba los últimos sacramentos. Por miedo a ofenderle, todos se niegan a informarle de su peligro. - Oh Dios mío, desde este momento te doy gracias porque en el momento de la muerte seré asistido, por tu gracia, por mis queridos hermanos de Congregación, que no tendrán otro interés que el de mi salvación eterna, y todos me ayudarán a morir bien.
     Pero aunque no se le advierte de su próximo fin, el pobre enfermo, al ver a la familia desordenada, las consultas médicas repetidas, los remedios multiplicados, frecuentes y violentos, se llena de confusión y terror. Asaltado por los temores, los remordimientos y la desconfianza, dice para sus adentros: ¡Quizás ha llegado el fin de mis días! Pero, ¿cuáles serán sus sentimientos cuando por fin le digan que la muerte está cerca?  Pon orden en tu casa, porque morirás y no vivirás.. - (Is. xxxviii., 1). Qué dolor sentirá al oír estas palabras: Tu enfermedad es mortal. Es necesario recibir los últimos sacramentos, unirte a Dios y prepararte para despedirte de este mundo. ¿Qué? exclama el enfermo; ¿debo despedirme de todo, de mi casa, de mi villa, de mis parientes, amigos, conversaciones, juegos y diversiones? Sí, debes despedirte de todo. El abogado ya ha llegado, y escribe esta última despedida: "Lego". ¿Y qué se lleva? Nada más que un miserable trapo, que pronto se pudrirá con él en la tumba.
     Si en este momento se me anunciara, oh Señor, que mi muerte está próxima, tales serían los dolorosos sentimientos que torturarían mi alma. Te doy gracias por haberme dado esta luz, y por haberme dado tiempo para entrar en mí mismo. Oh Dios mío, ya no huiré de Ti. Tú me has buscado lo suficiente. Tengo justas razones para temer que me abandones, si ahora rehúso entregarme a Ti, y continúo resistiendo a Tus llamadas. Me has dado un corazón para amarte, y he hecho tan mal uso de él. He amado a las criaturas y no te he amado a Ti, mi Creador y Redentor, que has dado tu vida por amor a mí. En lugar de amarte, ¿cuántas veces te he ofendido, cuántas veces te he despreciado y te he dado la espalda? Sabía que con tal pecado Te insultaba, y aun así lo cometí. Jesús mío, perdóname por todos mis pecados.

Meditación II:


Lectura espiritual:  SENTIMIENTOS DE UNA FE VIVA


Meditación vespertina:  LA INGRATITUD DE LOS HOMBRES HIZO SUFRIR MÁS A JESÚS

Meditación I: 

Meditación II: 

Meditación matutina:  "EL DESEO DE LOS MALVADOS PERECERÁ"

     ¡Cuán ardientemente desearemos al morir el tiempo que hemos malgastado! Siendo esto cierto, nuestra locura y desgracia serán tanto mayores, si después de saber estas cosas durante la vida, descuidamos aplicar un remedio a tiempo.

Meditación I:
     ¡Oh, cuán claramente se ven las verdades de fe en la hora de la muerte! Pero entonces sólo sirven para aumentar la angustia del cristiano moribundo que ha llevado una mala vida, sobre todo si ha estado consagrado a Dios, y ha tenido mayores facilidades para servirle, más tiempo para los ejercicios de piedad, más buen ejemplo y más inspiraciones. Oh Dios, qué tortura sentirá al pensar: He amonestado a otros, ¡y mi vida ha sido peor que la de ellos! He abandonado el mundo y, sin embargo, he acariciado el apego a los placeres mundanos y a las vanidades.  ¡Qué remordimiento sentirá al pensar que, con las luces que había recibido de Dios, un pagano se convirtiera en santo! Con qué dolor se atormentará su alma cuando recuerde que ridiculizó en otros ciertas prácticas de piedad, como si fueran debilidades de la mente; y que alabó ciertas máximas mundanas de autoestima, o de amor propio, tales como: Debemos buscar nuestro propio progreso; Debemos evitar el sufrimiento, y entregarnos a las diversiones a nuestro alcance.
     El deseo de los malvados perecerá. - (Sal. cxi., 10). ¡Con cuánto ardor desearemos al morir el tiempo que ahora malgastamos! En su DiálogosCuenta San Gregorio que cierto hombre rico llamado Crisorio, que había llevado una vida perversa, al ver que al morir venían los demonios a llevárselo, exclamó: ¡Dadme tiempo! ¡Dadme tiempo hasta mañana! Ellos le respondieron: ¡Oh insensato! ¿Ahora pides tiempo? Has tenido tanto tiempo, pero lo has malgastado y gastado en cometer pecados. ¡Y ahora pides tiempo! ¡El tiempo ya no existe! El infeliz continuó gritando y pidiendo ayuda. A su hijo Máximo, un monje, que estaba presente, le dijo: ¡Oh hijo mío, ayúdame! ¡Oh Máximo, ven en mi ayuda! Con el rostro en llamas, se arrojó furiosamente de un lado a otro de su lecho, y en ese estado de agitación y gritando en voz alta, como alguien desesperado, exhaló su desdichada alma.
     Oh Dios mío, no abusaré más de Tu misericordia. Te doy gracias por la luz que ahora me das, y prometo cambiar de vida. Veo que Tú no puedes soportarme más. No esperaré a que me envíes al infierno o me abandones a una vida perversa, lo cual sería un castigo mayor que la misma muerte. He aquí que me arrojo a tus pies; recíbeme en tu favor. No merezco tu gracia, pero Tú has dicho: La maldad del impío no le dañará, cualquiera que sea el día en que se convierta de su maldad. - (Ezech. xxxiii., 12). Si, pues, oh Jesús mío, he ofendido hasta ahora tu infinita bondad, ahora me arrepiento de todo corazón y espero el perdón. Diré con San Anselmo: Ah, ya que me has redimido con tu Sangre, no permitas que me pierda a causa de mis pecados. No te fijes en mi ingratitud, sino en el amor que te hizo morir por mí. Si he perdido tu gracia, no has perdido el poder de devolvérmela.

Meditación II:


Lectura espiritual:  HÉROES Y HEROÍNAS DE LA FE:  1. - San Gordiano, Centurión (3 de enero)

     


Meditación vespertina:  LLEVAR NUESTRA CRUZ POR CRISTO COMPENSARÁ TODO

Meditación I: 

Meditación II: 

Meditación matutina:  (Para el primer viernes de febrero) "MI ALMA ESTÁ DUELTA HASTA LA MUERTE" 

     El dolor del Corazón de Jesús vino, no a causa de los tormentos que Él vio que tendría que sufrir, sino de ver los pecados que los hombres cometerían después de Su muerte. Fue la vista de mis pecados lo que oprimió Tu Corazón, oh Jesús, y Te hizo agonizar y sudar Sangre. ¡Esta es la recompensa que Te he hecho!

Meditación I:
     Mi alma está triste hasta la muerte. - (Mt. xxvi., 38). Estas fueron las palabras que salieron del Corazón dolorido de Jesucristo en el Huerto de Getsemaní antes de ir a morir. Ay, ¿de dónde le vino este extremo dolor, que era tan grande que bastó para quitarle la vida? ¿Acaso por los tormentos que veía que iba a sufrir? No, porque Él había previsto estos tormentos desde el momento de Su Encarnación. Los había previsto entonces y los había aceptado por su propia voluntad: Se le ofreció porque era su propia voluntad. - (Is. liii., 7). Su dolor provenía de ver los pecados que los hombres cometerían después de Su muerte. Fue entonces, según San Bernardino de Siena, cuando vio claramente cada pecado particular de cada uno de nosotros. Tenía en cuenta cada pecado individual.
     No fue, pues, Jesús mío, la vista de los azotes, de las espinas y de la Cruz lo que tanto Te afligió en el Huerto de Getsemaní, - ¡fue la vista de mis pecados! Cada uno de ellos oprimió tanto Tu Corazón con dolor y tristeza que Te hizo agonizar y sudar Sangre. Esta es la recompensa que Te he hecho por el amor que me has demostrado muriendo por mí. Ah, déjame compartir el dolor que sentiste en el Huerto por mis pecados, para que su recuerdo me entristezca toda la vida. ¡Ah, mi dulce Redentor, si pudiera consolarte ahora tanto con mi dolor y amor como entonces te afligí! Me arrepiento, Amor mío, de todo corazón de haber preferido mi miserable satisfacción a Ti. Lo siento y Te amo sobre todas las cosas. Aunque te he despreciado, te oigo pedir mi amor. Tú quieres que te ame con todo mi corazón: Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma. - (Mat. xxii., 37). Sí, Dios mío, te amo con todo mi corazón, te amo con toda mi alma. Dame el amor que me pides. Si hasta ahora me he buscado a mí mismo, ahora no buscaré a nadie más que a Ti. Y viendo que Tú me has amado más que a los demás, más que a los demás te amaré a Ti. Atráeme siempre más y más, Jesús mío, a tu amor por el olor de tus ungüentos, que son las atracciones amorosas de tu gracia. Por último, dame fuerzas para corresponder a tanto amor que Dios ha tenido con un gusano ingrato y traidor. María, Madre de Misericordia, ayúdame con tus oraciones.

Meditación II:


Lectura espiritual:  HÉROES Y HEROÍNAS DE LA FE:  2. - San Arcadio (12 de enero)

     


Meditación vespertina:  LA BONDAD DE DIOS, NUESTRO SALVADOR

Meditación I: 

Meditación II: 

Meditación matutina:  (Para la Fiesta de la Purificación y Presentación, 2 de febrero) "Y TU PROPIA ALMA UNA ESPADA PIERDE" 

     María ya conocía todos los tormentos que iba a sufrir su Hijo, pero en las palabras que le dirige Simeón, Y tu propia alma una espada atravesaráLe fueron dadas a conocer todas las minuciosas circunstancias de los sufrimientos, internos y externos, que iban a atormentar a Jesús en su Pasión. María consintió, diciendo: Padre Eterno, ya que Tú quieres que así sea, no se haga mi voluntad, sino la Tuya.

Meditación I:
     Ya la Santísima Virgen estaba iluminada por las Sagradas Escrituras, y conocía los sufrimientos que el Redentor había de padecer en su vida, y más aún en el momento de su muerte. Pero en palabras de Simeón, Y tu propia alma una espada atravesaráTodas las minuciosas circunstancias de los sufrimientos, internos y externos, que habían de atormentar a su Jesús en su Pasión, le fueron dadas a conocer, como nuestro Señor reveló a Santa Teresa. Ella consintió en todo con una constancia que llenó de asombro hasta a los Ángeles; pronunció la sentencia de que su Hijo debía morir, y morir de una muerte tan ignominiosa y dolorosa, diciendo: "Padre Eterno, ya que Tú quieres que así sea, no se haga mi voluntad, sino la tuya. - (Lucas, xxii., 42). Uno mi voluntad a tu santísima voluntad y te sacrifico a mi Hijo. Estoy satisfecho de que pierda su vida por tu gloria y la salvación del mundo. Al mismo tiempo te sacrifico mi corazón, para que se transpire de dolor, y esto tanto como a Ti te plazca: me basta, Dios mío, que Tú estés glorificado y satisfecho de mi ofrenda: No se haga mi voluntad, sino la Tuya." ¡Oh caridad sin medida! ¡Oh constancia sin igual! ¡Oh victoria que merece la admiración eterna del cielo y de la tierra!
     Por eso María guardó silencio durante la Pasión de Jesús, cuando fue acusado injustamente. No dijo ni una palabra a Pilato, que estaba algo inclinado a poner en libertad a su Hijo, sabiendo, como él, su inocencia. Ella sólo apareció en público para asistir al gran Sacrificio, que debía cumplirse en el Calvario; acompañó a su amado Hijo al lugar de la ejecución; estuvo con Él desde el primer momento, cuando fue clavado en la Cruz: Junto a la cruz de Jesús, su madre - (Jo. xix., 25), hasta que lo vio expirar, y se consumó el Sacrificio. Y todo esto lo hizo para completar la ofrenda que había hecho de Él a Dios en el Templo.
     Oh santa Madre de Dios y Madre mía, María, que te interesaste tan profundamente por mi salvación, que ofreciste a la muerte el objeto más querido de tu corazón, tu amado Jesús. Puesto que, pues, tanto deseabas verme salvado, es justo que, después de Dios, ponga en ti todas mis esperanzas. Sí, Virgen Santísima, en ti confío plenamente. Ah, por los méritos del gran sacrificio que ofreciste hoy a Dios, el sacrificio de la vida de tu Hijo, ruégale que se apiade de mi pobre alma, por la que este Cordero Inmaculado no rehusó morir en la Cruz.

Meditación II:


Lectura espiritual:  LA PURIFICACIÓN DE MARÍA: El gran sacrificio que María hizo en este día a Dios al ofrecerle la vida de su Hijo.


Meditación vespertina:  LA GENEROSIDAD DE MARÍA AL OFRECER A JESÚS A LA MUERTE POR NOSOTROS

Meditación I: 

Meditación II: