MEDITACIONES DIARIAS: SEMANA SEPTUAGÉSIMA

Meditación matutina:  "LOS ENVIÓ A SU VIÑA - (Evangelio del domingo. Mateo x., 1-16)

     Las viñas del Señor son nuestras almas, que Él nos ha dado para que las cultivemos con buenas obras, a fin de que un día seamos admitidos en la gloria eterna. Muchos viven como si no fueran a morir nunca, o como si no tuvieran que dar cuenta a Dios de su vida, como si no existiera el Cielo ni el infierno. Creen, pero no reflexionan. Se ocupan todo lo posible de los asuntos mundanos, pero no atienden a la salvación de sus almas. Oh Dios mío, ¿cuál será mi suerte? Si puedo perderme, ¿por qué no abrazo una vida que me asegure la vida eterna?

Meditación I:
    San Pablo dice: Os rogamos, hermanos. . . que os ocupéis de vuestros propios asuntos. - (1 Tes. iv., 10). El mayor número de personas en el mundo está atento a los negocios de este mundo. ¡Cuánta diligencia no emplean para ganar un pleito o una buena posición! ¡Cuántos medios adoptan, cuántas medidas toman! Ni comen ni duermen. ¿Y qué esfuerzos hacen para salvar sus almas? Todos se sonrojan cuando se les dice que descuidan sus asuntos familiares, ¡y cuán pocos se avergüenzan de descuidar la salvación de sus almas!  Hermanos, dice el San Pablo, le rogamos que se ocupe de sus propios asuntos; es decir, el asunto de tu salvación eterna.
     "Las bagatelas de los niños", dice San Bernardo, "se llaman bagatelaspero las nimiedades de los hombres se llaman empresay por estas pequeñeces muchos pierden el alma. Si en una transacción mundana sufres una pérdida, puedes repararla en otra; pero si mueres en enemistad con Dios, y pierdes tu alma, ¿cómo puedes reparar esta pérdida?  ¿Qué cambio dará un hombre por su alma? - (Mt. xvi., 26). A los que descuidan el cuidado de la salvación, dice San Eucario: "Si no crees a tu Creador cuán precioso eres, interroga a tu Redentor". Si, por haber sido creado por Dios a Su propia imagen, no comprendes el valor de tu alma, apréndelo de Jesucristo, que te ha redimido con Su propia Sangre.  No fuisteis rescatados con cosas corruptibles como oro o plata, . . sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación. - (1 Pet. i., 18).
     Dios, por lo tanto, le da un alto valor a tu alma. Tal es su valor en la estimación de Satanás, que, para llegar a ser dueño de ella, no duerme ni de noche ni de día, sino que está continuamente yendo de un lado a otro tratando de hacerla suya. De ahí que San Agustín exclame: "El enemigo no duerme, ¿y tú duermes?". El enemigo está siempre despierto para perjudicarte, y tú duermes. El Papa Benedicto XII, al serle pedido por un príncipe un favor que no podía concederle en conciencia, dijo al embajador: Dile al príncipe que si tuviera dos almas, podría perder una de ellas para complacerle; pero, como sólo tengo una, no puedo consentir en perderla. Así rechazó el favor que le pedía el príncipe.
     Oh Dios, ¿cuál será mi suerte? ¿Me salvaré o me perderé? Puedo salvarme o perderme. Y si puedo perderme, ¿por qué no abrazo una vida que me asegure la vida eterna? Oh Jesús, Tú moriste para salvarme; sin embargo, me he perdido tantas veces como te he perdido a Ti, mi soberano Bien. No permitas que te pierda más.

Meditación II:
     


Lectura espiritual:  "¿POR QUÉ ESTÁIS AQUÍ TODO EL DÍA SIN HACER NADA?" - (Evangelio del domingo)


Meditación vespertina:  "EL SEÑOR MI REFUGIO Y MI LIBERTADOR"

Meditación I:
     

Meditación II:      

Meditación matutina:  EL AMOR DE DIOS:  I. EL AMOR Y LA BONDAD DE DIOS PARA CON NOSOTROS

    Desde que Dios es Dios, nos ha amado. Desde que se amó a sí mismo, nos ha amado a nosotros.  Amemos, pues, a Dios, porque Dios nos amó primero. - (1 Jo. iv., 10).

Meditación I:
     Considera que Dios merece tu amor, porque te amó antes de que tú le amaras, y porque ha sido el primero de todos en amarte.  Te he amado con amor eterno. - (Jer. xxxi., 3). Tus padres han sido los primeros que te han amado en esta tierra; pero sólo te han amado desde que te conocen. Antes de que tu padre o tu madre vinieran a este mundo, Dios te amaba: incluso antes de que el mundo fuera creado, Él te amaba. ¿Y cuánto tiempo antes de la creación del mundo te amaba Dios? ¿Quizá mil años, o mil edades? Es inútil contar años o edades; Dios te ha amado desde la eternidad.  Te he amado con amor eterno; por eso te he atraído, compadeciéndome de ti. - (Jer. xxxi., 3). En una palabra, desde que es Dios, te ama. De ahí que la santa virgen, Santa Inés, tuviera motivos para decir: "Me previene otro Amante". Cuando el mundo y las criaturas buscaron su amor, ella respondió: No, no puedo amaros. Mi Dios ha sido el primero en amarme; es justo, pues, que consagre todo mi amor sólo a Él.
     Así te ha amado Dios desde la eternidad, y por puro amor te ha tomado de entre tantos hombres que podía crear; te ha dado la existencia, y te ha colocado en el mundo. Por amor a ti ha creado Dios tantas otras hermosas criaturas, para que te sirvan y te recuerden el amor que te ha tenido y el que tú le debes. "El cielo y la tierra", dice San Agustín, "me dicen que te ame". Cuando el Santo miraba al sol, a la luna, a las estrellas, a las montañas, a los ríos, se le aparecían para hablarle, y decirle: "Agustín, ama a tu Dios; porque Él nos ha creado para ti, para que tú le ames". El abad de Rancé, fundador de La Trappe, cuando veía una colina, una fuente o una flor, decía que todas estas criaturas le reprendían por su ingratitud hacia Dios. Al sostener una flor o un fruto en la mano, Santa María Magdalena de Pazzi sentía su corazón herido como por un dardo del amor divino, y decía en su interior: "Entonces, mi Dios ha pensado desde la eternidad en crear esta flor o fruto, para que yo pudiera amarle".
     Oh soberano Señor del cielo y de la tierra, infinito Bien, infinita Majestad, que has amado tan tiernamente a los hombres, ¿cómo es que eres tan despreciado por ellos? Pero entre estos hombres, Tú, oh Dios mío, me has amado de una manera particular, y me has concedido gracias especiales que no has dado a tantos otros. Y yo Te he despreciado más que los demás. Me postro a Tus pies, oh Jesús, mi Salvador, No me alejes de tu rostro - (Sal. l., 13). Merecería ser desechado a causa de mi ingratitud hacia Ti. Pero Tú has dicho que no rechazarás al alma arrepentida que vuelva a Ti.  Al que a mí viene, no le echo fuera. - (Jo. vi., 37).

Meditación II:
     


Lectura espiritual: LA PRÁCTICA DE LAS VIRTUDES CRISTIANAS:  V. - PACIENCIA


Meditación vespertina:  ORACIÓN: SU NECESIDAD

Meditación I:
     

Meditación II:      

Meditación matutina: EL AMOR DE DIOS:  II. DIOS SE HA ENTREGADO A NOSOTROS

     El pecado maldito nos robó la gracia divina y nos hizo esclavos del infierno, pero, para asombro del Cielo y de toda la naturaleza, el Hijo de Dios vino a la tierra como Hombre para redimirnos de la muerte eterna y comprar para nosotros la gracia y la gloria eterna que habíamos perdido.  Se despojó de sí mismo tomando forma de siervo. . . y en hábito hallado como hombre. - (Fil. ii., 7).

Meditación I:
     Dios nos ha dado muchas criaturas hermosas, ciertamente, pero no se contentó hasta darnos a Él mismo.  Cristo nos amó y se entregó por nosotros. - (Ef., v., 2). El maldito pecado nos había robado la gracia divina y nos había convertido en esclavos del infierno; pero, para asombro del Cielo y de toda la naturaleza, el Hijo de Dios vino a la tierra como Hombre para redimirnos de la muerte eterna y comprar para nosotros la gracia y la gloria eterna que habíamos perdido. ¡Cuán grande sería nuestro asombro si viéramos a un monarca convertirse en gusano por amor a los gusanos! Pero nuestro asombro debería ser infinitamente mayor al ver a Dios hecho Hombre por amor a los hombres.  Se despojó de sí mismo tomando forma de siervo. . . y en hábito hallado como hombre. - (Fil. ii., 7). ¡Dios vestido de carne!  Y el Verbo se hizo carne. - (Jo. i., 14). Pero el asombro aumenta cuando vemos todo lo que el Hijo de Dios ha hecho y sufrido por amor a nosotros. Para redimirnos le hubiera bastado derramar una sola gota de su Sangre, o una sola lágrima, u ofrecer una sola oración; porque una oración ofrecida por una Persona Divina sería de valor infinito, y por tanto suficiente para la salvación del mundo entero, y de un número o mundos infinitos. Pero, dice San Crisóstomo, lo que era suficiente para la redención no era suficiente para el inmenso amor que Dios nos tenía. No sólo quiso salvarnos, sino que, porque nos amaba ardientemente, quiso ser amado ardientemente por nosotros; y por eso resolvió llevar una vida llena de penas y humillaciones, y sufrir una muerte la más dolorosa de todas las muertes, para hacernos comprender el infinito amor que nos profesaba.  Se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.. - (Fil. ii., 8). ¡Oh exceso de amor divino, que todos los hombres y los ángeles jamás podrán comprender! Yo digo excesopues Moisés y Elías, hablando de la Pasión de Jesucristo, la llamaron un exceso. - (Lucas ix., 31). San Buenaventura llamó a la Pasión de Cristo, un "exceso de dolor y de amor".
     Oh Jesús mío, veo que no podrías haber hecho nada más para obligarme a amarte; y veo también que con mi ingratitud he trabajado para obligarte a abandonarme. Bendita sea por siempre Tu paciencia que me ha soportado tanto tiempo. Merezco un infierno hecho a propósito para mí; pero Tu muerte me da confianza. Hazme comprender bien las pretensiones que Tú, oh Bien infinito, tienes a mi amor, y las obligaciones por las que estoy obligado a amarte. Yo sabía, oh Jesús mío, que Tú moriste por mí; ¿cómo entonces, oh Dios, he podido vivir tantos años en el olvido de Ti? ¡Oh, si volvieran a empezar los años pasados de mi vida! Quisiera, Señor mío, dártelos todos. Pero los años no vuelven. Ah, concédeme que al menos pueda pasar todos los días que me quedan de vida amándote y complaciéndote.

Meditación II:
     


Lectura espiritual:  LA PRÁCTICA DE LA VIRTUD CRISTIANA:  V. PACIENCIA (continuación)


Meditación vespertina:  ORACIÓN:  III. LAS CONDICIONES DE LA ORACIÓN

Meditación I:           

Meditación II:      

Meditación matutina: EL AMOR DE DIOS:  III. EL AMOR QUE NOS HA MANIFESTADO EN SU PASIÓN

     Tengo un bautismo con el que he de ser bautizado, dijo Jesúsy cómo me aprieto hasta que se cumpla. - (Lucas. xii., 50). Voy a ser bautizado con el Bautismo de Mi propia Sangre, y me siento morir por el deseo de que llegue pronto Mi Pasión y Muerte para que así el hombre conozca el amor que le profeso. Ah, Jesús mío, los hombres no Te aman porque no piensan en el amor que Tú les has tenido.

Meditación I:
      Nuestro asombro aumenta cada vez más cuando consideramos el ardor con que Jesucristo deseó sufrir y morir por amor a nosotros.  Tengo un bautismo, dijo Jesucristo, con el que voy a ser bautizado y cómo me aprieto hasta que se cumpla. - (Lucas. xii., 50). He de ser bautizado con el Bautismo de Mi propia Sangre; y me siento morir por el deseo de que llegue pronto Mi Pasión y Muerte, para que así conozca el hombre el amor que le profeso. Fue este deseo el que hizo decir a Jesús la noche antes de su Pasión: Con deseo he deseado comer esta pascua con vosotros antes de sufrir. - (Lucas xxii., 15). Entonces, dice San Basilio de Seleucia, parece que nuestro Dios no puede saciarse de amar a los hombres.
     Ah, Jesús mío, los hombres no Te aman porque no piensan en el amor que Tú les has tenido. Oh Dios! ¿Cómo es posible que un alma viva sin amar a Dios, si considera que Él murió por ella y murió con tan gran deseo de demostrarle Su amor?  La caridad de Cristo nos apremia. - (2 Cor. v., 14). San Pablo dice que no es tanto lo que Jesucristo ha hecho y padecido por nuestra salvación, cuanto el amor que mostró al sufrir por nosotros, lo que nos obliga y, por decirlo así, nos fuerza a amarle. Contemplando el amor que Jesucristo muestra en su Pasión, San Lorenzo Justiniano exclamó: Hemos visto a la Sabiduría misma como insensata, por el exceso de amor hacia nosotros. ¿Y quién podría creer, si la Fe no nos lo hubiera asegurado, que el Creador muriera por sus propias criaturas? En un éxtasis, Santa María Magdalena de Pazzi, sosteniendo un Crucifijo en sus manos, exclamó: "Sí, Jesús mío, Tú eres insensato por amor". Esto decían también los gentiles cuando oían a los Apóstoles predicar la muerte de Jesucristo. Lo consideraban una locura que no se podía creer.  Nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente escándalo, y para los gentiles locura.. - (1 Cor. i., 23). ¿Y cómo, decían, podría un Dios que es muy feliz en Sí mismo, y no tiene necesidad de nadie, descender a la tierra para hacerse Hombre y morir por amor de los hombres que son Sus criaturas? Esto sería lo mismo que creer que un Dios se hubiera hecho tonto por amor de los hombres. Pero es de Fe que Jesucristo el verdadero Hijo de Dios, se entregó a la muerte por amor a nosotros.  Cristo nos amó y se entregó por nosotros. - (Ef. v., 2).
     Ah, mi querido Redentor, es verdad que no te he amado, porque no he reflexionado sobre el amor que Tú me has tenido. Ah, Jesús mío, he sido muy ingrato contigo. Tú has dado tu vida por mí, sometiéndote a la más dolorosa de todas las muertes, ¿y yo he sido tan ingrato que ni siquiera he pensado en tus sufrimientos? Perdóname; te prometo, oh Amor mío crucificado, que desde hoy serás el único objeto de mis pensamientos y de todos mis afectos. ¡Ah, cuando el demonio o el mundo me presenten el fruto prohibido, recuérdame, oh mi amado Salvador, los dolores que has soportado por mí, para que pueda amarte y nunca más pueda ofenderte! Ah, si uno de mis siervos hubiera hecho por mí lo que Tú has hecho, no me atrevería a desagradarle. Y me he atrevido tantas veces a darte la espalda a Ti, que has muerto por mí.

Meditación II:
     


Lectura espiritual:  LA PRÁCTICA DE LA VIRTUD CRISTIANA:  VI. CONFORMIDAD CON LA VOLUNTAD DE DIOS


Meditación vespertina:  CUÁNTO AGRADA A JESUCRISTO QUE SUFRAMOS POR AMOR A ÉL

Meditación I:           

Meditación II:      

Meditación matutina:  EL AMOR DIVINO TODO LO VENCE

     El alma no puede existir sin amar al Creador o a las criaturas. Dada un alma despojada de todo otro amor, la encontraréis llena de amor divino. ¿Queremos saber si nos hemos entregado enteramente a Dios? Examinemos si estamos despojados de todo o no.

Meditación I:
     El amor es fuerte como la muerte. - (Cant. viii., 6). Como la muerte nos separa de todos los bienes del mundo, de las riquezas, de los honores, de la parentela, de los amigos y de todos los placeres terrenales, así el amor de Dios, cuando reina en un corazón, lo despoja de todo afecto a estas ventajas perecederas. Por eso los santos se despojaron de todo lo que el mundo les ofrecía, renunciaron a sus posesiones, a sus puestos de honor y a todo lo que tenían, y huyeron a desiertos o claustros, para pensar y amar sólo a Dios.
     ¿Queremos saber si nos hemos entregado enteramente a Dios? Examinémonos a nosotros mismos si estamos destetados de toda cosa terrenal o no.
     Algunas personas se lamentan de que en sus devociones, oraciones, Comuniones, Visitas al Santísimo Sacramento, no encuentran a Dios. A los tales dice Santa Teresa: "Desprende tu corazón de las criaturas, y luego busca a Dios, y le hallarás". No hallarás, en efecto, constante dulzura espiritual, porque ésta no la da Dios sin interrupción ni aun a los que le aman en esta vida, sino que la concede sólo de tiempo en tiempo para hacerlos volar hacia aquellas delicias sin límites que les prepara en el Paraíso. Les da, sin embargo, una paz interior que supera todos los deleites sensuales; esa paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento. Y qué mayor delicia puede gozar un alma que ama a Dios que poder decir con verdadero afecto: "¡Mi Dios y mi Todo!". San Francisco de Asís estuvo toda una noche en éxtasis de Paraíso repitiendo continuamente estas palabras: "¡Dios mío y mi Todo! Dios mío y mi Todo!"
     El amor es fuerte como la muerte. Si un moribundo diera señales de moverse hacia cualquier cosa terrenal, sabríamos entonces que no está muerto; la muerte nos priva de todo.
     El amor divino nos despoja de todo. El Padre Segneri, un eminente siervo de Dios dijo: "El amor de Dios es un ladrón amado que nos despoja de todas las cosas terrenas". Otro siervo de Dios dijo, cuando había dado a los pobres todas sus posesiones, y le preguntaron qué lo había reducido a tal pobreza, sacó de su bolsillo el Libro de los Evangelios, y dijo: "Esto me ha despojado de todo". En una palabra, Jesucristo poseerá todo nuestro corazón, y no tendrá allí ningún compañero. San Agustín escribe que el Senado romano se negó a permitir que se rindiera adoración a Jesucristo porque era un Dios altivo que pretendía ser honrado solo; y en verdad, como es nuestro único Señor, tiene derecho a ser adorado y amado con nuestro amor indiviso.

Meditación II:
     


Lectura espiritual:  LA PRÁCTICA DE LAS VIRTUDES CRISTIANAS:  VII. - PUREZA DE INTENCIÓN


Meditación vespertina:  DARNOS A DIOS SIN RESERVAS

Meditación I:      

Meditación II:      

Meditación matutina:  EL QUE AMA A JESUCRISTO DEBE ODIAR AL MUNDO

     San Pablo escribe que Jesús se entregó por nuestros pecados para librarnos del presente mundo perverso, según la voluntad de Dios y Padre nuestro. - (Gal. i., 4). Como los amantes de Dios son odiosos al mundo, así el mundo debe ser odioso al que ama a Dios. Jesucristo desea que nos volvamos superiores a las promesas y amenazas del mundo y que no tengamos más en cuenta sus censuras ni sus alabanzas.

Meditación I:
     Quienquiera que ame a Jesucristo con verdadero amor, que se regocije grandemente cuando se vea tratado por el mundo como Jesucristo fue tratado. Él fue odiado, despreciado y perseguido por el mundo, incluso hasta una muerte agonizante en una cruz vergonzosa. El mundo está totalmente en contra de Jesucristo; y, por lo tanto, odiando a Jesucristo, odia a todos Sus siervos. Por eso el Señor animó a sus discípulos a sufrir en paz todas las persecuciones del mundo, diciéndoles que, habiendo renunciado al mundo, no podían dejar de ser odiados por el mundo.  No sois del mundo, por eso el mundo os odia. - (Jo. xv., 19).
     Y así como los amantes de Dios son odiosos al mundo, así el mundo debe ser odioso al que ama a Dios. San Pablo dijo: Dios me libre de gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado.... - (Gal. vi., 14). El Apóstol era una cosa odiosa para el mundo, como es odioso un hombre condenado y muerto en una cruz; y a cambio, el mundo era odioso para San Pablo: El mundo está crucificado para mí.
     Jesucristo eligió morir en la Cruz por nuestros pecados, con este fin, para librarnos de este mundo perverso. Nuestro Señor, habiéndonos llamado a su amor, desea que seamos superiores a las promesas y amenazas del mundo. Desea que ya no tengamos en cuenta sus censuras ni sus alabanzas. Debemos rogar a Dios que nos haga olvidar por completo al mundo, y alegrarnos cuando veamos que el mundo nos rechaza. No basta, para pertenecer enteramente a Dios, que abandonemos el mundo; debemos desear que el mundo nos abandone y nos condene por completo. Algunas personas abandonan el mundo, pero no dejan de desear ser alabadas por él, al menos por haberlo abandonado. En tales personas el deseo de la estimación mundana hace que el mundo siga viviendo en ellas.

Meditación II:
     


Lectura espiritual:  LA PRÁCTICA DE LAS VIRTUDES CRISTIANAS:  IX. - MEDIOS PARA ADQUIRIR EL AMOR DE JESUCRISTO


Meditación vespertina: EL AMOR DIVINO VICTORIOSO SOBRE DIOS MISMO

Meditación I:      

Meditación II:      

Meditación matutina:  LAS ALMAS QUE AMAN A DIOS DESEAN IR A VERLO AL CIELO

     Los mundanos temen perder sus bienes terrenales, por fugaces y miserables que sean, pero los santos sólo temen perder a Dios, que es un Bien infinito y eterno. Por eso la muerte es objeto de terror para las almas apegadas a la tierra, mientras que es especialmente deseada por los que aman a Dios; porque, dice San Bernardo, es la terminación del trabajo y la puerta de la vida. Gritan con San Pablo: ¿Quién me librará del cuerpo de esta muerte? - (Rom. vii., 24).

Meditación I:
     Mientras estamos en el cuerpo estamos ausentes del Señor. - (2 Cor. v., 6). Las almas que en esta vida aman sólo a Dios son como nobles peregrinos, destinados, según su estado actual, a ser las eternas esposas del Rey del Cielo, pero que ahora viven lejos sin verle; por lo cual no hacen más que suspirar por su partida al país de los bienaventurados, donde saben que les espera su Esposo.
     Saben, en efecto, que su Amado está siempre presente con ellos, pero está, por así decirlo, oculto por un velo, y no se muestra. O, para hablar con más propiedad, Él es como el sol detrás de las nubes, que de vez en cuando, envía un rayo de su esplendor, pero no se muestra plenamente. Estas amadas novias tienen un velo ante sus ojos, que les impide ver a Aquel a quien aman. Viven, sin embargo, contentas, uniéndose a la Voluntad del Señor que elige mantenerlas en el exilio, y lejos de Él; pero con todo esto, no pueden sino suspirar continuamente por verle cara a cara, para inflamarse más de amor hacia Él.
     Por eso, cada una de ellas se queja a menudo dulcemente a su amado Esposo porque no se muestra y le dice: "Oh Tú, único amor de mi corazón, ya que me has amado tanto y me has herido con tu santo amor, ¿por qué te escondes y no me permites verte? Sé que Tú eres la Belleza infinita; Te amo más que a mí mismo, aunque nunca Te he contemplado. Ábreme Tu bello semblante; quiero conocerte todo revelado, para no mirarme más a mí mismo ni a ninguna criatura, y pensar sólo en amarte a Ti, mi sumo Bien."

Meditación II:
     


Lectura espiritual:  PREPARACIÓN PARA LA MUERTE 


Meditación vespertina:  MARÍA DULCIFICA LA MUERTE A SUS CLIENTES

Meditación I:      

Meditación II: