MEDITACIONES DIARIAS: SEMANA DE LA PASIÓN

Meditación matutina:  EL AMOR QUE JESÚS MOSTRÓ EN SU PASIÓN

     Jesús, con Su Pasión y Muerte, dice un devoto escritor, nos dio la mayor prueba posible de Su amor, más allá de la cual no le quedaba nada que pudiera hacer para demostrar cuánto nos amaba: "La mayor prueba de amor fue la que mostró al final de su vida en la Cruz". Incluso se dice que la Pasión de Jesús fue un exceso. ¡Oh, que todos los hombres, pues, Te amaran, mi amantísimo Jesús! Tú eres un Dios digno de amor infinito.

Meditación I:
     El Beato Denis el Cartujo dice que la Pasión de Jesucristo fue llamada un exceso, - Y hablaban de su exceso, que cumpliría en Jerusalén (Lucas ix., 31), - porque fue un exceso de misericordia y de amor: "Se dice que la Pasión de Jesucristo fue un exceso, porque en ella se manifestó un exceso de amor y de compasión". Oh Dios mío, ¿y dónde está el creyente que pudiera vivir sin amar a Jesucristo, si meditara frecuentemente en su Pasión? Las Llagas de Jesús, dice San Buenaventura, son todas Llagas de amor. Son dardos y llamas que hieren los corazones más duros, y encienden en llamas las almas más heladas: "¡Oh Llagas que hieren los corazones pétreos, y encienden las mentes heladas!". Para imprimir con más fuerza en su corazón el amor a Jesús en su Pasión, el Beato Enrique Suso tomó un día un cuchillo y recortó en letras sobre su pecho el Nombre de su amado Señor. Y, así bañado en sangre, entró en la iglesia y, postrándose ante el Crucifijo, dijo: "He aquí, oh Señor, Tú único amor de mi alma, he aquí mi deseo. Con gusto te hubiera escrito más dentro de mi corazón; pero esto no puedo hacerlo. Haz Tú, que todo lo puedes, suplir lo que falta a mis fuerzas, e imprime Tu adorable Nombre en lo más profundo de mi corazón, para que así ya no sea posible cancelar en él ni Tu Nombre ni Tu amor."
     Mi amada es blanca y rubicunda, elegida entre miles. - (Cant. v. 10). Oh Jesús mío, Tú eres todo blanco por Tu inocencia sin mancha; pero en esta Cruz Tú eres también todo rubicundo por las Llagas sufridas por mí. Te elijo como único objeto de mi amor. ¿Y a quién amaré si no te amo a Ti? ¿Qué puedo encontrar entre todos los objetos más hermoso que Tú, mi Redentor, mi Dios, mi Todo? Te amo, oh amantísimo Señor. Te amo sobre todas las cosas. Haz que te ame con todo mi afecto y sin reservas.

Meditación II:
     


Lectura espiritual: NUESTRA OBLIGACIÓN DE AMAR A JESUCRISTO


Meditación vespertina:  JESÚS REZA EN EL HUERTO

Meditación I:
     Jesús, sabiendo que había llegado la hora de su Pasión, después de haber lavado los pies a sus discípulos y de haber instituido el Santísimo Sacramento del Altar, en el que nos dejó todo su Ser, se dirige al huerto de Getsemaní, donde sabía que sus enemigos vendrían a prenderle. Allí se pone a orar, y he aquí que le asalta un gran temor, una gran repugnancia y una gran tristeza: Comenzó a temer y a entristecerse, y a entristecerse. - (Marcos xiv. y Mateo xxvi.). Le sobrevino, en primer lugar, un gran temor de la amarga muerte que tendría que sufrir en el Calvario, y de todas las desolaciones por las que se llevaría a cabo. En el curso mismo de su Pasión, los azotes, las espinas, los clavos y los demás suplicios le sobrevinieron de uno en uno; mientras que, en el Huerto, le sobrevinieron todos al mismo tiempo, agolpándose en su memoria para atormentarle. Por amor a nosotros los abrazó todos; pero al abrazarlos, tiembla y agoniza: Estando en agonía, rezó cuanto más tiempo. - (Lucas xxii., 43).
     Le sobreviene, además, una gran repugnancia a todo lo que ahora tiene que sufrir; de modo que ruega a su Padre que le libre de ello: Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz. - (Mt. xxvi., 39). Oró así para enseñarnos que en nuestras tribulaciones podemos ciertamente rogar a Dios que nos libre de ellas; pero debemos al mismo tiempo remitirnos a su voluntad, y decir, como Jesús dijo entonces: Pero no como yo quiera, sino como tú quieras.. Sí, Jesús mío, hágase Tu voluntad y no la mía. Acepto todas las cruces que me envíes. Tú, inocente como eres, has sufrido tanto por amor a mí; es justo que yo, que soy pecador y merezco el infierno, sufra por amor a Ti lo que Tú ordenas.

Meditación II:      

(Fiesta de San José, 19 de marzo)

Meditación matutina:  LA GLORIOSA MUERTE DE SAN JOSÉ JOSÉ

     ¡Pretiosa in conspectu Domini mors sanctorum ejus!  José tuvo la dicha de morir en brazos de Jesús y de María. ¿Cómo podría ser dolorosa la muerte para quien murió en los brazos de la Vida? Los devotos clientes de San José deben esperar con confianza que, al morir, el Santo les visite acompañado de Jesús y María, para ayudarles a morir felices.

Meditación I:
     Preciosa es a los ojos del Señor la muerte de sus santos. - (Sal. cxv., 15). Considera que San José, después de haber servido fielmente a Jesús y a María, llegó al final de la vida a la casa de Nazaret. Allí, rodeado de Ángeles, asistido por Jesucristo, el Rey de los Ángeles, y por María, su esposa, que se colocaron uno a cada lado de su pobre lecho, en esta dulce y noble compañía, lleno de la paz del Paraíso, partió de esta miserable vida.
     La presencia de tal esposa y de tal Hijo, nombre con el que el Redentor condescendió a llamarse a sí mismo, hizo que la muerte de José fuera sumamente dulce y preciosa. ¿Cómo podía ser dolorosa la muerte para quien moría en los brazos de la Vida? ¿Quién podrá jamás explicar o comprender la pura dulzura, los consuelos, las benditas esperanzas, los actos de resignación, las llamas de caridad, que las palabras de la Vida Eterna, saliendo alternativamente de los labios de Jesús y de María, insuflaron en el alma de José al final de su vida? Hay, pues, gran probabilidad en la opinión de San Francisco de Sales, de que San José murió de puro amor a Dios.
     Mi santo Patriarca, ahora que te regocijas en el Cielo en un trono glorioso, cerca de tu amado Jesús, que estuvo sujeto a ti en la tierra, ten piedad de mí, que aún vivo en medio de tantos enemigos, demonios y malas pasiones, que continuamente se esfuerzan por robarme la paz de Dios. Ah, por la gracia que te fue concedida en la tierra de gozar de la continua compañía de Jesús y de María, alcánzame la gracia de vivir siempre unido a Dios, resistiendo los asaltos del infierno, y de morir amando a Jesús y a María, para poder gozar un día de su compañía contigo en el reino de la bienaventuranza.

Meditación II:
     


Lectura espiritual:  EXHORTACIÓN PARA EXCITAR LAS ALMAS A LA DEVOCIÓN HACIA EL GRAN SAN JOSÉ JOSÉ


Meditación vespertina:  JESÚS ES APRESADO Y CONDUCIDO ANTE CAIFÁS

Meditación I: 
     El Señor, sabiendo que ya estaban cerca los judíos que venían a prenderle, se levantó de la oración y salió a su encuentro; y así, sin reticencia, dejó que le prendieran y le ataran: Tomaron a Jesús y lo ataron. - (Juan xviii., 12). ¡Oh asombro! ¡Un Dios atado como un criminal por sus propias criaturas! Mira, alma mía, cómo algunos de ellos le agarran de las manos; otros le ponen las esposas; y otros le golpean; y el inocente Cordero se deja atar y golpear a voluntad de ellos, y no dice ni una palabra: Fue ofrecido porque era su propia voluntad, y no abrió su boca. Será llevado como oveja al matadero. - (Is. liii., 7). No habla ni emite queja alguna, puesto que Él mismo ya se había ofrecido a morir por nosotros; y, por tanto, aquel Cordero se dejó atar y conducir a la muerte sin abrir la boca.
     Jesús entra atado en Jerusalén. Los que dormían en sus camas, al oír el ruido de la multitud que pasaba, se despiertan y preguntan a quién se llevan detenido; y se les responde: "Es Jesús de Nazaret, que ha sido descubierto como impostor y seductor". Le llevan ante Caifás, que se complace en verle, y le pregunta por sus discípulos y por su doctrina. Jesús responde que ha hablado abiertamente; de modo que llama a los mismos judíos, que estaban a su alrededor, para que den testimonio de lo que ha dicho: He aquí, éstos saben lo que he dicho. Pero ante esta respuesta, uno de los oficiales de la corte le da un golpe en la cara, diciendo: ¿Respondes así al sumo sacerdote?  Pero, oh Dios, ¿cómo una respuesta, tan humilde y gentil, merece un insulto tan grande? Ah, Jesús mío, Tú lo sufres todo para pagar la pena de los insultos que yo he ofrecido a Tu Padre Celestial.

Meditación II:      

Meditación matutina:  DIOS MERECE SER AMADO POR ENCIMA DE TODO

     Santa Teresa dice que es un gran favor el que Dios concede a un alma cuando le manda que le ame. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón. El Venerable Luis de Ponte se avergonzaba de decir a Dios: "Oh Señor, te amo por encima de todo, más que a las criaturas, que a todas las riquezas, que a todos los honores, que a todos los placeres terrenales". Porque le parecía que era como decir: "Dios mío, te amo más que a la paja, al humo y al fango".

Meditación I:
     Amemos a Dios, ya que estamos llamados a este amor, y amémosle como Él merece ser amado. Dios queda satisfecho cuando le amamos sobre todas las cosas. Por eso, al menos digámosle: Sí, Señor, te amo más que a todos los honores del mundo, más que a todas sus riquezas, más que a todas mis relaciones y amigos; te amo más que a la salud, más que a mi buen nombre, más que a la ciencia, más que a todas mis comodidades; en una palabra, te amo más que a todo lo que poseo, más que a mí mismo.
     Y digamos además: "Oh Señor, valoro Tus gracias y Tus dones, pero más que todos Tus dones, Te amo a Ti mismo, que eres la Bondad Infinita, y un Bien infinitamente amable, y que supera cualquier otro bien. Por eso, oh Dios mío, no me basta todo lo que me des fuera de Ti, que no seas Tú mismo. Si Tú me das a Ti mismo, sólo Tú me bastas. Que otros busquen lo que quieran, yo no buscaré nada más que a Ti solo, mi Amor, mi Todo. Sólo en Ti encuentro todo lo que puedo buscar o desear".
     La sagrada Esposa dijo que entre todas las cosas había elegido amar a su Amado: Mi amada es bella y rubicunda y elegida entre miles. - (Cant. v., 10). ¿Y a quién elegiremos para amar? Entre todos nuestros amigos de este mundo, ¿dónde encontrar un amigo más digno de amor y más fiel que Dios? ¿Y quién nos ha amado más que Dios? Oremos, pues, y oremos constantemente: "Oh Señor, atráeme en pos de Ti; porque si Tú no me atraes en pos de Ti, yo no puedo ir a Ti."
     Oh Jesús, mi Salvador, ¿cuándo será que, despojado de todo otro afecto, no pueda pedir y buscar a nadie más que a Ti? Quisiera desprenderme de todo; pero una y otra vez algunos afectos importunos entran en mi corazón, y me alejan de Ti. Sepárame, pues, con tu poderosa mano, y haz que Tú seas el único objeto de todos mis afectos y de todos mis pensamientos.

Meditación II:
     


Lectura espiritual:  NUESTRA OBLIGACIÓN DE AMAR A JESUCRISTO


Meditación vespertina:  JESÚS ANTE PILATO Y HERODES. SE PREFIERE A BARRABÁS ANTES QUE A ÉL.

Meditación I:
     Llegada la mañana, conducen a Jesús ante Pilato, para que pronuncie sobre Él la sentencia de muerte. Pero Pilato es consciente de que Jesús es inocente y, por lo tanto, dice a los judíos que no encuentra ninguna razón para condenarlo. Sin embargo, al verlos obstinados en su deseo de Su muerte, lo remitió a la Corte de Herodes. Herodes, al ver a Jesús ante él, deseó ver alguno de los grandes milagros del Señor, de los que había oído relatos, realizados en su presencia. El Señor no quiso dar ni siquiera una respuesta a las preguntas de aquel hombre audaz. ¡Ay de la pobre alma a la que Dios no habla más! Oh Redentor mío, tal fue también mi merecimiento, por no haber obedecido a tantas llamadas tuyas; merecía que no me hablases más, y que me dejases solo; pero no, Jesús mío, aún no me has abandonado. Háblame, pues: Habla, Señor, que tu siervo oye. Dime lo que deseas de mí, pues todo lo haré por complacerte.
     Herodes, viendo que Jesús no le respondía, lo echó de su casa con escarnio, poniéndolo en ridículo con todas las personas de su corte; y, para cargarlo de mayor desprecio, hizo que lo vistieran con una vestidura blanca, tratándolo así como a un tonto; y así lo envió de nuevo a Pilato: Le despreció y se burló de él, poniéndole una vestidura blanca, y le envió de nuevo a Pilato. - (Lucas xxiii., 11). Mira cómo Jesús, vestido con esa túnica que lo convierte en el hazmerreír, es llevado por las calles de Jerusalén. Oh mi despreciado Salvador, este agravio adicional, de ser tratado como un tonto, ¡aún te faltaba! Si, pues, la Divina Sabiduría es tratada así por el mundo, feliz es aquel a quien no le importa nada la aprobación del mundo, y no desea otra cosa que conocer a Jesús crucificado, y amar los sufrimientos y el desprecio, diciendo, con el Apóstol: Porque yo no me juzgué sabedor de nada entre vosotros, sino de Jesucristo, y de éste crucificado.. - (1 Cor. ii., 2).

Meditación II:      

Meditación matutina:  FELIZ QUIEN ES FIEL A DIOS EN LA ADVERSIDAD

     Algunos piensan que son amados de Dios cuando todos sus asuntos les van prósperamente y no tienen problemas. Pero Santiago dice: Bienaventurado el hombre que sufre la tentación, porque cuando sea probado, recibirá la corona de vida que Dios ha prometido a los que le aman.. La fidelidad de los soldados no se pone a prueba en el reposo, sino en la batalla.

Meditación I:
     La fidelidad de los soldados no se prueba en el reposo, sino en la batalla. Esta tierra es nuestro campo de batalla, donde cada uno debe luchar y vencer para salvarse; si no vence, está perdido para siempre. Por eso, dijo el santo Job, Ahora lucho todos los días; espero hasta que llegue mi cambio. - (Job. xiv., 14). Job sufrió luchando contra muchos enemigos, pero se consoló con la esperanza de que, al vencer y resucitar de entre los muertos, cambiaría todo su estado. De este cambio habló San Pablo, y se regocijó al hablar de él: Los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos transformados. - (1 Cor. xv., 52). Nuestro estado cambia en el Cielo, que no es lugar de fatiga, sino de descanso; no de temor, sino de seguridad; no de tristeza ni de cansancio, sino de alegría y gozo eternos. Con la esperanza, pues, de un gozo tan grande, inspirémonos y luchemos hasta la muerte, y nunca nos entreguemos vencidos a nuestros enemigos hasta que llegue nuestro cambiohasta que alcancemos el final de nuestra lucha y poseamos una eternidad bendita.
     El hombre paciente soportará el tiempo, y entonces se le devolverá la alegría. Bienaventurado el que sufre por Dios en esta vida; sufre por el momentopero su gozo será eterno en el país de los Bienaventurados. Así terminarán las persecuciones, las tentaciones, las enfermedades, las molestias y todas las miserias de esta vida; y Dios nos dará una vida llena de satisfacciones que no tendrá fin. Ahora es el momento de podar la vid y de cortar todo lo que impide su crecimiento hacia la tierra prometida del Cielo. Pero la poda produce dolor, por lo que necesitamos paciencia; y luego viene el restablecimiento de la alegría, cuando cuanto más hayamos sufrido, más nos llenaremos de consuelos. Dios es fiel; y al que sufre en la tierra por su amor, con resignación, le promete que Él mismo será su recompensa; una recompensa infinitamente mayor que nuestros sufrimientos: He aquí, yo soy tu gran recompensa. - (Gen. xv., i.).
     Sin embargo, antes de recibir la corona de la vida eterna, el Señor quiere que seamos probados con sufrimientos. Bienaventurado el hombre que sufre la tentación; porque, cuando haya sido probado, recibirá la corona de la vida, que Dios ha prometido a los que le aman. - (Santiago i., 12). Bienaventurado, pues, el que es fiel a Dios en la adversidad. Algunos piensan que son amados de Dios cuando todos sus asuntos marchan prósperamente y no tienen problemas; pero se quejan porque Dios no prueba la paciencia y la fidelidad de sus siervos con la prosperidad, sino con la adversidad, para darles esa corona que no se marchita, como se marchitan todas las coronas de esta vida. Esta será una corona de gloria eterna, como escribe San Pedro: Recibiréis una corona de gloria que no se marchita. - (1 Pedro v., 4). ¿A quién, pues, se promete esta corona? Santiago dice: Recibirá la corona de la vida, que Dios ha prometido a los que le aman. - (Santiago i., 12). Dios lo ha prometido una y otra vez a los que le aman, porque el amor divino nos hace luchar con valor y ganar la victoria.

Meditación II:
     


Lectura espiritual:  NUESTRA OBLIGACIÓN DE AMAR A JESUCRISTO


Meditación vespertina:  JESÚS ES AZOTADO EN LA COLUMNA

Meditación I:
     Entonces Pilato tomó a Jesús y lo azotó.. - (Juan xix., 1). ¡Oh tú, juez injusto, que lo has declarado inocente, y luego lo condenas a tan ignominioso castigo! Mira ahora, alma mía, cómo, después de este injusto decreto, los verdugos se apoderan del Cordero divino; lo llevan al pretorio y lo atan con cuerdas a la columna. Oh benditas cuerdas que atasteis las manos de mi dulce Redentor a aquella columna, atad también este miserable corazón mío a su divino Corazón, para que desde hoy no busque ni desee otra cosa que lo que Él quiera.
     Mirad cómo empuñan ahora los azotes y, a una señal dada, comienzan a golpear en todas partes la Sagrada Carne, que al principio adquiere un aspecto lívido y luego se cubre toda de Sangre, que mana de todos los poros. Ay, los azotes y las manos de los verdugos están ahora todos teñidos de Sangre; y con Sangre está todo el suelo empapado. Pero, oh Dios, por la violencia de los golpes, no sólo vuela por los aires la Sangre, sino trozos de la misma Carne de Jesucristo. Ese cuerpo divino no es ya más que una masa de heridas; y, sin embargo, esos bárbaros siguen añadiendo golpe tras golpe y dolor tras dolor. Y todo este tiempo, ¿qué está haciendo Jesús? No habla; no se queja; sino que soporta pacientemente esa gran tortura para aplacar la justicia divina, que se ensañó con nosotros.  Enmudecerá como cordero ante su esquilador, y no abrirá la boca. - (Is. liii., 7 - Hch. viii.). Ve pronto, oh alma mía, ve y lávate en esa Sangre Divina. Mi amado Salvador, te veo todo despedazado por mí; por tanto, ya no puedo dudar de que me amas, y me amas mucho. Cada herida tuya es una señal segura de tu amor, que con demasiada razón exige mi amor. Tú, Jesús mío, me das sin reservas tu Sangre; es justo que yo te dé sin reservas todo mi corazón. Acéptalo, pues, y haz que sea siempre fiel.

Meditación II:      

(25 de marzo, Fiesta de la Anunciación)

Meditación matutina:  "BAJÓ DEL CIELO . Y SE HIZO HOMBRE . . . PADECIÓ Y FUE SEPULTADO"

      Dios nos ha creado para amarle en esta vida, y después para gozar de Él en la otra; pero nosotros nos hemos rebelado ingratamente contra Dios pecando, y nos hemos negado a obedecerle, y por eso hemos sido privados de la gracia divina, y excluidos del Paraíso, y además, condenados a las penas eternas del infierno. Contempladnos, pues, todos perdidos; pero este Dios, movido a compasión por nosotros, resolvió enviar a la tierra un Redentor que reparase nuestra gran ruina.
     Pero, ¿quién será este Redentor? ¿Será un ángel o un serafín? No; para mostrarnos el inmenso amor que nos tiene, Dios nos envía a su propio Hijo: Dios envió a su Hijo en semejanza de carne de pecado.

Meditación I:
     ¡Oh prodigio! ¡Oh exceso del amor de Dios: un Dios hecho Hombre! Si un príncipe de este mundo, al ver un gusano muerto, quisiera devolverle la vida, y se le dijera que para ello sería necesario que él mismo se convirtiera en gusano, entrara en su morada y allí, al precio de su vida, lo bañara en su propia sangre, y que sólo así se le devolvería la vida, ¿cuál sería la respuesta de tal príncipe? "No", diría: "¿Qué me importa si el gusano vuelve a la vida o no, que yo deba derramar mi sangre y morir para devolverle la vida?". ¿Qué importancia tenía para Dios que los hombres se perdieran, puesto que lo habían merecido por sus pecados? ¿Habría disminuido con ello Su felicidad?
     No, en verdad; fue porque el amor de Dios por los hombres era tan verdaderamente grande que vino a la tierra y se humilló para tomar carne de una Virgen; y tomando la forma de siervo porque Hombre, -es decir, se hizo gusano como nosotros: Se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres, y en hábito hallado como hombre. - (Fil. ii., 7). Él es Dios como el Padre -inmenso, omnipotente, soberano, y en todo igual al Padre; pero cuando se hizo Hombre en el seno de María; allí aceptó el mandato de su Padre, que quiso que después de tres y treinta años de sufrimiento muriera cruelmente ejecutado en una Cruz: Se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.. - (Fil. ii., 8).
     Contempladle como Niño en el seno de su Madre. Allí se conformó en todo a la voluntad de su Padre e, inflamado de amor por nosotros, se ofreció voluntariamente: Se le ofreció porque era su propia voluntad. - (Is. liii., 7). Se ofreció a sí mismo para sufrirlo todo por nuestra salvación. Previó la flagelación y ofreció su cuerpo; previó las espinas y ofreció su cabeza; previó los clavos y ofreció sus manos y sus pies; previó la cruz y ofreció su vida. ¿Y por qué se complació en sufrir tanto por nosotros, pecadores ingratos? Porque nos amaba: que nos amó y nos lavó de nuestros pecados con su sangre. - (Apoc. i., 5). Al vernos manchados por el pecado, nos preparó un baño en su propia Sangre, para que de este modo quedáramos limpios y llegáramos a ser queridos por Dios: Cristo también nos amó y se entregó por nosotros. - (Ef. v., 2). Viéndonos condenados a muerte, se dispuso a morir Él mismo para que viviéramos; y viéndonos maldecidos por Dios a causa de nuestros pecados, se complació en cargar Él mismo con las maldiciones que habíamos merecido, para que nos salváramos: Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición. - (Gal. iii., 13).
     Te doy gracias, oh Dios mío, en nombre de toda la humanidad; pues si no hubieras pensado en salvarnos, yo y todo el mundo nos habríamos perdido para siempre. Te amo, mi querido Jesús: Tú eres mi esperanza y mi amor.

Meditación II:
     


Lectura espiritual:  MARÍA, POR SU HUMILDAD, SE CONVIRTIÓ EN LA MADRE DE SU CREADOR


Meditación vespertina:  JESÚS ES CORONADO DE ESPINAS Y TRATADO COMO REY DE BURLA

Meditación I:
     Cuando los soldados terminaron de azotar a Jesucristo, se reunieron todos en el pretorio y, despojándole de nuevo de sus propios vestidos, para ridiculizarlo y convertirlo en un rey de pega, le pusieron un viejo manto raído de color rojizo, que representaba la púrpura real; en la mano una caña, que representaba un cetro; y sobre la cabeza un haz de espinas, que representaba una corona, pero modelado como un casco, de modo que se ajustaba perfectamente a toda su sagrada cabeza.  Desvistiéndole, le vistieron con un manto escarlata, le pusieron una corona de espinas en la cabeza y una caña en la mano derecha.. - (Mt. xxvii., 28, 29). Y cuando las espinas, por la sola presión de sus manos, no pudieron penetrar más profundamente en la Divina Cabeza que estaban traspasando, con la misma caña, y con todas sus fuerzas, derribaron aquella bárbara corona: Y escupiendo sobre él, tomaron la caña, y golpearon su cabeza. - (Mt. xxvii., 30). Oh espinas ingratas, ¿torturais así a vuestro Creador? Pero, ¿qué espinas, qué espinas? Vosotros, perversos pensamientos míos; sois vosotros los que habéis traspasado la Cabeza de mi Redentor. Detesto, oh Jesús mío, y aborrezco, más que a la misma muerte, esos malos consentimientos con que tantas veces te he contristado, Dios mío, que eres tan bueno. Pero ya que me haces conocer cuánto me has amado, sólo a Ti amaré, sólo a Ti.

Meditación II:      

(Fiesta de Nuestra Señora de los Dolores)

Meditación matutina:  LA MADRE DE LOS DOLORES

     Para mostrarnos lo que sufrieron los mártires, se les representa con los instrumentos de su martirio: San Andrés con una cruz; San Pablo con una espada. María está representada con su Hijo muerto en brazos, pues sólo Él fue la causa de su Martirio; la compasión por Él la hizo Reina de los Mártires.

Meditación I:
     San Lorenzo Justiniano considera a Jesús en el camino del Calvario con su Cruz a cuestas, volviéndose hacia su Madre y diciendo: "Ay, Madre mía querida, ¿adónde vas? ¡Qué escena vas a presenciar! Tú agonizarás con mis sufrimientos y yo con los tuyos". Pero la Madre amorosa le seguiría de todos modos, aunque sabía que al estar presente en Su muerte tendría que soportar torturas mayores que cualquier muerte. Vio que su Hijo llevaba la Cruz para ser crucificado en ella, y ella también tomó la cruz de sus Dolores y siguió a su Hijo para ser crucificada con Él.
     El Beato Amadeo escribe que "María sufrió mucho más en la Pasión de su Hijo de lo que habría sufrido si ella misma la hubiera soportado; porque amaba a su Jesús mucho más de lo que se amaba a sí misma." De ahí que San Ildefonso no dudara en afirmar que "los sufrimientos de María excedieron a los de todos los Mártires unidos." San Anselmo, dirigiéndose a la Santísima Virgen, dice: "Los tormentos más crueles infligidos a los santos Mártires fueron insignificantes o como nada en comparación con tu Martirio, oh María." El mismo Santo añade: "En verdad, oh Señora, en cada momento de tu vida tus sufrimientos fueron tales, que no hubieras podido soportarlos, si tu Hijo, la fuente de la vida, no te hubiera preservado." San Bernardino de Siena dice incluso que los sufrimientos de María fueron tales, que si se hubieran repartido entre todas las criaturas capaces de sufrir, habrían causado su muerte inmediata. Quién, pues, podrá dudar jamás de que el Martirio de María no tuvo igual, y que superó los sufrimientos de todos los Mártires; ya que, como dice San Antonino, "ellos sufrieron en el sacrificio de sus propias vidas; pero la Santísima Virgen sufrió ofreciendo la vida de su Hijo a Dios, vida que amó mucho más que la suya propia."
     Por este martirio de tu hermosa alma, obtén para mí, oh Madre del amor hermoso, el perdón de las ofensas que he cometido contra mi amado Señor y Dios, y de las que me arrepiento de todo corazón. Defiéndeme en las tentaciones y asísteme en la hora de mi muerte, para que, salvando mi alma por los méritos de Jesús y los tuyos, pueda, después de este miserable destierro, ir al Paraíso a cantar las alabanzas de Jesús y las tuyas por toda la eternidad. Amén.

Meditación II:
     


Lectura espiritual:  MARÍA, POR SU HUMILDAD, SE CONVIERTE EN LA MADRE DE DIOS


Meditación vespertina:  PILATOS EXHIBE A JESÚS: "HE AQUÍ AL HOMBRE"

Meditación I:
     Llevado de nuevo Jesús ante Pilato, le vio tan herido y desfigurado por los azotes y las espinas, que pensó, mostrándoselo, mover al pueblo a compasión. Salió, pues, al pórtico, llevando consigo al afligido Señor, y dijo: ¡Contemplad al hombre!  Como si hubiera dicho: Ve ahora, y conténtate con lo que este pobre inocente ya ha sufrido. Contempladlo llevado a un estado tan bajo que no podrá sobrevivir mucho tiempo. Sigue tu camino y déjalo, pues sólo le queda poco tiempo de vida. Contempla tú también, alma mía, a tu Señor en ese pórtico, atado y medio desnudo, cubierto sólo de Heridas y Sangre; y considera a qué se ha reducido tu Pastor, para salvarte a ti, oveja que se había perdido.
     Al mismo tiempo que Pilatos exhibe a Jesús herido a los judíos, el Padre Eterno nos invita desde el Cielo a volver los ojos para contemplar a Jesucristo en tal estado, y de igual manera nos dice: ¡Contemplad al hombre!  Oh hombres, este Hombre a quien contempláis así herido y despojado, es mi Hijo amado, que está sufriendo todo esto para pagar la pena de vuestros pecados; contempladlo y amadlo. Oh Dios mío y Padre mío, yo contemplo a tu Hijo, y le doy gracias, y le amo, y espero amarle siempre; pero tú, te ruego, míralo también, y por amor a tu Hijo ten piedad de mí; perdóname, y dame la gracia de no amar nunca nada fuera de ti.

Meditación II:      

Meditación matutina:  "ESTABA JUNTO A LA CRUZ DE JESÚS, SU MADRE" - (Juan xix., 25)

     Ahora tenemos que presenciar un nuevo tipo de martirio: una Madre condenada a ver a un Hijo inocente, al que ama con todo el afecto de su alma, cruelmente atormentado y condenado a muerte ante sus propios ojos.  Junto a la cruz de Jesús, su madre. San Juan consideró que con estas palabras había dicho bastante del Martirio de María.  Oh todos los que pasáis por el camino, ¡atended y ved si hay alguna pena como la mía! - (Lam. i., 12).

Meditación I:
     Considera a María al pie de la Cruz de su Hijo moribundo, y luego ve si hay dolor como su dolor. Tan pronto como nuestro agonizante Redentor llegó al Monte del Calvario, los verdugos le despojaron de sus vestiduras, y traspasándole las manos y los pies, no con clavos afilados sino romos, como dice San Bernardo, para atormentarle más, le sujetaron a la Cruz. Habiéndole crucificado, plantaron la Cruz, y así le dejaron morir. Los verdugos lo abandonaron, pero no así María. Ella se acercó a la Cruz para asistir a su muerte: "No lo dejé", dijo la Santísima Virgen a Santa Brígida, "sino que me acerqué más a la Cruz".
     Pero ¿de qué te sirvió, oh Señora, dice San Buenaventura, ir al Calvario y ver expirar a este Hijo? La vergüenza debería habértelo impedido, porque su desgracia era tuya, ya que tú eras su Madre. Al menos, el horror de presenciar un crimen como la crucifixión de un Dios por sus propias criaturas debería haberte impedido ir allí. Pero el mismo Santo responde: Ah, tu corazón no pensaba entonces en sus propias penas, sino en los sufrimientos y muerte de tu querido Hijo, y por eso quisiste estar presente, al menos para compadecerle. Una verdadera Madre, dice el abad Guillermo, una Madre amantísima, a la que ni siquiera el miedo a la muerte pudo separar de su amado Hijo.
     Pero, ¡oh Dios, qué cruel espectáculo fue contemplar a este Hijo en agonía en la Cruz, y a sus pies a esta Madre en agonía, sufriendo todos los tormentos soportados por su Hijo! Escucha las palabras con que María reveló a Santa Brígida el doloroso estado en que contemplaba a su Hijo agonizante en la Cruz: "Mi querido Jesús estaba sin aliento, exhausto, y en su última agonía en la Cruz; Sus ojos estaban hundidos, medio cerrados y sin vida; Sus labios colgando, y Su boca abierta; Sus mejillas huecas y hundidas; Su cara alargada, Su nariz afilada, Su semblante triste; Su cabeza había caído sobre Su pecho, Su pelo estaba negro de sangre, Su estómago colapsado, Sus brazos y piernas rígidos, y Su cuerpo entero cubierto de heridas y sangre."
     Todos estos sufrimientos de Jesús fueron también los de María. "Cada tortura infligida al cuerpo de Jesús -dice San Jerónimo- era una herida en el corazón de la Madre."
     Ah, Madre, la más dolorosa de todas las madres, ¿quién podrá consolarte? Sólo el pensamiento de que Jesús con su muerte venció el infierno, abrió el cielo -hasta entonces cerrado a los hombres-, ganó tantas almas, puede consolarte. Desde ese trono de la Cruz reinará en muchos corazones, que, conquistados por su amor, le servirán con devoción. No desdeñes, mientras tanto, oh Madre mía, tenerme cerca de ti, para llorar contigo, ya que tengo tantas razones para llorar por los crímenes con que he ofendido a Jesús. Ah, Madre de Misericordia, espero, primero, por la muerte de mi Redentor, y después, por tus dolores, obtener el perdón y la salvación eterna. Amén.

Meditación II:
     


Lectura espiritual:  MEDIOS PARA ADQUIRIR EL AMOR DIVINO


Meditación vespertina:  JESÚS ES CONDENADO POR PILATO

Meditación I:
     Contempla, por fin, cómo Pilato, después de haber declarado tantas veces la inocencia de Jesús, la declara ahora de nuevo, y protesta que es inocente de la Sangre de aquel Justo: Soy inocente de la sangre de este hombre justo - (Mt. xxvii., 24), y después de todo esto pronuncia la sentencia y lo condena a muerte. ¡Oh, qué injusticia, como el mundo nunca ha visto! En el mismo momento en que el juez declara inocente al acusado, lo condena. Ah, Jesús mío, Tú no mereces la muerte, sino que soy yo quien la merece. Puesto que, entonces, es Tu voluntad satisfacer por mí, no es Pilato, sino Tu Padre Mismo Quien justamente Te condena a pagar la pena que me correspondía. Te amo, oh Padre Eterno, que condenas a tu Hijo inocente para liberarme a mí, que soy el culpable. Te amo, oh Hijo Eterno, que aceptas la muerte que yo, pecador, he merecido.
     Pilato, después de haber dictado sentencia contra Jesús, lo entrega en manos de los judíos, para que hagan con Él lo que quieran: Entregó a Jesús a su voluntad. - (Lucas xxiii., 25). Tal es en verdad el curso de las cosas cuando se condena a un inocente. No se fijan límites al castigo, sino que se le deja en manos de sus enemigos, para que le hagan sufrir y morir a su antojo. ¡Pobres judíos! Entonces imprecasteis castigo sobre vosotros mismos al decir: Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos. - (Mt. xxvii., 25); y el castigo ha llegado: ahora soportáis, hombres miserables, y soportaréis, incluso hasta el fin del mundo, el castigo de esa Sangre inocente. Ten piedad de mí, Jesús mío, que con mis pecados he sido también causa de tu muerte. Pero no quiero ser obstinado, y como los judíos; quiero lamentar el mal trato que Te he dado, y quiero amarte siempre - ¡siempre, siempre, siempre!

Meditación II: