(*Fiesta de la Madre del Perpetuo Socorro)
Meditación matutina: FIESTA DE LA MADRE DEL PERPETUO SOCORRO
La Bienaventurada Virgen María ha merecido el hermoso y glorioso título de Perpetuo Socorro, no sólo por sus valerosas acciones, sino también por sus grandes sufrimientos. Verdaderamente María fue aquella valiente mujer que extendió sus manos a las cosas fuertes, hasta ser la auxiliadora, la consoladora, el Perpetuo Socorro del mismo Dios-Hombre. A ella acudió siempre el divino Niño en busca de simpatía, socorro y dulce refugio, y nunca lo hizo en vano. Seguramente la que fue capaz de ayudar, socorrer y consolar al mismo Dios Omnipotente cuando se debilitó por nosotros, será capaz de consolar y socorrer a sus pobres criaturas.
Meditación I:
Verdaderamente María, la gran Madre de Dios, realizó valerosos actos. Ella fue la mujer valiente que extendió sus manos a las cosas fuertes para ayudar incluso a Aquel que hizo el mundo, para asistir a Aquel que sostiene toda la creación, para socorrer y consolar a Aquel que era la alegría del Cielo y de la tierra, y para salvar a Aquel que era el Salvador del mundo - esta fue la obra de santa María, y por eso recibió del Señor el fruto de sus obras gloriosas, y se convirtió para los hombres en lo que había sido para Dios mismo, una Auxiliadora, una Consoladora, una Madre del Perpetuo Socorro.
La misma Sagrada Imagen habla mejor que las palabras. En esa horrible representación de sufrimiento y dolor, el pecho de la Madre es el perpetuo socorro del Niño, pues allí lo vemos aferrado, estrechando su mano con sus dedos temblorosos, y encontrando consuelo y socorro en sus brazos protectores. Ella lo estrecha contra su pecho, le besa las lágrimas, lo arrulla para que duerma en sus brazos, para ahogar, si es posible, con dulces canciones de cuna, los horribles sonidos y visiones de su Pasión, que en visión lo persiguen y asustan. A ella, y sólo a ella, acudió siempre en busca de socorro y dulce refugio, y nunca lo hizo en vano. Así, bien podemos decir, puso Dios bajo la custodia de María a Aquel en Quien estaban todas las enfermedades humanas, el Niño de los Dolores, para que aprendiera por experiencia cómo compadecer y socorrer a la pobre humanidad que hay en nosotros. Y cuando hubo demostrado su idoneidad, su habilidad y su ternura para socorrer y consolar a la Cabeza sufriente, fue dejada a los miembros sufrientes de su Cuerpo místico, para que fuera para nosotros lo que siempre había sido para Él, una dulcísima Consoladora, una Madre de Perpetuo Socorro.
Meditación II:
Considera qué condiciones se requieren en nosotros para que María sea nuestra Madre del Perpetuo Socorro. Debemos ser sus hijos para que Ella pueda ser nuestra Madre. Un enemigo o un extraño no se atreverán a reclamar ni a esperar lo que sólo se concede a los hijos fieles y amorosos: el afecto, el tierno cuidado y el socorro de una madre. Como hijos verdaderos y fieles de María, debemos amarla mucho y, sobre todo, compadecerla, recordando los amargos dolores que tuvo que sufrir para convertirse en nuestro Perpetuo Socorro. Las mismas rocas del Calvario se desgarraron y se derritieron de compasión por Madre e Hijo. Pero fueron nuestros pecados los que infligieron todas esas heridas y dolores. Por los pecados de mi pueblo lo he golpeado. - (Is. liii., 8). "Cada uno de nuestros pecados", dice San Alfonso, "afligió el alma de Jesucristo más de lo que la Crucifixión y la Muerte afligieron su cuerpo". ¡Cuáles, pues, pregunta el Santo, debieron ser los sufrimientos de Jesús, aún en brazos de su Madre, cuando vio ante sí la inmensa serie de todos los crímenes de los hombres por los que debía satisfacer! Como por nuestros pecados hemos contribuido a infligir a la Madre del Salvador un dolor que dura toda la vida, debemos ofrecerle simpatía y piedad para toda la vida.
Deberíamos tener en nuestra Madre celestial la confianza de un niño, como la tuvo el mismo Niño Jesús. Tal como se representa en la sagrada Imagen, ¡qué confianza de niño tiene Jesús en su santa Madre! En todas sus necesidades, y en medio de las penas que continuamente tenía ante sí, el Niño Jesús se dirigía siempre a su Madre en busca de consuelo y socorro. Con los brazos de su Madre protegiéndole, y descansando en su pecho, el débil e indefenso Niño se hace fuerte y valiente, y volviendo resueltamente la mirada a la horrible visión de los instrumentos de su Crucifixión y Muerte, exclama con el Profeta: Estoy preparado para los azotes.
Todos los hijos de María deben tener la misma confianza infalible e infantil en su poder. Por débiles que seamos por nosotros mismos, nos haremos fuertes y resueltos contra los ataques del infierno; pacientes, generosos y victoriosos en medio de las tentaciones y de los sufrimientos, con tal que no falle nuestra confianza en la Madre del Perpetuo Socorro. "Ella comprende bien nuestras miserias y peligros", dice San Alfonso, "y esta clementísima y dulcísima Señora, nos compadece y socorre con amor de Madre."
Recurramos, pues, perpetuamente a María para asegurarnos su perpetuo Socorro. El recurso constante a María es prenda de salvación eterna, pero, ¡ay! con demasiada frecuencia hemos caído en el pasado por no haber recurrido a Ella. Aunque seamos pecadores, acudamos a María a pesar de nuestra indignidad. "Oh pecador", dice San Alfonso, "quienquiera que seas, no desesperes, sino recurre a esta Señora con la seguridad de ser socorrido", porque, dice, "Ella es toda ojos para compadecerse y socorrernos en nuestras necesidades".
He aquí, pues, que recurro a ti, María Santísima. He perdido a mi Padre, pero tú eres mi Madre, que debes permitirme encontrarlo. En esta mi tan grande desgracia te llamo en mi ayuda: socórreme. Y ésta es la gracia que ahora te pido, y te conjuro a que, en cuanto sepa y pueda, me la obtengas, es decir, que en los asaltos del infierno recurra siempre a ti y te diga: ¡Oh María, ayúdame! Madre del Perpetuo Socorro, no permitas que pierda a mi Dios. Amén.
* La fiesta de la Madre del Perpetuo Socorro se celebra el domingo anterior a la fiesta de San Juan Bautista (24 de junio). Nota: El día de la fiesta se ha modificado desde la publicación de esta obra; ahora se celebra el 27 de junio.
Lectura espiritual: CORAM SANCTISSIMO
DECIMOCTAVA VISITA
One day Jesus will be seated on a throne of majesty in the Valley of Josaphat; but now, in the Most Blessed Sacrament, He is seated on a throne of love. Did a king, to show his love for a poor shepherd, go and live in his village, how great would be the ingratitude of this peasant did he not go often to visit him, knowing the king’s wish to see him, and that for this purpose he had come to reside there!
Ah, Jesús mío, por amor a mí Tú habitas en el Sacramento del Altar. Si pudiera, entonces, hacerlo, mi deseo sería permanecer noche y día en Tu presencia. Si los ángeles, oh Señor mío, llenos de asombro por el amor que nos tienes, permanecen siempre en torno a Ti, no es sino razonable que yo, viéndote por mi amor en este altar, procure agradarte, al menos permaneciendo en tu presencia para alabar el amor y la bondad que me tienes: Te cantaré alabanzas a la vista de los ángeles; Adoraré hacia tu santo templo, y daré gloria a tu nombre; por tu misericordia y por tu verdad. - (Sal. cxxxvii., 1, 2).
Oh Dios, presente en este Santísimo Sacramento, oh Pan de los Ángeles, oh Alimento celestial, yo Te amo, pero Tú no estás, ni yo estoy, satisfecho de mi amor. Te amo, pero te amo demasiado poco. Hazme, Jesús mío, conocer la belleza, la inmensa bondad que amo; haz que mi corazón destierre de sí todos los afectos terrenos, y dé lugar a tu amor divino. Para llenarme de tu amor y unirte todo a mí, desciendes cada día del cielo a nuestros altares; es, pues, justo que no piense en otra cosa que en amarte, adorarte y agradarte. Te amo con toda mi alma, Te amo con todos mis afectos. Si Tú tienes a bien corresponder a este amor, aumenta mi amor, haz que sus llamas sean más ardientes, para que así pueda amarte siempre más y desear agradarte cada vez más.
Eyac. Jesús, Amor mío, ¡dame amor!
VISITA A MARÍA
Como los pobres enfermos, que a causa de sus miserias son abandonados por todos, encuentran refugio en los hospitales públicos, así también los pecadores más miserables, aunque desechados por todos, encuentran protección en la misericordia de María, por quien nunca son rechazados; pues Dios la ha puesto en el mundo como receptáculo y, como dice San Basilio, hospital público para los pecadores. De ahí que San Efrén la llame también "el asilo de los pecadores". Por eso, Reina mía, si recurro a ti, no puedes rechazarme a causa de mis pecados; es más, cuanto más miserable soy, mayor es el derecho que tengo a tu protección, ya que Dios te ha creado como refugio de los más miserables. Por eso recurro a ti, oh María, y me pongo bajo tu manto. Tú eres el refugio de los pecadores; tú eres, pues, mi refugio, la esperanza de mi salvación. Si me rechazas, ¿a quién recurriré?
Eyac. María, mi refugio, ¡sálvame!
Meditación vespertina: LA PRÁCTICA DEL AMOR DE JESUCRISTO
XXXI. EL QUE AMA A JESUCRISTO NO DESEA OTRA COSA QUE A JESUCRISTO
Meditación I:
Quien quiera pertenecer enteramente a Dios debe estar libre de todo respeto humano. ¡Oh, cuántas almas aleja de Dios este maldito respeto, e incluso las separa de Él para siempre! Por ejemplo, si oyen mencionar alguno de sus defectos, ¡oh, qué no hacen para justificarse y convencer al mundo de que es una calumnia! Si realizan alguna buena obra, ¡cuán industriosos son para hacerla circular por todas partes! Quieren darla a conocer al mundo entero para que sea universalmente aplaudida. Los santos se comportan de manera muy diferente; prefieren publicar sus defectos a todo el mundo, para pasar a los ojos de todos por las miserables criaturas que realmente son a sus propios ojos; y, por el contrario, al practicar cualquier acto de virtud, prefieren que sólo Dios lo conozca; porque su único cuidado es ser aceptables para Él. Es por esto que muchos de ellos estaban encantados con la soledad, conscientes, como lo estaban, de las palabras de Jesucristo: Pero cuando des limosna, que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha. - (Matt. vi., 3-5). Y otra vez: Pero tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre en secreto.. - (Mt. v., 6). Pero de todas las cosas, el desprendimiento de sí mismo es la más necesaria; es decir, el desprendimiento de la voluntad propia. Una sola vez que logres dominarte a ti mismo, triunfarás fácilmente en todos los demás combates. "Vince teipsum - Conquístate a ti mismo", era la máxima que San Francisco Javier inculcaba a todos. Y Jesucristo dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo. - (Mt. xvi., 24). He aquí en pocas palabras todo lo que necesitamos practicar para llegar a ser santos: negarnos a nosotros mismos y no seguir nuestra propia voluntad: No vayas en pos de tus concupiscencias, sino apártate de tu propia voluntad. - (Eccl. xviii., 30). Y ésta es la mayor gracia, decía San Francisco de Asís, que podemos recibir de Dios: el poder, a saber, de conquistarnos a nosotros mismos negando la voluntad propia.
Meditación II:
(25 de junio)
Meditación matutina: "ESTABA SUJETO A ELLOS"
Dios creó a Adán y lo enriqueció con dones, pero el hombre ingrato lo ofendió rebelándose, y así tanto él como toda su posteridad quedaron privados de la gracia divina y del Paraíso. ¿Qué hizo el Padre Eterno para salvar al hombre perdido? Envió a Su propio Hijo para que se hiciera Hombre y muriera por el hombre, a fin de que con Su muerte pagara las deudas del hombre con la justicia divina y así le devolviera la gracia divina. Oh Dios, ¡qué motivo de asombro para los ángeles, este gran amor de Dios al hombre rebelde!
Meditación I:
Dios creó a Adán y lo enriqueció con dones, pero el hombre ingrato lo ofendió rebelándose, y así él y toda su posteridad fueron privados de la gracia divina y del Paraíso. Así, pues, toda la humanidad estaba perdida y sin remedio. El hombre había ofendido a Dios, y por tanto era incapaz de darle una satisfacción adecuada; era necesario, pues, que la Persona Divina satisficiera por el hombre. ¿Qué hizo el Padre Eterno para salvar al hombre perdido? Envió a Su propio Hijo para que se hiciera Hombre y se vistiera de la misma carne que los hombres pecadores, a fin de que con Su muerte pagara las deudas del hombre con la Justicia divina y obtuviera así para el hombre la restauración a la gracia divina.
Oh Dios mío, si Tu infinita bondad no hubiera descubierto este remedio, ¿quién de nosotros podría haberlo pedido o siquiera imaginado?
Oh Dios, ¡qué motivo de asombro no habrá sido para los ángeles este gran amor que Dios mostró al hombre rebelde! Qué habrán dicho cuando vieron al Verbo Eterno hacerse Hombre, y asumir la misma carne que el hombre pecador, hasta el punto de que este Verbo Encarnado apareció al mundo entero en forma de hombre pecador, como todos los demás. Oh Jesús mío, ¡cuánto no te debemos, y cuánto más que los demás no te debo yo, que te he ofendido tanto más que los demás! Si Tú no hubieras venido a salvarme, ¿qué habría sido de mí para toda la eternidad? ¿Quién podría haberme salvado de las penas que merezco? ¡Que Tú seas siempre bendito y alabado por tan grande amor!
Meditación II:
Lectura espiritual: CORAM SANCTISSIMO
DECIMONOVENA VISITA
Es dulce para todos estar en compañía de un amigo querido; y ¿no encontraremos dulce en este valle de lágrimas permanecer en compañía del mejor Amigo que tenemos, y Quien puede hacernos toda clase de bien: ¿Quién nos ama con el más tierno afecto, y por lo tanto habita siempre con nosotros? He aquí que en el Santísimo Sacramento podemos conversar a gusto con Jesús, podemos abrirle nuestro corazón, podemos exponerle nuestras necesidades y podemos pedirle sus gracias; en una palabra, en este Sacramento podemos tratar con el Rey del Cielo con toda confianza y sin restricciones. José se sintió muy feliz cuando, como nos dice la Sagrada Escritura, Dios descendió por su gracia a su prisión para consolarlo: Ella bajó con él a la fosa, y en bandas le dejó no. — (Wisd. x., 13). But we are yet more highly favoured; for we have always with us in this land of miseries our God made Man, Who by His real presence, is with us all the days of our life, and comforts and helps us with the greatest affection and compassion. What a consolation it is to a poor prisoner to have an affectionate friend, who keeps him company, consoles him, gives him hope, succours him, and thinks of relieving him in his misery! Behold our Good Friend, Jesus Christ, Who in this Sacrament encourages us, saying: Behold, I am with you all days. — (Matt. xxviii., 20). Behold Me, He says, I am all thine: I am come from Heaven into thy prison expressly to console thee, to help thee, to deliver thee. Welcome Me, and do so always; cling to Me, and thus thou wilt never feel thy miseries; and afterwards thou wilt come with Me to My Kingdom, where I shall make thee perfectly happy.
Oh Dios, oh incomprensible océano de amor, puesto que es tan grande tu condescendencia para con nosotros, que para habitar cerca de nosotros desciendes a nuestros altares, resuelvo visitarte a menudo; estoy resuelto, cuantas veces pueda, a gozar de tu dulcísima presencia, que es la bienaventuranza de los santos en el cielo. ¡Oh, si pudiera permanecer siempre en Tu presencia, para adorarte y hacerte actos de amor! Despierta, te lo suplico, mi alma, cuando por tibieza o asuntos mundanos descuida visitarte. Enciende en mí un gran deseo de permanecer siempre cerca de Ti en este Sacramento. Ah, mi amado Jesús, ¡ojalá te hubiera amado siempre! ¡Ojalá te hubiera complacido siempre! Me consuelo pensando que aún tengo tiempo de hacerlo, no sólo en la otra vida, sino también en ésta. Estoy decidido a hacerlo; estoy decidido a amarte de verdad, mi soberano Bien, mi Amor, mi Tesoro, mi Todo. Te amaré con todas mis fuerzas.
Eyac. Dios mío, ayúdame a amarte.
VISITA A MARÍA
The devout Bernardine de Bustis says: “O sinner, whoever you may be, despair not; but with confidence have recourse to this Lady; you will find her hands filled with mercies and graces.” And know also, that this most compassionate Queen has a greater desire to do you good than you can have to be succoured by her. I will ever, O my Lady, thank God for having taught me to know thee. Unfortunate indeed should I be did I not know thee, or did I forget thee; ill would it fare with my salvation. But, my Mother, I bless thee, I love thee; and so great is my confidence in thee, that I place my whole soul in thy hands.
Eyac. Oh María, bienaventurado el que te conoce y en ti confía.
Meditación vespertina: LA PRÁCTICA DEL AMOR DE JESUCRISTO
XXXII. EL QUE AMA A JESUCRISTO BUSCA DESPRENDERSE DE TODA CRIATURA
Meditación I:
Debemos amar a Dios de la manera que le agrada, y no de la que nos agrada a nosotros mismos. Dios quiere que nos despojemos de todo, para unirnos a Él y ser colmados de su divino amor. Santa Teresa escribe lo siguiente: "La oración de unión me parece que no es otra cosa que morir completamente, por decirlo así, a todas las cosas de este mundo, para gozar sólo de Dios. Una cosa es cierta, que cuanto más completamente nos vaciemos de las criaturas desprendiéndonos de ellas por amor de Dios, tanto más abundantemente nos llenará Él de Sí mismo, y tanto más estrechamente nos uniremos a Él." Muchas personas espirituales quisieran llegar a la unión con Dios; pero entonces no aceptan las contradicciones que Dios les envía: se inquietan por tener que sufrir por la mala salud, por la pobreza, por las afrentas; pero, por falta de resignación, nunca llegarán a una perfecta unión con Dios. Oigamos lo que dice Santa Catalina de Génova: "Para llegar a la unión con Dios, las contrariedades que Dios nos envía son absolutamente necesarias: Su propósito es consumir en nosotros, por medio de ellas, todos los movimientos irregulares, tanto interiores como exteriores. Y de ahí que todos los desprecios, achaques, pobreza, tentaciones y demás pruebas, sean indispensables, para darnos ocasión de luchar; para que así, por el camino de la victoria, acabemos por extinguir todos los movimientos desordenados, de modo que ya no seamos sensibles a ellos; además, hasta que no empecemos a encontrar dulces las contradicciones por amor de Dios, en vez de amargas, nunca llegaremos a la unión divina."
Oh Jesús, mi Amor, mi Esperanza, mi Valor y mi Consuelo, ¡dame fuerzas para serte fiel! Dame luz y hazme saber de qué debo desprenderme; dame también la firme voluntad de obedecerte en todo. Oh Amor de mi alma, me ofrezco y me entrego enteramente, para satisfacer el deseo que Tú tienes de unirte a mí, para que yo pueda estar enteramente unido a Ti, mi Dios y mi Todo. Ven, pues, Jesús mío; ven y toma posesión de todo mi ser, y ocupa todos mis pensamientos y todos mis afectos. Renuncio a todos mis deseos, a todas mis comodidades y a todas las cosas creadas; sólo Tú me bastas. Concédeme la gracia de no pensar más que en Ti, de no desear más que a Ti, de no buscar más que a Ti, mi Amado y mi único Bien. Oh María, Madre de Dios, alcánzame la santa perseverancia.
Meditación II:
Meditación matutina: I. CÓMO CONVERSAR CONTINUA Y FAMILIARMENTE CON DIOS
El Santo Job se maravilló al considerar cómo nuestro Dios se dedicaba tanto a beneficiar al hombre, y al mostrar que la principal preocupación de Su Corazón era amar al hombre y hacerse amar por el hombre. ¿Qué es el hombre para que lo engrandezcas? ¿O por qué pones en él tu corazón? - (Job vii., 17). Seguramente, entonces, sería un gran error pensar que una gran confianza y familiaridad en el trato con Dios es una falta de reverencia hacia Su Majestad Infinita.
Meditación I:
El santo Job quedó maravillado al considerar a nuestro Dios tan dedicado a beneficiar al hombre, y mostrando que la principal preocupación de Su Corazón era amar al hombre y hacerse amar por el hombre. Hablando al Señor, Job exclama, ¿Qué es el hombre para que lo engrandezcas? ¿O por qué pones en él tu corazón? - (Job vii., 17). Seguramente, entonces, sería un gran error pensar que la gran confianza y familiaridad en el trato con Dios es una falta de reverencia hacia Su Majestad Infinita. Ciertamente, oh alma devota, debes reverenciarle con toda humildad, y humillarte ante Él; especialmente cuando recuerdas la ingratitud y los ultrajes de que, en tiempos pasados, has sido culpable. Sin embargo, esto no debe impedir que le trates con el amor más tierno y con toda la confianza en tu poder. Él es Majestad Infinita; pero al mismo tiempo es Bondad Infinita, Amor Infinito. En Dios posees al Señor más excelso y supremo; pero tienes también a Aquel que te ama con el mayor amor posible. Él no desprecia, sino que se complace en que uses con Él esa confianza, esa libertad y ternura, que los hijos usan con sus madres. Escucha cómo nos invita a venir a sus pies, y las caricias que promete concedernos: Seréis llevados a los pechos, y sobre las rodillas os acariciarán: como a quien acaricia la madre, así os consolaré yo. - (Is. lxvi., 12). Como una madre se complace en poner a su hijito sobre sus rodillas, y así alimentarlo o acariciarlo, con igual ternura se complace nuestro bondadoso Dios en tratar a las almas que ama, que se han entregado enteramente a Él, y han puesto todas sus esperanzas en su bondad.
Meditación II:
Lectura espiritual: CORAM SANCTISSIMO
VIGÉSIMA VISITA
El Profeta Zacarías dice: En aquel día habrá una fuente abierta a la casa de David y a los habitantes de Jerusalén, para el lavamiento del pecador. - (Zac. xiii., 1). Jesús en el Santísimo Sacramento es la Fuente predicha por el Profeta como abierta a todos, y a la que podemos acudir siempre que nos plazca, para lavar nuestras almas de todas las manchas de pecado que se contraen diariamente. Cuando alguien cae en alguna falta, ¡qué remedio más hermoso que recurrir inmediatamente al Santísimo Sacramento!
Sí, Jesús mío, me propongo hacerlo siempre, porque sé que las aguas de esta Fuente Tuya no sólo me limpian, sino que también me dan luz, me fortalecen para no caer, me permiten soportar alegremente las contradicciones y me inflaman con Tu amor. Sé que con este fin esperas las visitas y recompensas con tantas gracias a los que te aman. Jesús mío, no tardes, sino lávame ahora de todos los defectos que he cometido este día, y por los cuales me aflijo porque te han desagradado; fortaléceme contra la recaída dándome un gran deseo de amarte mucho. Oh, si pudiera vivir siempre cerca de Ti, como lo hizo tu fiel sierva María Díaz. Vivía en tiempo de Santa Teresa, y tenía permiso del Obispo de Ávila para habitar en la tribuna de una iglesia, donde permanecía casi siempre en presencia del Santísimo Sacramento, al que llamaba su Prójimo, y del que sólo se separaba para confesarse y comulgar. Cuando el Venerable Hermano Francisco del Niño Jesús, de la Orden de los Carmelitas Descalzos, pasó ante una iglesia en la que se guardaba el Santísimo Sacramento, no pudo abstenerse de entrar para hacer una visita a Nuestro Señor, diciendo que: "no era propio de un amigo pasar ante la puerta de un amigo sin entrar al menos para saludarle e intercambiar una palabra". Pero una palabra no le satisfacía; permanecía siempre que la obediencia se lo permitía en presencia de su amado Señor.
My only and infinite Good, I see that Thou hast instituted this Sacrament, and that Thou remainest on this altar to be loved by me; and that for this end Thou hast given me a heart capable of loving Thee much. Why is it, then, that I am so ungrateful as not to love Thee, or that I love Thee so little? Now it is not just that such goodness as Thou art should be so little loved. The love, at least, which Thou bearest me deserves other and greater love on my part. Thou art an infinite God and I am a miserable worm. It would be little did I die for Thee, or wear myself out for Thee, Who didst die for me, and dost still sacrifice Thyself for me every day on the altar. Thou deservest to be much loved; I will love Thee much; help me, my Jesus, help me to love Thee, help me to do that which pleases Thee so much, and which Thou so earnestly sleekest of me.
Ejac. ¡Mi Amado a mí, y yo a mi Amado! - (Cant. ii., 16).
VISITA A MARÍA
Oh mi dulcísima, compasiva y amabilísima Reina, ¡cuán grande es la confianza que me inspira San Bernardo cuando recurro a ti! Dice que no examinas los méritos de los que recurren a tu compasión, sino que te ofreces a ayudar a todos los que te ruegan: "María no discute los méritos, sino que se muestra dispuesta a escuchar y acoger a todos." Por eso te ruego que tengas la bondad de escucharme. Pues bien, escucha lo que tengo que pedirte: Soy un pobre pecador, merecedor de mil infiernos. Deseo cambiar mi vida; deseo amar a mi Dios, a quien tanto he ofendido. Me consagro a ti como esclavo tuyo; a ti me entrego, miserable como soy; salva, pues, a una pobre criatura que ya no es suya, sino tuya. Mi Señora, ¿me entendéis? Sí, confío en que me has comprendido, y bondadoso corazón mi oración.
Eyac. Oh María, soy tuyo, ¡sálvame!
Meditación vespertina: LA PRÁCTICA DEL AMOR DE JESUCRISTO
"La caridad no se irrita".
XXXIII. EL QUE AMA A JESUCRISTO NUNCA SE ENFADA CON SU PRÓJIMO
Meditación I:
La virtud de no enojarse por las contrariedades que nos suceden es hija de la mansedumbre. Ya hemos hablado extensamente de los actos que pertenecen a la mansedumbre; pero como ésta es una virtud que requiere ser practicada constantemente por todos los que viven entre sus semejantes, haremos aquí algunas observaciones sobre el mismo tema más en particular y más adaptadas a la práctica.
La humildad y la mansedumbre eran las virtudes favoritas de Jesucristo, de modo que pedía a sus discípulos que aprendieran de Él a ser mansos y humildes: Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón. - (Mat. xi., 29). Nuestro Redentor fue llamado el Cordero - He aquí el Cordero de Dios – as well in consideration of His having to be offered in sacrifice on the Cross for our sins, as in consideration of the meekness exhibited by Him during His entire life, but more especially at the time of His Passion. When in the house of Caiphas He received a blow from that servant, who at the same time upbraided Him with presumption in those words: Answerest thou the high-priest so? Jesus only answered: If I have spoken evil, give testimony of the evil; but if well, why strikest thou me? — (John xviii., 23). He observed the same invariable meekness of conduct till death. While on the Cross, and made the object of universal scorn and blasphemy, He only besought the Eternal Father to forgive His enemies: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. — (Luke xxiii., 34).
Meditación II:
Meditación matutina: II. CÓMO CONVERSAR CONTINUA Y FAMILIARMENTE CON DIOS
Si deseas agradar al Corazón amoroso de Jesús, conversa con Él desde hoy con la mayor confianza y ternura posibles. Alma amada, dice Dios, Te he escrito en mis manos: tus muros están siempre ante mí. - (Is. xlix., 16). ¿Qué temes? Te he escrito en Mis manos para no olvidarme nunca de hacerte un servicio.
Meditación I:
Para fortalecer más tu confianza en Dios, recuerda a menudo el amor con que te ha tratado, y los bondadosos medios de que se ha valido para sacarte de los desórdenes de tu vida y de tus apegos a la tierra, a fin de atraerte a su santo amor; y teme, por tanto, no tener muy poca confianza en el trato con tu Dios, ahora que tienes la resuelta voluntad de amarle y agradarle con todas tus fuerzas. Las misericordias que te ha concedido son prendas segurísimas del amor que te tiene. A Dios le disgusta la falta de confianza por parte de las almas que le aman de corazón y a las que Él ama. Si, pues, deseas agradar a su amoroso Corazón, conversa con Él desde hoy con la mayor confianza y ternura posibles.
Te he esculpido en mis manos: tus muros están siempre ante mis ojos. - (Is. xlix., 16). Alma amada, dice el Señor, ¿por qué temes desconfiar? Te tengo escrito en mis manos, para no olvidarme nunca de hacerte un servicio. ¿Tienes miedo de tus enemigos? Sabed que el cuidado de vuestra defensa está siempre delante de Mí, para no perderlo de vista. David se regocijó, diciendo a Dios Nos has coronado como con un escudo de tu buena voluntad. - (Sal. v., 13). ¿Quién, Señor, podrá dañarnos jamás, si Tú con tu bondad y amor nos defiendes y nos rodeas? Sobre todo, anima tu confianza al pensar en el don que Dios nos ha dado: el Don de Jesucristo: Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito. - (Juan iii., 16). ¿Cómo podemos temer, exclama el Apóstol, que Dios nos niegue algún bien, después de haberse dignado darnos a su propio Hijo? Lo entregó por todos nosotros; ¿cómo no nos ha dado también con él todas las cosas? - (Rom. viii., 32).
Mis delicias son estar con mis hijos. - (Prov. viii., 31). ¿Te ama Dios? Ámale. Sus delicias son estar contigo; deja que te deleites en estar con Él; que pases toda tu vida con Él, en el deleite de cuya compañía esperas pasar una eternidad dichosa. Acostúmbrate a hablar con Él a solas, familiarmente, con confianza y amor, como con el Amigo más querido que tienes, y Quien más te ama.
Meditación II:
Lectura espiritual: CORAM SANCTISSIMO
VIGESIMOPRIMERA VISITA
Dondequiera que esté el cuerpo, allí se reunirán también las águilas.. - (Mat. xxiv., 28). Los santos entienden generalmente por este cuerpo el de Jesucristo; y por las águilas, las almas que, desprendidas de las criaturas, se elevan por encima de las cosas de la tierra y vuelan hacia el cielo, por el que suspiran siempre en pensamiento y afecto, y donde moran constantemente. Estas águilas encuentran también su Paraíso en la tierra donde encuentran a Jesús Sacramentado; tanto es así, que parece que nunca se cansan de revolotear a su alrededor. Si las águilas, dice San Jerónimo, al oler un cadáver van lejos a buscarlo, ¡cuánto más nosotros debemos correr y volar hacia Jesús Sacramentado, como hacia el alimento más delicioso de nuestro corazón! Por eso los Santos en este valle de lágrimas siempre, como arados resecos, han corrido a esta Fuente del Paraíso. El Padre Baltasar Álvarez, de la Compañía de Jesús, en cualquier ocupación que desempeñaba, solía dirigir con frecuencia sus ojos hacia el lugar donde sabía que Nuestro Señor estaba presente en el Santísimo Sacramento; a menudo lo visitaba, e incluso pasaba noches enteras en su presencia. Solía llorar cuando veía los palacios de los grandes de este mundo llenos de gente, que rendían corte a un hombre del que esperaban algún miserable bien terrenal, y las iglesias tan abandonadas en las que mora el supremo Soberano del mundo, y permanece con nosotros en un trono de amor, rico en inmensos y eternos tesoros. Decía también que los Religiosos eran verdaderamente afortunados, porque en las mismas casas en que residen pueden, cuando les place, de noche o de día, visitar a este gran Señor en el Santísimo Sacramento, y esto no pueden hacerlo los seglares.
Since, then, my most loving Lord, notwithstanding that Thou seest me as a leper, and so ungrateful to Thy love, Thou invitest me to approach Thee, I will not be discouraged at the sight of my miseries: I come and approach Thee; but do Thou wholly change me. Drive from me every love which is not for Thee, every desire which displeases Thee, every thought which does not tend towards Thee. My Jesus, my Love, my Treasure, my All, I am determined to please Thee alone. I will give pleasure only to Thee. Thou alone deservest all my love; Thee only will I love with my whole heart. Detach me from everything, my Lord, and bind me to Thyself alone; but bind me so firmly that I may never more be able to separate myself from Thee, either in this life of in the next.
Ejac. Mi dulcísimo Jesús, ¡nunca permitas que me separe de Ti!
VISITA A MARÍA
Denis el Cartujo llamó a la Santísima Virgen "la abogada de todos los malvados que recurren a ella". Puesto que, pues, oh gran Madre de Dios, tu oficio es defender la causa de los criminales más culpables que recurren a ti, mírame ahora a tus pies; a ti recurro, y me dirijo a ti con las palabras de Santo Tomás de Villanueva: "Ahora, pues, oh bondadosa abogada, cumple tu encargo". Ahora entra rápidamente en tu oficio, asume mi causa. Es verdad que he sido culpable ante mi Señor, habiéndole ofendido, después de los muchos beneficios y gracias que me ha conferido; pero el mal está hecho. Tú puedes salvarme. Sólo tienes que decir a tu Dios que me defiendes, y entonces seré perdonado y me salvaré.
Eyac. Mi querida Madre, tienes que salvarme.
Meditación vespertina: LA PRÁCTICA DEL AMOR DE JESUCRISTO
"La caridad no se irrita".
XXXIV. EL QUE AMA A JESUCRISTO NUNCA SE ENFADA CON SU PRÓJIMO
Meditación I:
Bienaventurados los muertos que mueren en el Señor. - (Apoc. xiv., 13). Debemos, en efecto, morir en el Señor para ser bienaventurados, y para gozar de esa bienaventuranza aquí en la vida presente: queremos decir, de aquella bienaventuranza que puede tenerse antes de entrar en el Cielo, la cual, aunque ciertamente muy inferior a la del Cielo, supera con mucho todos los placeres del sentido en este mundo: Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde vuestros corazones - (Fil. Iv., 7); así escribía el Apóstol a sus discípulos. Pero para ganar esta paz, incluso en medio de afrentas y calumnias, debemos estar muertos en el Señor: un muerto, por más que sea maltratado y pisoteado por otros, no lo resiente. Del mismo modo, el que es manso, como un cuerpo muerto, que ya no ve ni siente, debe soportar todos los ultrajes que se cometan contra él. Quien ama de corazón a Jesucristo, fácilmente llega a esto; porque, como se conforma en todo a la voluntad de Dios, acepta con igual serenidad y paz de ánimo los sucesos prósperos y los adversos, los consuelos y las aflicciones, las injurias y las cortesías. Tal fue la conducta del apóstol; y dice, por tanto: Yo sobreabundo de alegría en todas nuestras tribulaciones. - (2 Cor. vii., 4). ¡Oh, feliz el hombre que alcanza este punto de virtud! Goza de una paz continua, que es un tesoro precioso más allá de todos los demás bienes de este mundo. San Francisco de Sales dijo: "¿De qué vale el universo entero en comparación con la paz del corazón?". Y en verdad, ¿de qué le sirven todas las riquezas y todos los honores del mundo a un hombre que vive inquieto y cuyo corazón no está en paz?
Meditación II:
Fiesta del Corazón Eucarístico de Jesús
Meditación matutina: EL CORAZÓN AMOROSO DE JESÚS
¡Oh, si pudiéramos comprender el amor que arde en el Corazón de Jesús por nosotros! Jesús nos ha amado más que a su honor, más que a su reposo, más que a su vida. Sí, el amor le ha inducido incluso a convertirse en el alimento mismo de nuestras almas para unir y hacer de su Corazón y del nuestro uno solo.
Meditación I:
¡Oh, si pudiéramos comprender el amor que arde en el Corazón de Jesús por nosotros! Nos ha amado tanto, que si todos los hombres, todos los Ángeles y todos los Santos unieran todas sus energías, jamás podrían llegar a la milésima parte del amor que Jesús nos tiene. Nos ama infinitamente más que nosotros mismos.
Nos ha amado hasta el exceso: Hablaron de su muerte (exceso) que debía cumplir en Jerusalén. - (Lucas ix., 31). ¿Y qué mayor exceso de amor puede haber que el que Dios muera por sus criaturas? Él nos ha amado en grado sumo: Habiendo amado a los suyos . . . los amó hasta el fin - (Juan xiii., 1), ya que, después de habernos amado desde la eternidad, -pues nunca hubo un momento desde la eternidad en que Dios no pensara en nosotros y no nos amara a cada uno de nosotros: Te he amado con amor eterno - (Jer. xxxi., 3) - por amor a nosotros se hizo Hombre, y eligió una vida de sufrimientos y la muerte de Cruz por nosotros. Por eso nos ha amado más que a su honor, más que a su reposo y más que a su vida; porque lo ha sacrificado todo para mostrarnos el amor que nos tiene. ¿Y no es éste un exceso de amor suficiente para dejar estupefactos de asombro a los Ángeles del Paraíso por toda la eternidad?
Este amor le indujo también a permanecer con nosotros en el Santísimo Sacramento como en un trono de amor; pues permanece allí bajo la apariencia de un pequeño trozo de pan, encerrado en el sagrario, donde parece permanecer en una perfecta aniquilación de su majestad, sin movimiento y sin uso de sus sentidos; de modo que parece que no desempeña allí otro oficio que el de amar a los hombres. El amor nos hace desear la presencia constante del objeto de nuestro amor. Es este amor y este deseo lo que hace que Jesucristo resida con nosotros en el Santísimo Sacramento.
Oh adorable Corazón de mi Jesús, Corazón inflamado de amor a los hombres, Corazón creado a propósito para amarlos, ¿cómo es posible que seas despreciado, y Tu amor tan mal correspondido por la mayoría de los hombres? Oh, miserable que soy, yo también he sido de esos ingratos que no Te han amado. Perdóname, Jesús mío, este gran pecado de no haberte amado a Ti, que eres tan amable y me has amado tanto que no puedes hacer nada más para obligarme a amarte. Siento que merezco ser condenado a no poder amarte, por haber renunciado a tu amor, como hasta ahora lo he hecho. Pero no, mi amadísimo Salvador, dame cualquier castigo, pero no me inflijas éste. Concédeme la gracia de amarte, y entonces dame cualquier castigo que te plazca. Pero ¿cómo puedo temer tal castigo, mientras siento que Tú continúas dándome el dulce y agradable precepto de amarte a Ti, mi Señor y mi Dios?
Meditación II:
Lectura espiritual: CORAM SANCTISSIMO
VIGESIMOSEGUNDA VISITA
La Esposa de los Cánticos Sagrados andaba buscando a su Amado; y, al no encontrarlo, preguntaba a todos los que encontraba: ¿Has visto al que ama mi alma? - (Cant. iii., 3). Jesús no estaba entonces en la tierra; pero ahora, si un alma que lo ama lo busca, siempre puede encontrarlo en el Santísimo Sacramento. El Beato Juan de Ávila solía decir que entre todos los santuarios no podía encontrar ni desear uno más delicioso que una iglesia en la que estuviera reservado el Santísimo Sacramento.
¡Oh amor infinito de mi Dios, digno de amor infinito! ¿Y cómo pudiste, Jesús mío, para hincharte entre los hombres y unirte a sus corazones, humillarte hasta ocultarte bajo la especie del pan? ¡Oh Verbo encarnado, eres supremo en tu humildad porque eres supremo en tu amor! ¿Cómo podría hacer otra cosa que amarte con todo mi ser, sabiendo cuánto has hecho para cautivar mi amor? Te amo mucho, y por eso doy preferencia a tu complacencia por encima de todo interés y de toda satisfacción propia. Mi placer es darte placer a Ti, mi Jesús, mi Dios, mi Amor, mi Todo. Haz que tenga hambre de estar continuamente en tu presencia en el Santísimo Sacramento, de recibirte en mi corazón y de hacerte compañía. Sería un ingrato si no aceptara tan dulce y graciosa invitación. ¡Ah, Señor, aniquila en mí todo afecto por las cosas creadas! Tú quieres que sólo Tú, mi Creador, seas el objeto de todos mis suspiros, de todo mi amor. Te amo, bondad amabilísima de mi dios. No te pido más que a Ti mismo. No deseo mi propio placer; Tu placer es todo mi deseo, y suficiente para mí. Acepta, Jesús mío, este buen deseo de un pecador que desea amarte. Ayúdame con tu gracia. Haz que yo, miserable esclavo del infierno, sea desde hoy feliz esclavo de tu amor.
Ejac. Te amo, Jesús, tesoro mío, por encima de cualquier otro tesoro.
VISITA A MARÍA
Mi dulcísima Señora y Madre, soy un rebelde a tu gran Hijo; pero vengo arrepentido a tu misericordia, para que me obtengas el perdón. No digas que no puedes hacerlo, pues San Bernardo te llama "ministro de propiciación". También a ti te corresponde socorrer a los que están en peligro, pues san Efrén te llama "ayudador de los que están en peligro". Señora mía, ¿quién está en mayor peligro que yo? He perdido a Dios; es cierto que he sido condenado al infierno. No sé si Dios me ha perdonado. Puedo perderlo de nuevo. Pero tú puedes conseguirme todo; y de ti espero todo bien, el perdón, la perseverancia y el cielo. Espero ser uno de los que, en el reino de los bienaventurados, más alabarán tus misericordias, oh María, por haberme salvado por tu intercesión.
Eyac. Cantaré las misericordias de María por toda la eternidad. Las cantaré por los siglos de los siglos. Amén, amén.
Meditación vespertina: LA PRÁCTICA DEL AMOR DE JESUCRISTO
"La caridad no se irrita".
XXXV. EL QUE AMA A JESUCRISTO NUNCA SE ENOJA CON SU PRÓJIMO
Meditación I:
¿De dónde vienen las guerras? . . . ¿No provienen de tus concupiscencias? - (Santiago iv., 1, 2). Cuando nos enfadamos por alguna contradicción, pensamos que encontraremos alivio y tranquilidad dando rienda suelta a nuestra ira con acciones, o al menos con palabras: pero nos equivocamos, no es así; pues después de haberlo hecho, descubriremos que estamos mucho más perturbados que antes. Quien desee perseverar en una paz ininterrumpida debe guardarse de ceder jamás al mal humor. Y siempre que alguien se sienta atacado por este mal humor, debe hacer todo lo posible por desterrarlo inmediatamente; y no debe irse a descansar con él en el corazón, sino que debe distraerse de él leyendo algún libro, cantando algún cántico devoto o conversando sobre algún tema agradable con un amigo. El Espíritu Santo dice: La ira reposa en el pecho de un necio. - (Ecles. vii., 10). La cólera permanece mucho tiempo en el corazón de los necios, que tienen poco amor a Jesucristo; pero si a hurtadillas entra alguna vez en el corazón de los verdaderos amantes de Jesucristo, es rápidamente desalojada, y no permanece. Un alma que ama cordialmente al Redentor nunca se siente de mal humor, porque, como sólo desea lo que Dios desea, tiene todo lo que desea, y por consiguiente está siempre tranquila y bien equilibrada. La voluntad divina la tranquiliza en todas las desgracias que ocurren; y así es capaz en todo momento de observar mansedumbre hacia todos. Pero no podemos adquirir esta mansedumbre sin un gran amor a Jesucristo. En efecto, sabemos por experiencia que no somos más mansos y gentiles con los demás, sino cuando sentimos una ternura acrecentada hacia Jesucristo.
Meditación II:
Meditación matutina: III. CÓMO CONVERSAR CONTINUA Y FAMILIARMENTE CON DIOS
¡Oh, gustad y ved que el Señor es dulce! Nuestro Dios mora en las alturas de los cielos, y sin embargo no desdeña ocuparse día y noche de sus fieles siervos en sus cabañas o en sus celdas. Allí les concede sus divinos consuelos, que superan todas las delicias que el mundo puede dar. Nunca, pues, olvides la dulce presencia de Dios.
Meditación I:
Debido a su inmensidad, nuestro Dios está en todas partes; pero hay dos lugares por encima de todos donde tiene su morada peculiar. Uno es el Cielo, donde está presente por la gloria que comunica a los bienaventurados; el otro está en la tierra, dentro del alma humilde que le ama: Who dwelleth with a contrite and humble spirit. - (Is. lvii., 15). Él, pues, nuestro Dios, habita en las alturas del Cielo; y, sin embargo, no desdeña ocuparse día y noche de sus siervos en sus cabañas o en sus celdas. Y allí les concede sus divinos consuelos, cada uno de los cuales supera todos los deleites que el mundo puede dar, y que sólo no desea quien no tiene experiencia de ellos: Oh, prueba y ve que el Señor es dulce. - (Sal. xxxiii., 9).
Los amigos en este mundo tienen horas en las que conversan juntos, y otras en las que están separados; pero entre Dios y tú, si lo deseas, nunca habrá una hora de separación: Descansarás, y tu sueño será dulce . . . el Señor estará a tu lado. - (Prov. iii., 24). Puedes dormir, y Dios se pondrá a tu lado, y velará contigo continuamente: Descansaré con él, y será un consuelo en mis preocupaciones y penas.. - (Sab. viii., 9-16). Cuando descansas, el Señor no se aparta de tu almohada; continúa pensando siempre en ti, para que cuando despiertes por la noche pueda hablarte por sus inspiraciones, y recibir de ti algún acto de amor, de oblación, de acción de gracias; para mantener incluso en esas horas su amable y dulce conversación contigo. A veces también te hablará mientras duermes, y te hará oír su voz, para que al despertar pongas en práctica lo que te ha dicho: Le hablaré en sueños. - (Núm. xii., 6).
Él está allí también por la mañana, para oír de ti alguna palabra de afecto, de confianza; para ser el depositario de tus primeros pensamientos, y de todas las acciones que prometes realizar ese día para agradarle; de todas las penas, también, que ofreces soportar voluntariamente por su gloria y amor. Pero así como Él no deja de presentarse a ti en el momento de tu despertar, no dejes tú, por tu parte, de dirigirle inmediatamente una mirada de amor, y de alegrarte cuando tu Dios te anuncia la buena nueva de que no está lejos de ti, como lo estuvo en otro tiempo a causa de tus pecados; sino que te ama, y quiere ser amado por ti: y en ese mismo momento te da el precepto gracioso, Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón. - (Deut. vi., 5).
Meditación II:
Lectura espiritual: CORAM SANCTISSIMO
VIGESIMOTERCERA VISITA
Muchos cristianos se someten a grandes fatigas y se exponen a muchos peligros para visitar los lugares de Tierra Santa donde nació, padeció y murió nuestro amantísimo Salvador. Nosotros no necesitamos emprender un viaje tan largo, ni exponernos a tantos peligros; el mismo Señor está cerca de nosotros, y habita en la iglesia, a pocos pasos de nuestras casas. Si a los peregrinos, dice San Paulino, les parece gran cosa llevarse un poco de polvo del Pesebre, o del Santo Sepulcro en que fue sepultado Jesús, ¡con qué ardor no hemos de visitar el Santísimo Sacramento, donde está el mismo Jesús en persona, y adonde podemos ir sin tropezar con tantas fatigas y tantos peligros! Un religioso, a quien Dios había dado gran amor al Santísimo Sacramento, entre otras cosas escribía lo siguiente en una carta: "Veo que todo lo bueno que tengo me viene del Santísimo Sacramento. He entregado y consagrado todo mi ser a Jesús en este Sacramento. Veo innumerables gracias que no se conceden porque no se acude a este divino Sacramento. Veo el gran deseo que tiene el Señor de dispensar sus gracias en este Sacramento. ¡Oh santo Misterio! ¡Oh Sagrada Hostia! ¿Dónde despliega Dios mejor su poder, si no es en esta Hostia? Pues esta Hostia contiene todo lo que Dios ha hecho por nosotros. No envidiemos a los Bienaventurados del Cielo, pues en la tierra tenemos al mismo Señor, pero con mayores maravillas de su amor. Induce a todos con quienes hables a que se consagren al Santísimo Sacramento. Hablo así porque este Sacramento extasía mi alma. No puedo dejar de hablar del Santísimo Sacramento, que tanto merece ser amado. No sé qué hacer por Jesús en este Sacramento". Así termina la carta.
Oh vosotros, Serafines, que permanecéis dulcemente encendidos de amor en torno a vuestro Señor y mío, aunque no es en verdad por amor a vosotros, sino a mí, por lo que este Rey del Cielo se complace en estar presente en este Sacramento - ¡Oh ángeles amorosos, dejad que yo también arda de amor; y encended en mí vuestro amor para que con vosotros yo también arda! Oh Jesús mío, enséñame a conocer la grandeza del amor que Tú das a los hombres, para que a la vista de tan grande amor vaya siempre en aumento mi deseo de amarte y agradarte. Te amo, amabilísimo Señor, y te amaré siempre; y esto sólo para agradarte.
Eyac. Jesús mío, en Ti creo, en Ti espero, a Ti amo y a Ti me entrego.
VISITA A MARÍA
Virgen amabilísima, San Buenaventura te llama "la Madre de los huérfanos"; y San Efrén, además, te llama "la receptora de los huérfanos". ¡Ay, estos desdichados huérfanos no son otra cosa que pobres pecadores que han perdido a Dios! He aquí, pues, que recurro a ti, María Santísima. He perdido a mi Padre; pero tú eres mi Madre, que has de permitirme recobrarlo. En esta mi tan grande desgracia te llamo en mi ayuda; socórreme. ¿Debo permanecer desconsolado? No; pues Inocencio III, hablando de ti, dice: "¿Quién la invocó alguna vez y no fue benignamente escuchado por ella?". ¿Y quién te rezó alguna vez y no fue escuchado y ayudado por ti? ¿Quién se perdió alguna vez sin recurrir a ti? Sólo se pierde quien no recurre a ti. Entonces, Reina mía, si deseas mi salvación, haz que siempre te invoque y confíe en ti.
Eyac. María Santísima mía, dame confianza en ti.
Meditación vespertina: LA PRÁCTICA DEL AMOR DE JESUCRISTO
"La caridad no se irrita".
XXXVI. EL QUE AMA A JESUCRISTO NUNCA SE ENFADA CON SU PRÓJIMO
Meditación I:
Pero hay momentos en que parece absolutamente necesario frenar la insolencia con palabras severas. David dijo: Enójate y no peques. - (Sal. iv., 5). Existen, pues, ocasiones en que podemos enojarnos legítimamente, siempre que sea sin pecado. Pero aquí está precisamente la dificultad: especulativamente hablando, parece conveniente a veces hablar y responder a algunas personas en términos de severidad, para causarles impresión; pero en la práctica es muy difícil hacer esto sin alguna falta por nuestra parte; de modo que el camino seguro es siempre amonestar, o responder, con suavidad, y guardarse escrupulosamente de todo resentimiento. San Francisco de Sales dijo: "Nunca me he enojado sin después arrepentirme de ello". Y cuando, por una u otra razón, todavía nos sentimos enojados, el camino más seguro, como dije antes, es guardar silencio, y reservar la reprensión hasta un momento más conveniente, cuando el corazón se haya enfriado.
Debemos observar especialmente esta mansedumbre cuando somos corregidos por nuestros superiores o amigos. San Francisco de Sales escribe de nuevo: "Recibir una reprimenda de buena gana, muestra que amamos la virtud opuesta a la falta por la cual somos corregidos; y consecuentemente este es un gran signo de progreso en la perfección."
Ah, Jesús mío, haz que todos mis pensamientos se ocupen en evitar todo lo que pueda ofenderte y en promover todo lo que pueda contribuir a tu complacencia. Aleja de mí toda ocasión que pueda apartarme de tu amor. Me despojo de mi libertad y la consagro enteramente a tu buena voluntad. Te amo, bondad infinita. Te amo, oh delicia mía. ¡Oh Verbo Encarnado, Te amo más que a mí mismo! Ten piedad de mí y cura las heridas que quedan en mi pobre alma por sus pasadas deslealtades hacia Ti. Me entrego enteramente en Tus brazos, oh Jesús mío; seré enteramente Tuyo; sufriré todo por amor a Ti; ¡y no te pido nada más que a Ti mismo! Oh Virgen Santa y Madre mía, María, te amo y confío en ti; ¡socorro por tu poderosa intercesión!
Meditación II:
Meditación matutina: IV. CÓMO CONVERSAR CONTINUA Y FAMILIARMENTE CON DIOS
Cuando estés afligido por una enfermedad, una tentación, una persecución o cualquier otro problema, acude inmediatamente a Dios e implócale que Su mano te ayude. No le desagradará, en efecto, que en tu desolación acudas a tus amigos y encuentres algún alivio. Pero después de haber recurrido a las criaturas, y que éstas hayan sido incapaces de consolar tu corazón, recurre a tu Creador, y dile: Señor, los hombres están llenos de palabras. No pueden consolarme. Tú eres toda mi esperanza y todo mi amor.
Meditación I:
Cuando estés afligido por una enfermedad, una tentación, una persecución u otro problema, acude inmediatamente a Dios e implócale que su mano te ayude. Basta que le presentes la aflicción; que vengas y le digas: He aquí, Señor, que estoy en apuros. - (Lam. i., 20). Él no dejará de consolarte, o al menos de darte fuerzas para sufrir esa pena con paciencia; y te resultará un bien mayor que si te hubiera librado por completo de ella. Cuéntale todos los pensamientos de temor o de tristeza que te atormentan; y dile: Dios mío, en ti están todas mis esperanzas; te ofrezco esta aflicción, y me resigno a tu voluntad; pero ten piedad de mí, o líbrame de ella, o dame fuerzas para soportarla. Y Él cumplirá verdaderamente contigo aquella promesa hecha en el Evangelio a todos los que están en apuros, de consolarlos y confortarlos cuantas veces recurran a Él: Venid a mí todos los que estáis fatigados y agobiados, y yo os aliviaré. - (Mateo xi., 28).
No se disgustará si en tu desolación acudes a tus amigos para encontrar algún alivio; pero quiere que recurras principalmente a Él. Por tanto, en todo caso, después de haber recurrido a las criaturas, y que éstas no hayan podido consolar tu corazón, recurre a tu Creador, y dile: Señor, los hombres sólo tienen palabras para mí; Mis amigos están llenos de palabras - (Job xvi., 21); ellos no pueden consolarme, ni deseo ya ser consolado por ellos; Tú eres toda mi esperanza, todo mi amor. Sólo de Ti recibiré consuelo; y que mi consuelo sea, en esta ocasión, hacer lo que a Ti te plazca. Contémplame dispuesto a soportar este dolor durante toda mi vida, por toda la eternidad, si así te place. Tú sólo ayúdame.
Meditación II:
Lectura espiritual: CORAM SANCTISSIMO
VIGESIMOCUARTA VISITA
Verdaderamente eres un Dios oculto. - (Is. xlv., 15). En ninguna otra obra del amor divino se verifican tan plenamente estas palabras como en este adorable misterio del Santísimo Sacramento, donde nuestro Dios está enteramente oculto. Cuando el Verbo Eterno tomó carne, ocultó su divinidad y apareció como hombre en la tierra; pero permaneciendo con nosotros en este Sacramento, ocultó incluso su humanidad y, como dice San Bernardo, sólo aparece bajo la forma de pan, para mostrar así la ternura del amor que nos tiene: "Oculta la divinidad, oculta la humanidad: sólo aparecen las entrañas de la caridad". Oh mi amado Redentor, a la vista de la excesiva ternura que tienes por los hombres, estoy fuera de mí, Señor, y no sé qué decir. En este Sacramento llegas tan lejos por su amor como para ocultar Tu majestad y rebajar Tu gloria; llegas hasta consumir y aniquilar Tu vida divina. Y mientras estás en el altar parece que no tienes otra cosa que hacer que amar a los hombres y mostrarles el afecto que les tienes. ¿Y qué gratitud Te muestran a cambio, oh gran Hijo de Dios?
Oh Jesús, oh gran Amante de los hombres, permíteme hablar así, pues veo que prefieres su beneficio a tu propia gloria. ¿Y no sabías a cuánto desprecio te expondría este amoroso designio tuyo? Veo, y ante mí lo viste muy bien, que la mayor parte de los hombres no te adoran ni te reconocen en este Sacramento. Sé que estos mismos hombres han llegado a pisotear las Hostias consagradas, que las han arrojado al suelo, al agua y al fuego. Y veo que la mayor parte incluso de los que creen en Ti, oh Dios mío, lejos de reparar tantos ultrajes con el homenaje de su devoción, vienen a la iglesia para ofenderte aún más con sus irreverencias, o bien te abandonan en tu altar, y a veces incluso lo dejan sin una lámpara o los ornamentos necesarios.
¡Oh, si pudiera, mi dulcísimo Salvador, lavar con mis lágrimas, o incluso con mi sangre, aquellos infelices lugares en los que, en este Sacramento, Tu amor y Tu Corazón enamorado han sido tan ultrajados! Pero si tanto no me es concedido, deseo al menos, mi Señor, y determino, visitarte a menudo, para adorarte como ahora te adoro, y esto en compensación por las injurias que recibes en este divinísimo Misterio. Acepta, oh Padre Eterno, este escaso honor, que yo, el más miserable de los hombres, Te ofrezco ahora en reparación de los ultrajes ofrecidos a Tu Hijo en el Santísimo Sacramento; acéptalo en unión de aquel infinito honor que Jesucristo Te dio en la Cruz, y que diariamente Te da en el Santísimo Sacramento. Oh Jesús Sacramentado mío, ¡ojalá pudiera yo llenar a todos los hombres de amor al Santísimo Sacramento!
Eyac. Oh amable Jesús, ¡date a conocer, hazte amar!
VISITA A MARÍA
Señora mía poderosísima, en medio de mis dudas sobre mi salvación eterna, cuán grande es la confianza que siento cuando recurro a Ti; y cuando pienso que Tú, Madre mía, eres, por una parte, tan rica en gracias que San Juan Damasceno te llama "un mar de gracias"; San Buenaventura, "el conjunto de las gracias", es decir, la fuente en la que se congregan todas las gracias; San Efrén, "una fuente de gracia y de todo consuelo"; y San Bernardo, "la plenitud de todo bien"... y, por otra parte, reflexiono que tu deseo de hacernos el bien es tan grande que eres la fuente de toda gracia. Efrén, "fuente de gracia y de toda consolación"; y San Bernardo, "plenitud de todo bien" - y por otra parte, reflexiono que tu deseo de hacernos el bien es tan grande que te consideras ofendida, como dice San Buenaventura, por aquel que no te pide gracias: "Pecan contra ti, oh Señora", dice, "los que no te piden". Oh riquísima, oh sapientísima y misericordiosísima Reina, veo que conoces mucho mejor que yo las necesidades de mi alma y que me amas mucho más de lo que yo pueda amarte. Conoce, pues, la gracia que ahora te pido; consígueme la gracia que tú sabes que es la más conveniente para mi alma. Pide este favor a Dios y me daré por satisfecho.
Eyac. Dios mío, concédeme las gracias que María te pide para mí.
Meditación vespertina: LA PRÁCTICA DEL AMOR DE JESUCRISTO
"La caridad no piensa mal, no se alegra de la iniquidad, sino que se alegra con la verdad".
XXXVII. EL QUE AMA A JESUCRISTO SÓLO DESEA LO QUE JESUCRISTO DESEA
Meditación I:
La caridad y la verdad van siempre unidas; de modo que la caridad, consciente de que Dios es el único y verdadero Bien, detesta la iniquidad, que se opone directamente a la voluntad divina, y no se satisface sino en lo que agrada a Dios Todopoderoso. De ahí que el alma que ama a Dios se despreocupe de lo que los hombres digan de ella, y sólo se proponga agradar a Dios. El Beato Enrique Suso dice: "Está bien con Dios aquel hombre que se esfuerza por conformarse con la verdad, y por lo demás es completamente indiferente a la opinión o trato de la humanidad."
Y como ya hemos afirmado más de una vez, la santidad y perfección de un alma consiste en la renuncia a sí misma y en la sumisión a la voluntad de Dios; pero ahora será bueno descender más en detalle. Si, pues, queremos llegar a ser santos, todo nuestro empeño debe consistir en no seguir nunca nuestra propia voluntad, sino siempre la voluntad de Dios; la sustancia de todos los preceptos y consejos divinos consiste en hacer y sufrir lo que Dios quiere, y del modo que Él quiere. Supliquemos, pues, al Señor que nos conceda una santa libertad de espíritu: esa libertad de espíritu que nos lleva a abrazar todo lo que es agradable a Jesucristo, independientemente de todos los sentimientos de repugnancia que surgen del amor propio y del respeto humano. El amor a Jesucristo, hace a los que le aman absolutamente indiferentes; de modo que todas las cosas son iguales para ellos, sean amargas o dulces. No desean nada que les agrade a ellos mismos, sino sólo lo que agrada a Dios; se emplean en cosas pequeñas y grandes, sean agradables o desagradables, con la misma paz de espíritu. Les basta con agradar a Dios.
Meditación II: