Meditación matutina: LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO AL ALMA
El Padre Eterno no se contentó con darnos a Su Hijo Jesucristo para salvarnos con Su muerte, sino que nos ha dado también al Espíritu Santo para que habite siempre en nuestras almas y las mantenga inflamadas de Su santo amor. Por eso, cuando el Espíritu Santo descendió sobre los Apóstoles, apareció en forma de lenguas de fuego. Este es el fuego santo que inflamó a los Santos con el deseo de hacer grandes cosas por Dios, que les permitió amar a sus enemigos más crueles, buscar el desprecio, renunciar a todas las riquezas y honores del mundo, e incluso abrazar los tormentos y la muerte.
Meditación I:
El Espíritu Santo es ese vínculo divino que une al Padre con el Hijo; Él es Quien une nuestras almas, por el amor, con Dios. Pues, como dice San Agustín, la unión con Dios es efecto del amor. "La caridad es una virtud que nos une a Dios". Las cadenas del mundo son cadenas de muerte, pero los lazos del Espíritu Santo son lazos de vida Eterna, porque nos unen a Dios, Quien es nuestra verdadera y única Vida.
Recordemos también que todas las luces, inspiraciones, llamadas divinas, todos los actos buenos que hemos realizado durante nuestra vida, todos nuestros actos de contrición, de confianza en la misericordia divina, de amor, de resignación, han sido dones del Espíritu Santo. Así también el Espíritu ayuda nuestra flaqueza; porque no sabemos lo que hemos de pedir como conviene; pero el Espíritu mismo pide por nosotros con gemidos indecibles. - (Rom. viii., 26). Así, es el Espíritu Santo Quien ora por nosotros; porque nosotros no sabemos qué pedir, pero el Espíritu Santo nos enseña por qué debemos orar.
Oh Espíritu santo y divino, ven a mi corazón y enséñame a orar como debo. Dame fuerza para no descuidar la oración en tiempos de cansancio y sequedad. Me he perdido por mis pecados. Tú deseas mi santificación y salvación, y yo también deseo fervientemente ser santo. Te amo, mi soberano Bien, mi Amor, mi Todo, y porque Te amo, me entrego enteramente a Ti. Oh Santísima Virgen María, protégeme.
Meditación II:
Lectura espiritual: ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Meditación vespertina: LA PRÁCTICA DEL AMOR DE JESUCRISTO
X. MEDIOS PARA EVITAR LA TIBIEZA Y ALCANZAR LA PERFECCIÓN
Meditación I:
El mayor mal es que, sin la oración mental, no oramos en absoluto. He hablado frecuentemente en mis obras espirituales de la necesidad de la oración, y más especialmente en un pequeño volumen titulado, Sobre la oración, el gran medio de salvación y perfección; y aquí también diré algunas otras cosas. Bastará, pues, citar la opinión del Venerable Palafox, Obispo de Osma: "¿Cómo puede durar la caridad, si Dios no nos concede la perseverancia? ¿Cómo nos concederá el Señor la perseverancia, si no se la pedimos? ¿Y cómo se la pediremos sino con la oración? Sin oración no hay comunicación con Dios para la conservación de la virtud." Y así es, porque el que descuida la oración mental ve muy poco las necesidades de su alma; conoce poco los peligros de su salvación, los medios de que debe servirse para vencer las tentaciones; y así, comprendiendo poco la necesidad de la oración, deja de orar, y ciertamente se perderá.
Meditación II:
Meditación matutina: EL AMOR DE JESÚS EN EL SANTÍSIMO SACRAMENTO
Jesús, no queriendo separarse de nosotros ni siquiera en la muerte, instituyó el Santísimo Sacramento para permanecer con nosotros en él hasta el fin del mundo. He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta la consumación del mundo. - (Mat. xxviii., 20).
Meditación I:
Nuestro amantísimo Redentor, sabiendo que debía dejar esta tierra y volver a su Padre tan pronto como hubiera cumplido la obra de nuestra Redención con su muerte, y viendo que su hora estaba próxima... Jesús sabiendo que había llegado su hora de pasar de este mundo a su padre (Juan xiii., 1) - no nos dejaría huérfanos en este valle de lágrimas. ¿Qué hizo entonces? Instituyó el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, en el que nos dejó todo Su Ser. "Ninguna lengua -dice San Pedro de Alcántara- puede expresar la grandeza del amor de Jesús por nuestras almas; y por eso este Esposo, antes de partir de esta vida, para que su ausencia no fuese ocasión de que le olvidásemos, nos dejó como memorial este Santísimo Sacramento, en el que Él mismo permaneciese con nosotros, no queriendo que quedase otra prenda que Él mismo para recordarnosle." Jesús, pues, no queriendo separarse de nosotros con su muerte, instituyó este Sacramento de amor, para permanecer con nosotros hasta el fin del mundo: He aquí que yo estoy con vosotros todos los días, hasta la consumación del mundo. - (Mt. xxviii., 20). Contemplémosle, pues, como nos enseña la Fe, residiendo sobre innumerables altares, -encerrado en tantas prisiones de amor, para que pueda ser encontrado por todos los que le buscan. "Pero, Señor", dice San Bernardo, "esto no es propio de Tu majestad". Jesucristo responde: Basta que concuerde con Mi amor.
Oh mi amado Jesús, oh Dios que nos amas con tan gran amor, ¿qué más puedes hacer para que nosotros, pecadores ingratos, Te amemos? ¡Oh, si los hombres Te amaran, todas las iglesias estarían continuamente llenas de devotos, postrados sobre sus rostros, adorándote y dándote gracias, ardiendo en Tu amor al contemplarte con los ojos de la Fe oculta en un sagrario! Pero no; los hombres, olvidados de Ti y de Tu amor, esperan en verdad a un hombre mortal del que esperan algún bien perecedero, y te dejan a Ti, mi Señor, abandonado y solo. ¡Oh, si fuera capaz de compensarte por tanta ingratitud con mi propia devoción!
Meditación II:
Lectura espiritual: VISITA A JESÚS SACRAMENTADO
Nuestra santa fe nos enseña, y estamos obligados a creer que en la Hostia consagrada Jesucristo está realmente presente bajo la especie del pan. Pero también debemos comprender que Él está así presente en nuestros altares como en un trono de amor y misericordia, para dispensar gracias y mostrarnos el amor que nos tiene, al querer habitar así noche y día oculto en medio de nosotros.
Es bien sabido que la Santa Iglesia instituyó la Fiesta del Corpus Christi con una Octava solemne, y que la celebra con muchas procesiones, y frecuente Exposición del Santísimo Sacramento, para que de este modo los hombres se sientan movidos a reconocer y honrar agradecidos esta amorosa presencia y morada de Jesucristo en el Sacramento del Altar, con sus devociones, acciones de gracias y el tierno afecto de sus almas. Oh Dios, ¡cuántos insultos y ultrajes no ha tenido y tiene que soportar diariamente este admirable Redentor en este Sacramento por parte de aquellos mismos hombres por cuyo amor permanece en nuestros altares! De esto, en efecto, se quejó a su querida sierva Santa Margarita María Alacoque, como autora de la Libro de devoción al Corazón de Jesús relata. Un día, estando ella en oración ante el Santísimo Sacramento, Jesús le mostró su Corazón en un trono de llamas, coronado de espinas y rematado por una cruz, y así se dirigió a ella: "He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres, y que en nada se ha escatimado, y hasta ha llegado a consumirse, para mostrarles así su amor; pero a cambio la mayor parte de los hombres sólo me muestran ingratitud con la irreverencia, tibieza, sacrilegio y desprecio, de que me hacen objeto en este Sacramento de amor; y lo que más siento es que los corazones a Mí consagrados me traten así." Jesús expresó entonces su deseo de que el primer viernes después de la Octava del Corpus Christi se dedicase como fiesta particular en honor de su adorable Corazón; y que en ese día todas las almas que le amaban se esforzasen por reparar con su homenaje y con su afecto las injurias que los hombres le han tributado en el Sacramento del Altar. Al mismo tiempo prometió abundantes gracias a todos los que así le honraran presente en el Santísimo Sacramento.
Esta Presencia nos hace comprender lo que nuestro Señor dijo antiguamente por medio de su Profeta, que sus delicias son estar con los hijos de los hombres, pues no sabe separarse de ellos, aunque le abandonen y desprecien. Esto nos muestra también cuán agradables al Corazón de Jesús son todas aquellas almas que con frecuencia le visitan y le hacen compañía en las iglesias en las que está presente bajo las especies sacramentales. Deseó Santa María Magdalena de Pazzi que le visitase en el Santísimo Sacramento treinta y tres veces al día; y en esto le obedeció fielmente su amada esposa, y en todas sus visitas se acercaba lo más posible al altar, como leemos en su Vida.
Pero que hablen todas esas almas devotas que van a menudo a hacer compañía a Jesús Sacramentado, que nos hablen de los dones e inspiraciones que han recibido, de las llamas de amor que allí se encienden en sus almas y del Paraíso que disfrutan en presencia de este Dios escondido.
El siervo de Dios y gran misionero siciliano, el padre Luis La Nouza, estaba, incluso en su juventud y como laico, tan enamorado de Jesucristo, que parecía incapaz de separarse de la presencia de su amado Señor. Tales eran las alegrías que experimentaba aquí, que su director, para moderar su devoción, tuvo que ordenarle, en virtud de obediencia, que no permaneciera ante el sagrario más de una hora. Transcurrido el tiempo, demostró al obedecer que, al arrancarse del seno de Jesucristo, tenía que hacerse a sí mismo tanta violencia como un niño que tiene que desprenderse del pecho de su madre en el mismo momento en que se sacia con la mayor avidez. También a San Luis le estaba prohibido permanecer en presencia del Santísimo Sacramento, y cuando pasaba ante el Sagrario, viéndose atraído, por decirlo así, por las dulces atracciones de su Señor, y casi obligado a permanecer allí, con el mayor esfuerzo se arrancaba, diciendo, en un exceso de tierno amor: Apártate de mí, Señor, apártate. Allí fue también donde San Francisco Javier encontró refrigerio en medio de sus muchos trabajos en la India, pues empleaba sus días en trabajar por las almas, y sus noches las pasaba en presencia del Santísimo Sacramento.
Meditación vespertina: LA PRÁCTICA DEL AMOR DE JESUCRISTO
XI. MEDIOS PARA EVITAR LA TIBIEZA Y ALCANZAR LA PERFECCIÓN
Meditación I:
El cuarto medio de perfección, e incluso de perseverancia en la gracia de Dios, es con frecuencia para recibir la Sagrada ComuniónDe esto hemos hablado muchas veces, y muchas veces hemos declarado que nada puede hacer un alma más agradable a Jesucristo que recibirle muchas veces en el Sacramento del Altar. Santa Teresa decía: "No hay mejor ayuda para la perfección que la Comunión frecuente. Oh, cuán admirablemente lleva el Señor a tal alma a la perfección!". Y añade que ordinariamente se hallan más adelantados en la perfección los que comulgan con más frecuencia; y que hay mayor espiritualidad en aquellas Comunidades Religiosas donde es costumbre la Comunión frecuente. Por esta razón es por lo que, como encontramos declarado en un decreto de Inocencio XI, en 1679, los Santos Padres han ensalzado tanto, y promovido tanto, la práctica del frecuente e incluso de comunión diaria. La Santa Comunión, como nos dice el Concilio de Trento, nos libra de las faltas cotidianas y nos preserva de los pecados mortales. San Bernardo afirma que la Comunión reprime los movimientos de la ira y de la incontinencia, que son las dos pasiones que con más frecuencia y violencia nos asaltan. Santo Tomás dice que la Comunión vence las sugestiones del demonio. Y finalmente San Juan Crisóstomo dice que la Comunión derrama en nuestras almas una gran inclinación a la virtud, y una prontitud para practicarla; y al mismo tiempo nos imparte una gran paz, por la cual el camino de la perfección se nos hace muy dulce y fácil. Además, no hay Sacramento tan capaz de encender el amor divino en las almas como el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, en el cual Jesucristo nos da todo su Ser, para unirnos todos a sí mismo por medio del santo amor. Por eso decía el Beato Juan de Ávila: "Quien disuade a las almas de comulgar con frecuencia, hace obra del demonio". Sí; porque el demonio tiene un gran horror a este Sacramento, del que las almas sacan una fuerza inmensa para avanzar en el amor divino.
Meditación II:
Meditación matutina: JESÚS PERMANECE EN NUESTROS ALTARES PARA QUE TODOS LO ENCUENTREN
Santa Teresa solía decir que en este mundo es imposible que todos los súbditos hablen con su rey. Pero todo el que lo desee puede encontrar a Jesús, el Rey del Cielo, en el Santísimo Sacramento, y puede hablar con Él sin restricciones.
Meditación I:
Santa Teresa decía que en este mundo es imposible que todos los súbditos hablen con su rey. A lo más que pueden aspirar los pobres es a transmitirle lo que tienen que decirle por medio de alguna tercera persona. Pero para hablar contigo, oh Rey del Cielo, no hace falta ninguna tercera persona. Todo el que lo desee puede encontrarte en el Santísimo Sacramento, y puede hablarte, sin restricciones. Por esta razón, dice el mismo Santo, Jesús ha ocultado su majestad bajo la apariencia de pan, para darnos confianza y quitarnos todo temor de acercarnos a Él. ¡Ah! cómo exclama Jesús cada hora desde nuestros altares: Venid a mí todos los que estáis fatigados y agobiados, y yo os aliviaré. - (Mateo xi., 28). Venid, nos dice, venid, pobres; venid, enfermos; venid, afligidos; venid, justos y pecadores, y hallaréis en Mí remedio para todas vuestras pérdidas y aflicciones. Tal es el deseo de Jesucristo de consolar a todos los que recurren a Él. Permanece noche y día sobre nuestros altares para que todos Le encuentren y a todos conceda Sus favores.
Oh Jesús mío, hasta podría morir de pena al pensar que hasta ahora he amado más a las criaturas y a mi propia gratificación que a Ti, dándote la espalda a Ti, mi soberano Bien. Pero Tú no has querido dejarme perder; me has soportado con tanta paciencia y, en vez de castigarme, has herido mi corazón con tantos dardos de amor, que ya no puedo resistir a tus atractivos y me he entregado a Ti. Veo que quieres que sea todo tuyo. Pero ya que lo deseas, hazlo, pues eres Tú quien debe hacerlo. Aparta todos mis afectos de mí mismo y de las criaturas, y concédeme que no busque a nadie más que a Ti, ni piense en nadie más, ni hable de nadie más que de Ti, y que sólo desee y suspire para arder en tu amor, para vivir y morir por Ti. Oh amor de mi Jesús, ven y ocupa todo mi corazón, y expulsa de él todo amor que no sea de Dios. Te amo, oh Jesús, presente en el Santísimo Sacramento. Te amo, oh Jesús, presente en el Santísimo Sacramento. Te amo a Ti, mi Vida, mi Tesoro y mi Todo. Oh María, ruega por mí y haz que pertenezca enteramente a Jesús.
Meditación II:
Lectura espiritual: VISITA A JESÚS SACRAMENTADO
San Juan Regis acostumbraba visitar con frecuencia a Jesús Sacramentado. A veces, sin embargo, encontrando la iglesia cerrada, satisfacía sus anhelos permaneciendo de rodillas fuera de la puerta, expuesto a la lluvia y al frío, para, al menos a distancia, poder rendir homenaje a su Consolador oculto bajo los velos sacramentales. San Francisco de Asís solía conversar sobre todos sus trabajos y empresas con Jesús Sacramentado. Pero tierna, tal vez, más que todas las demás fue la devoción de San Wenceslao, duque de Bohemia, hacia el Santísimo Sacramento. Este santo rey estaba tan enamorado de la presencia de Jesús, que no sólo recogía el trigo y las uvas, y hacía las hostias y el vino con sus propias manos, y luego los daba para que se usaran en el Santo Sacrificio, sino que solía, incluso durante el invierno, ir de noche a visitar la iglesia en la que se guardaba el Santísimo Sacramento. Estas visitas encendían en su alma tales llamas de amor divino que el ardor se transmitía incluso a su cuerpo, y quitaba a la nieve sobre la que caminaba su acostumbrado frío. Se cuenta que el criado que le acompañaba, y que tenía que caminar sobre la nieve, sufría mucho de frío. El santo rey, al darse cuenta de ello, se compadeció y le ordenó que le siguiera y que sólo pisara sus huellas. Así lo hizo, y nunca más sintió frío.
En el Visitasleeréis otros ejemplos del tierno afecto con que las almas inflamadas en el amor de Dios anhelaban permanecer en presencia del Santísimo Sacramento. Ciertamente, entre todas las devociones, exceptuando la de recibir los Sacramentos, la de adorar a Jesús Sacramentado ocupa el primer lugar. Es la más agradable a Dios y la más útil para nosotros mismos. No te niegues, pues, alma devota, a comenzar esta devoción; deja la conversación de los hombres, y permanece cada día, desde ahora en adelante, media hora, o al menos un cuarto de hora, en alguna iglesia, en presencia de Jesucristo bajo las especies sacramentales. Gustad y ved qué dulce es el Señor. Haced la prueba, y por experiencia aprenderéis el gran provecho que sacaréis de esta devoción. Estad seguros de que el tiempo así empleado con devoción ante este Divinísimo Sacramento será el más provechoso para vosotros en la vida, y la fuente de vuestro mayor consuelo en la muerte y por la eternidad. Y debes saber que en un cuarto de hora de oración en presencia del Santísimo Sacramento, puedes ganar más que en todos los demás ejercicios espirituales del día. Es verdad que Dios escucha en todas partes las súplicas de los que le rezan, habiéndoselo prometido. Pide y recibirás. - (Juan xvi., 24). Sin embargo, El discípulo nos dice que Jesús dispensa sus gracias en mayor abundancia a quienes le visitan en el Santísimo Sacramento. También el Beato Enrique Suso solía decir que Jesucristo escucha las oraciones de los fieles con más gracia en el Sacramento del Altar que en cualquier otra parte. ¿Y dónde, en efecto, hicieron las almas santas sus más bellos propósitos, sino postradas ante el Santísimo Sacramento? ¿Quién sabe si un día tú también, en presencia del Sagrario, tomarás la resolución de entregarte enteramente a Dios? En este librito me siento obligado, al menos por gratitud a mi Jesús Sacramentado, a declarar que por medio de esta devoción de visitarle, que practiqué, aunque con tanta tibieza y de un modo tan imperfecto, abandoné el mundo, en el que, por desgracia, viví hasta los veintiséis años. Bienaventurado serás tú si puedes desprenderte de él en una época más temprana y entregarte sin reservas a ese Señor que se ha entregado sin reservas a ti. Repito, serás ciertamente dichoso, no sólo en la eternidad, sino incluso en esta vida. . . Oh, qué dulce gozo es permanecer con fe y tierna devoción ante un altar, y conversar familiarmente con Jesucristo, que está allí con el expreso propósito de escuchar y oír graciosamente a los que vienen a visitarle; pedirle perdón por los disgustos que le hemos causado; exponerle nuestras necesidades, como un amigo a un amigo en quien pone toda su confianza; pedirle sus gracias, su amor, su Reino. Pero, sobre todo, oh, qué paraíso es permanecer allí haciendo actos de amor hacia ese Señor que está en el Sagrario ardiendo de amor por nosotros y rogando a Su Padre Eterno por nuestro bienestar. En verdad es el amor lo que lo mantiene allí tan oculto y desconocido, aunque sea despreciado por las almas ingratas. Pero, ¿por qué decir más? Probar y ver.
Meditación vespertina: LA PRÁCTICA DEL AMOR DE JESUCRISTO
XII. MEDIOS PARA EVITAR LA TIBIEZA Y ALCANZAR LA PERFECCIÓN
Meditación I:
Hay ciertas almas pusilánimes que, al ser exhortadas a comunicarse con más frecuencia, responden: "Pero yo no soy digno". Pero, hija mía, ¿no sabes que cuanto más te abstienes de comulgar, más indigna te haces? Porque, privado de la sagrada Comunión tendrás menos fuerzas, y cometerás muchas faltas. Pues bien, obedece a tu director y déjate guiar por él: las faltas no prohíben la sagrada Comunión, cuando no se cometen con plena voluntad; además, entre tus faltas la mayor es no someterte a lo que te dice tu padre espiritual.
"Pero en mi vida pasada estuve muy mal". Y yo te respondo, que debes saber, que el que es más débil tiene más necesidad del médico y de la medicina. Jesús en el Santísimo Sacramento es nuestro Médico y Medicina también. San Ambrosio dijo: "Yo, que siempre estoy pecando, siempre tengo necesidad de medicina". Diréis entonces, tal vez: "Pero mi confesor no me dice que me comunique más a menudo". Si, pues, no te dice que lo hagas, pídele permiso para comunicarte más a menudo. Si te lo niega, obedécele; pero mientras tanto, hazle la petición. "Parecería orgullo". Sería soberbia si quisieras comunicarte contra su voluntad, pero no cuando pides su consentimiento con humildad.
Meditación II:
Meditación matutina: EL GRAN DON DE JESÚS EN EL SANTÍSIMO SACRAMENTO
Dios es Omnipotente; pero después de haberse entregado a nosotros en el Santísimo Sacramento, no tiene mayor don que hacernos. ¡Oh maravilloso prodigio del amor divino!
Meditación I:
El amor de Jesús no se contentó con derramar su Sangre y entregar su vida por nosotros en medio de ignominias y tormentos, para manifestarnos su afecto; sino que, además, para obligarnos aún más a amarle, en la noche anterior a su muerte, quiso dejarnos todo su Ser para que fuera nuestro Alimento en la Sagrada Eucaristía. Dios es omnipotente, pero, habiéndose dado a nosotros en este Sacramento, no tiene nada más que darnos. El Concilio de Trento dice que Jesús, al darse a nosotros en la Sagrada Comunión, derrama sobre nosotros todas las riquezas de su amor infinito. Derrama, por así decirlo, las riquezas de su amor hacia los hombres.
Oh mi querido Jesús, ¿qué más puedes hacer para que te amemos? Haznos sentir el exceso de tu amor al reducirte a la comida para unirte a nosotros, pecadores. Tú, pues, Redentor mío, me has amado tanto que no te has negado a darme frecuentemente todo Tu Ser en la Sagrada Comunión, y yo he tenido muchas veces la bajeza de expulsarte de mi alma. Pero Tú no desprecias un corazón contrito y humilde. Te hiciste hombre por mí, moriste por mí, te diste a Ti mismo como alimento y ¿qué más te queda por hacer para ganarte mi amor? ¡Oh, que me muera de dolor cada vez que me acuerde de haber despreciado tus gracias! Siento de todo corazón haberte ofendido. Te amo, bondad infinita. Te amo, oh Amor infinito.
Meditación II:
Lectura espiritual: LA VISITA A MARÍA
Y ahora, en cuanto a la Visita a la Santísima Virgen, es bien conocida y comúnmente aceptada la opinión de San Bernardo: a saber, que Dios no dispensa ninguna gracia de otro modo que por las manos de María: "Dios quiere que no recibamos nada que no pase por las manos de María". De ahí que el Padre Suárez declare que es ahora el sentir de la Iglesia universal, que la intercesión de María no sólo es útil, sino incluso necesaria para obtener las gracias. Y podemos observar que la Iglesia nos da fuertes fundamentos para esta creencia, aplicando las palabras de la Sagrada Escritura a María, y haciéndole decir: En mí está toda esperanza de vida y de virtud. Venid a mí todos los que me deseáis. - (Ecl. xxiv., 25, 26). Venid todos a mí, porque yo soy la esperanza de todo lo que podáis desear. De ahí que añada: Bienaventurado el hombre que me oye, y que vela cada día a mis puertas, y espera a los postes de mis puertas.. - (Prov. viii., 34). Bienaventurado el que es diligente en acudir cada día a la puerta de mi poderosa intercesión, porque encontrándome hallará la vida y la salvación eterna: El que me encuentre, encontrará la vida y tendrá la salvación del Señor.. - (Prov. viii., 35). Por eso no carece de razón que la Iglesia quiera que llamemos a María nuestra esperanza común, saludándola con las palabras: "¡Salve, esperanza nuestra!"
"Busquemos, pues, las gracias, y busquémoslas por medio de María", dice San Bernardo (que llegó a calificar a María de "todo el fundamento de su esperanza"). Porque, como dice San Antonino, si pedimos gracias sin su intercesión, sólo estaremos haciendo un esfuerzo por volar sin alas, y no obtendremos nada. "Quien pide sin ella como guía, intenta volar sin alas".
En el pequeño libro del Padre Auriemma, Afjetti ScambievoliEn el Evangelio, leemos de innumerables favores concedidos por la Madre de Dios a quienes practicaban esta provechosísima devoción de visitarla a menudo en sus iglesias o ante su imagen.
Cuida, pues, tú también de unir siempre a tu visita diaria al Santísimo Sacramento una visita a la santísima Virgen María en alguna iglesia, o al menos ante una devota imagen suya en tu propia casa. San Andrés de Creta dice que María siempre concede grandes dones a quienes le ofrecen el más mínimo acto de homenaje.
Comunión espiritual durante la visita
Como se sugiere en las siguientes visitas al Santísimo Sacramento para hacer un Comunión espiritual después de cada una, será bueno explicar lo que es una Comunión Espiritual, y las grandes ventajas de hacerla. A Comunión espiritualSegún Santo Tomás, consiste en el deseo ardiente de recibir a Jesús Sacramentado y en abrazarlo amorosamente como si lo hubiéramos recibido.
Cuán gratas son a Dios las Comuniones Espirituales y cuántas gracias concede por su medio, se lo manifestó el mismo Señor a Sor Paula Maresca, fundadora del Convento de Santa Catalina de Siena, en Nápoles. Se cuenta en su Vida que el Señor le mostró dos vasos preciosos, uno de oro y otro de plata. Luego le dijo que en el vaso de oro conservaba sus Comuniones Sacramentales, y en el de plata sus Comuniones espirituales. También dijo a la beata Juana de la Cruz que cada vez que se comunicaba espiritualmente recibía una gracia semejante en especie a la que recibía cuando se comunicaba realmente. Pero para nosotros bastará saber que el santo Concilio de Trento alaba grandemente Comunión espiritualy anima a los fieles a practicarla.
De ahí que las almas devotas suelan recurrir con frecuencia a este santo ejercicio de Comunión espiritual. La Beata Águeda de la Cruz lo hacía doscientas veces al día. El Padre Pedro Fabro, primer compañero de San Ignacio, solía decir que era de la mayor utilidad hacer Comuniones Espirituales, para recibir bien la Comunión Sacramental.
Se exhorta, pues, a todos los que desean progresar en el amor de Jesucristo, a hacer la Comunión espiritual al menos una vez en cada visita que hagan al Santísimo Sacramento, y una vez en cada Misa que oigan. Mejor aún en estas ocasiones repetir las Comuniones Espirituales tres veces; es decir, al principio, a la mitad y al final. Esta devoción es mucho más provechosa de lo que algunos suponen, y al mismo tiempo nada puede ser más fácil de practicar. La susodicha Juana de la Cruz solía decir que se puede hacer una Comunión Espiritual sin que nadie lo note, sin estar en ayunas, sin permiso de nuestro director, y que podemos hacerla cuando nos plazca; un acto de amor lo hace todo.
Meditación vespertina: LA PRÁCTICA DEL AMOR DE JESUCRISTO
XIII. MEDIOS PARA EVITAR LA TIBIEZA Y ALCANZAR LA PERFECCIÓN
Meditación I:
¡Ay, Dios mío, cuántas almas, por no aplicarse a llevar una vida de mayor recogimiento y más desprendimiento de las cosas terrenas, se preocupan de no comulgar! Y ésta es la verdadera causa de que no quieran comulgar con frecuencia. Saben muy bien que el deseo de aparentar siempre, de vestirse con vanidad, de ser aficionadas a comer y beber agradablemente, a las comodidades corporales, a las conversaciones y diversiones, no armoniza con la Comunión frecuente; saben que se requiere más oración, más mortificación, tanto interna como externa, más recogimiento; y por esto se avergüenzan de acercarse con más frecuencia al altar. Sin duda, tales almas hacen bien en abstenerse de la Comunión frecuente mientras se encuentren en ese infeliz estado de tibieza; pero quienquiera que esté llamado a una vida más perfecta debe dejar de lado esta tibieza, si no quiere arriesgar grandemente su salvación eterna.
Meditación II:
Meditación matutina: EL GRAN AMOR QUE JESÚS NOS HA DEMOSTRADO AL DARNOS EL SANTÍSIMO SACRAMENTO
San Pablo dice que Dios, al hacerse Hombre, mostró al mundo hasta dónde llegaba su bondad y amabilidad para con nosotros. Pero, al entregarse a nosotros en el Santísimo Sacramento, nos hace conocer la profundidad de la ternura de su amor hacia nosotros. ¿No parece una locura, dice San Agustín, que Jesús nos diga: ¿Comer mi carne, beber mi sangre?
Meditación I:
Jesus, knowing that his hour was come, that he should pass out of this world to the Father; having loved his own who were in the world, he loved them unto the end. - (Juan xiii., 1). Jesús, sabiendo que se acercaba la hora de su muerte, quiso dejarnos la más fuerte prenda de su amor por nosotros, y ésta fue el don del Santísimo Sacramento: Los amó hasta el final - que San Crisóstomo explica: "Los amó con amor extremo". Él, por lo tanto, amó a los hombres con el amor más grande que podía tener hacia ellos, dándoles todo Su Ser. Pero, ¿cuándo instituyó Jesús este gran Sacramento? La noche antes de su muerte. El Señor Jesúsdice el Apóstol, la misma noche en que fue entregado, tomó pan, y dando gracias, lo partió y dijo: Tomad y comed: esto es mi cuerpo. - (1 Cor. xi., 23, 24). Mientras los hombres se preparaban para darle muerte, Él se complació en darles esta última prueba de su amor.
¡Oh amor infinito de Jesús, Tú eres digno de ser amado con un amor infinito! Tú, Señor mío, has amado tanto al hombre, ¿y cómo es que el hombre Te ama tan poco? ¿Qué más podrías hacer para que Te amara? Oh Jesús mío, Tú eres muy amable y amoroso; hazte conocer, hazte amar. ¿Cuándo podré amarte como Tú me has amado? Descúbreme cada vez más la grandeza de tu bondad, para que arda siempre más en tu amor y busque siempre agradarte.
Meditación II:
Lectura espiritual: CORAM SANCTISSIMO*
Oración introductoria antes de cada visita
Señor mío Jesucristo, que por el amor que tienes a los hombres, permaneces noche y día en este Sacramento lleno de compasión y de amor, esperando, llamando y acogiendo a todos los que vienen a visitarte; creo que estás presente en el Sacramento del Altar. Te adoro desde el abismo de mi nada, y te doy gracias por todas las gracias que me has concedido, y en particular por haberme dado a Ti mismo en este Sacramento, por haberme dado a tu santísima Madre María por abogada, y por haberme llamado a visitarte en esta iglesia. Saludo ahora a tu amantísimo Corazón, y esto por tres motivos:
I. En acción de gracias por este gran don;
II. Para desagraviarte por todos los ultrajes que recibes en este Sacramento de todos tus enemigos;
III. Con esta visita pretendo adorarte en todos los lugares de la tierra en los que Tú estás presente en este sacramento, y en los que Tú eres el menos venerado y el más abandonado.
Jesús mío, Te amo con todo mi corazón. Me aflijo por haber ofendido hasta ahora tantas veces tu infinita bondad. Me propongo, por tu gracia, no ofenderte nunca más en los tiempos venideros; y ahora, por miserable e indigno que sea, me consagro a Ti sin reservas; te entrego y renuncio a toda mi voluntad, a mis afectos, a mis deseos y a todo lo que poseo. De ahora en adelante dispone de mí y de todo lo que tengo como te plazca. Todo lo que te pido y deseo es tu santo amor, la perseverancia final y el perfecto cumplimiento de tu voluntad. Te encomiendo a las almas del Purgatorio; pero especialmente a las que tuvieron la mayor devoción al Santísimo Sacramento y a la Santísima Virgen María. Te encomiendo también a todos los pobres pecadores. En fin, mi querido Salvador, uno todos mis afectos a los afectos de Tu amantísimo Corazón; y los ofrezco, así unidos, a Tu Eterno Padre, y le suplico en Tu Nombre que se digne, por Tu amor, aceptarlos y concederlos. (Indulgencia de 300 días cada vez; Plenaria una vez al mes).
PRIMERA VISITA
He aquí la fuente de todo bien, Jesús en el Santísimo Sacramento, que dice, Si alguno tiene sed, que venga a mí. - (Juan vii., 37). ¡Oh, qué torrentes de gracia han sacado los Santos de la fuente del Santísimo Sacramento! Porque allí Jesús dispensa todos los méritos de su Pasión, como fue predicho por el Profeta: Sacarás aguas con alegría de las fuentes del Salvador. - (Is. xii., 3). La condesa de Feria, aquella ilustre discípula del bienaventurado Juan de Ávila, después clarisa, y apellidada la esposa del Santísimo Sacramento, por sus largas y frecuentes visitas a Él, al ser preguntada cómo empleaba las muchas horas que así pasaba en presencia del Santísimo, respondió: "Podría permanecer allí toda la eternidad". ¿Y no está allí presente la misma Esencia de Dios, que será el alimento de los bienaventurados? ¡Buen Dios! ¿Se me pregunta qué hago en Su presencia? ¿Por qué no se me pregunta más bien qué es lo que no se hace allí? Amamos, alabamos, damos gracias, pedimos. ¿Qué hace un pobre en presencia de un rico? ¿Qué hace un enfermo en presencia de su médico? ¿Qué hace un hombre sediento ante una fuente límpida? ¿Qué hace un hambriento ante una mesa bien provista?".
Oh mi amabilísimo, dulcísimo, amadísimo Jesús, mi Vida, mi Esperanza, mi Tesoro, el único Amor de mi alma, ¡oh, cuánto te ha costado permanecer así con nosotros en este Sacramento! Tuviste que morir, para habitar entre nosotros en nuestros altares; y luego, ¡cuántos insultos no has tenido que soportar en este Sacramento, para ayudarnos con tu presencia! Tu amor y el deseo que tienes de ser amado por nosotros lo han vencido todo.
Ven, pues, Señor, ven y toma posesión de mi corazón; cierra sus puertas para siempre, para que en adelante ninguna criatura pueda entrar a dividir el amor que te es debido, y que es mi ardiente deseo entregártelo todo a Ti. Sólo Tú, mi querido Redentor, me gobiernas; sólo Tú posees todo mi ser; y si alguna vez no te obedezco perfectamente, castígame con rigor para que en adelante sea más vigilante para complacerte como Tú quieres. Haz que ya no busque otro placer que el de complacerte: que todo mi deleite sea visitarte a menudo en tus altares, entretenerme contigo y recibirte en la Sagrada Comunión. Que todos los que quieran busquen otros tesoros: el único tesoro que amo, el único que deseo, es el Tesoro de Tu amor; sólo por éste suplicaré al pie del altar. Haz que me olvide de mí mismo, para que así recuerde sólo Tu bondad. Bendito Serafín, te envidio, no por tu gloria, sino por el amor que profesas a tu Dios y al mío; oh, enséñame lo que debo hacer para amarle y agradarle.
Eyac. Jesús mío, sólo a Ti te amaré; sólo a Ti deseo agradar.
Sigue una Comunión Espiritual para la que la Iglesia concede una Indulgencia de 60 días:
UN ACTO DE COMUNIÓN ESPIRITUAL
Jesús mío, creo que Tú estás verdaderamente presente en el Santísimo Sacramento. Te amo sobre todas las cosas y deseo poseerte en mi alma. Ya que ahora no puedo recibirte sacramentalmenteven al menos espiritualmente en mi corazón. Te abrazo como si ya estuvieras allí, y me uno enteramente a Ti; nunca permitas que me separe de Ti.
VISITA A MARÍA
En nuestra Madre María tenemos otra fuente que sí es fecunda para nosotros. Ella es tan rica en bienes y en gracias, dice San Bernardo, que no hay nadie en el mundo que no participe de ellos: "De su plenitud todos hemos recibido". La Santísima Virgen María fue colmada por Dios de gracia, y como tal fue saludada por el Ángel, ¡Salve, llena eres de gracia! - (Lucas i., 28), no sólo por ella, sino también por nosotros. San Pedro Crisólogo añade, que ella recibió ese gran abismo de gracia, para poder después impartirla a todos los que le eran devotos: "La Santísima Virgen recibió esta gracia, para poder dar a cambio la salvación a todos".
Eyac. Causa de nuestra alegría, ruega por nosotros.
ORACIÓN FINAL
Santísima Virgen Inmaculada y Madre mía, María, a ti, que eres la Madre de mi Señor y Reina del mundo, la abogada, la esperanza y el refugio de los pecadores, recurro hoy yo, que soy el más miserable de todos. Te rindo mi más humilde homenaje, oh gran Reina, y te doy gracias por todas las gracias que me has concedido hasta ahora, particularmente por haberme librado del infierno, que tantas veces he merecido. Te amo, amabilísima Señora; y por el amor que te profeso, prometo servirte siempre y hacer cuanto esté en mi mano para que los demás también te amen. En ti pongo todas mis esperanzas; a tus cuidados confío mi salvación. Acéptame como siervo tuyo y acógeme bajo tu manto, oh Madre de misericordia. Y puesto que eres tan poderosa con Dios, líbrame de todas las tentaciones, o mejor, consígueme la fuerza para triunfar de ellas hasta la muerte. De ti pido un perfecto amor a Jesucristo. De ti espero una buena muerte. Oh Madre mía, por el amor que tienes a Dios, te suplico que me ayudes en todo momento, pero especialmente en el último de mi vida. No me abandones, te lo suplico, hasta que me veas a salvo en el Cielo, bendiciéndote y cantando tus misericordias por toda la eternidad. Amén. Así lo espero. Que así sea. (Indulgencia de 300 días para la Oración anterior).
* Estas Lecturas se pueden hacer en la propia casa, pero el mejor lugar de todos es en alguna iglesia u oratorio -. Coram Sanctissimo - ante el Santísimo Sacramento.
Meditación vespertina: LA PRÁCTICA DEL AMOR DE JESUCRISTO
XIV. MEDIOS PARA EVITAR LA TIBIEZA Y ALCANZAR LA PERFECCIÓN
Meditación I:
El quinto y más necesario medio para la vida espiritual, y para obtener el amor de Jesucristo es oración de petición. En primer lugar, digo que por este medio Dios nos convence del gran amor que nos tiene. ¿Qué mayor prueba de afecto puede dar una persona a un amigo que decirle: "Amigo mío, pídeme lo que quieras, que yo te lo daré"? Eso es precisamente lo que nos dice nuestro Señor: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis. - (Lucas xi., 9). Por eso la oración es llamada omnipotente ante Dios para obtener toda bendición: "La oración, aunque es una sola, todo lo puede", como dice Teodoreto; quien ora obtiene de Dios lo que quiere. Son hermosas las palabras de David: Bendito sea Dios que no ha rechazado mi oración ni su misericordia de mí.. - (Sal. lxv., 20). Comentando este pasaje, dice San Agustín: "Mientras te veas a ti mismo no faltar en la oración, ten por seguro que tampoco te faltará la misericordia divina." Y San Juan Crisóstomo "Siempre obtenemos, incluso mientras seguimos orando". Cuando rezamos a Dios, Él nos concede la gracia que le pedimos, incluso antes de que hayamos terminado nuestra petición. Si, pues, somos pobres, culpémonos sólo a nosotros mismos, ya que somos pobres sólo porque queremos serlo, y por eso no merecemos compasión. ¿Qué compasión puede merecer un mendigo que, teniendo un señor muy rico y deseoso de dárselo todo si se lo pide, prefiere seguir en su pobreza antes que pedir lo que desea? He aquídice el Apóstol, Dios nuestro, rico para todos los que le invocan. - (Rom. x., 12).
Meditación II:
Meditación matutina: LA UNIÓN DEL ALMA CON JESÚS EN LA SANTA COMUNIÓN
Jesús no se contentó con unirse a nuestra naturaleza humana, sino que, por medio del Santísimo Sacramento, encontró el modo de unirse también a cada uno de nosotros, para hacerse enteramente suyo a quien lo acogiera. El que come mi carne permanece en mí y yo en él. - (Juan vi., 57).
Meditación I:
San Dionisio dice que el principal efecto del amor es tender a la unión. Con este fin instituyó Jesús la Santa Cena, para unirse enteramente a nuestras almas. Se había dado a sí mismo a nosotros como nuestro Maestro, nuestro Modelo y Víctima; le quedaba darse a sí mismo a nosotros como nuestro Alimento, para hacerse uno con nosotros, como el alimento se hace uno con la persona que lo come; y esto lo hizo instituyendo el Santo Sacramento del amor. "El último grado de su amor", dice San Bernardino de Siena, "fue darse a Sí mismo a nosotros para ser nuestro Alimento; porque se dio a Sí mismo para estar completamente unido a nosotros, como el alimento está unido a quien lo toma." Así pues, Jesucristo no se contentó con unirse a nuestra naturaleza humana, sino que deseó, por medio de este Sacramento, idear un medio de unirse a cada uno de nosotros individualmente, para llegar a ser enteramente suyo quien lo recibiera. De ahí que San Francisco de Sales diga: "En ninguna acción puede considerarse a nuestro Santísimo Salvador más tierno o más amoroso que en ésta, en la que, por así decirlo, se aniquila a Sí mismo, y se reduce a Alimento para penetrar en los corazones de todos los fieles."
Oh Jesús mío, esto es lo que deseo y busco de Ti en la Sagrada Comunión - oír de Ti: "Nos consideraremos unidos para siempre, nunca más nos separaremos". Sé que Tú no te separarás de mí si yo no me separo de Ti. Pero éste es mi temor: que no vuelva a separarme de Ti como lo he hecho antes. No lo permitas, mi amado Redentor. "No permitas que me separe de Ti".
Meditación II:
Lectura espiritual: CORAM SANCTISSIMO
SEGUNDA VISITA
Dice el piadoso Padre Nieremberg, que siendo el pan un alimento que se consume comiéndolo, y que se conserva cuando se conserva para usarlo, Jesús se complació en morar en la tierra bajo sus especies, para poder así no sólo consumirse uniéndose a las almas de sus amantes, por medio de la Santa Comunión, sino también para poder conservarse en el Sagrario, y estar presente con nosotros, y recordarnos así el amor que nos tiene. San Pablo dice: Se despojó de sí mismo, tomando forma de siervo. - (Filip. ii., 7). Pero ¿qué hemos de decir cuando le veamos ¿en forma de pan? "Ninguna lengua puede bastar -dice San Pedro de Alcántara- para proclamar la grandeza del amor que Jesús tiene a las almas en estado de gracia. Por eso, para que su ausencia no fuese para ellas ocasión de olvidarle, este dulcísimo Esposo, cuando se complació en dejar esta vida, dejó como memorial este Santísimo Sacramento, en el que Él mismo permanece. No quiso que entre estas almas y Él quedase otra prenda que Él mismo, para mantener vivo su recuerdo".
Ya que, pues, Jesús mío, estás encerrado en este Tabernáculo para recibir las súplicas de las miserables criaturas que vienen a pedirte audiencia, escucha hoy la súplica que Te dirige el pecador más ingrato de la tierra. Vengo arrepentido a Tus pies, pues conozco el mal que he cometido al causarte desagrado. Mi primera oración y deseo, pues, es que te plazcas perdonarme todos los pecados que he cometido contra Ti. Dios mío, ¡ojalá nunca te hubiera ofendido! Después de esto debo decirte mi siguiente deseo. Ahora que he descubierto tu soberana bondad, me he enamorado de Ti; siento un ardiente deseo de amarte y complacerte; pero no tengo fuerzas para hacerlo si Tú no me ayudas. Manifiesta, oh gran Señor, tu supremo poder y tu inmensa bondad a toda la corte del Cielo; conviérteme de un gran rebelde, como lo he sido hasta ahora para Ti, en un gran amante tuyo. Tú puedes hacerlo, y yo sé que tal es tu voluntad; suple todo lo que falta en mí, para que así pueda amarte mucho, al menos que pueda amarte tanto como te he ofendido. Te amo, Jesús mío; te amo sobre todas las cosas; te amo más que a mi vida, Dios mío, Amor mío, Todo mío.
Eyac. ¡Mi Dios y mi Todo!
VISITA A MARÍA
Acudamos confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia en el momento oportuno.. - (Heb. iv., 16). San Antonino dice que María es este trono, desde el cual Dios dispensa todas las gracias.
Oh amabilísima Reina, ya que tienes tan gran deseo de ayudar a los pecadores, he aquí un gran pecador que recurre a ti; ayúdame mucho, y ayúdame sin demora.
Eyac. Único refugio de los pecadores, ten piedad de mí.
Meditación vespertina: LA PRÁCTICA DEL AMOR DE JESUCRISTO
XV. MEDIOS PARA EVITAR LA TIBIEZA Y ALCANZAR LA PERFECCIÓN
Meditación I:
Los santos Padres dicen que la oración es necesaria para nosotros, no sólo como una necesidad de precepto (de modo que los divinos dicen que quien descuida durante un mes encomendar a Dios el asunto de su salvación no está exento de pecado mortal), sino también como un necesidad de mediosque es tanto como decir que quien no ora no puede salvarse. Y la razón de ello es, en pocas palabras, porque no podemos obtener la salvación eterna sin la ayuda de la gracia divina, y esta gracia Dios Todopoderoso sólo la concede a los que oran. Y puesto que las tentaciones y los peligros de caer en el desagrado de Dios nos acechan continuamente, nuestras oraciones deben ser continuas. De ahí que Santo Tomás declare que la oración continua es necesaria para que el hombre se salve: "La oración incesante es necesaria al hombre para que pueda entrar en el Cielo". Y Jesucristo mismo ya había dicho lo mismo: Debemos rezar siempre, y no desfallecer. - (Lucas xviii., 1). Y después el Apóstol: Rezar sin cesar. - (Tes. v., 17). Durante el intervalo en que dejemos de orar, el demonio nos vencerá. Y aunque la gracia de la perseverancia de ninguna manera puede ser merecida por nosotros, como nos enseña el Concilio de Trento, sin embargo San Agustín dice, "que en cierto sentido podemos merecerla por la oración." El Señor quiere dispensarnos su gracia, pero antes hay que suplicarle; es más, como dice San Gregorio, quiere ser importunado y, en cierto modo, obligado por nuestras oraciones: "Dios desea que se le ruegue, -desea ser obligado- desea ser, por así decirlo, vencido por nuestra importunidad".
Meditación II:
Meditación matutina: EL DESEO DE JESUCRISTO DE UNIRSE A NOSOTROS EN LA SANTA COMUNIÓN
¡Oh, con qué deseo jadea Jesucristo por entrar en nuestros corazones en la Sagrada Comunión! Con deseo he deseado comer esta pascua con vosotros antes de sufrir. - (Lucas xxii., 15). "Esta es la voz de la más ardiente caridad". - (San Lorenzo Justiniano).
Meditación I:
Jesús sabiendo que su hora había llegado. - (Juan xiii., 1). Esta hora que Jesús llamó su horaEra la hora de la noche en que iba a comenzar su Pasión. Pero ¿por qué llamó a una hora tan terrible su hora? Porque ésta era la hora por la que había suspirado durante toda su vida; porque había resuelto legarnos en esta hora la Sagrada Comunión, por la que deseaba unirse a nosotros, a quienes amaba, y por quienes pronto derramaría su Sangre y entregaría su vida. Oíd cómo habló aquella noche a sus discípulos: Con deseo he deseado comer esta pascua con vosotroscon estas palabras quiso manifestar su gran deseo y ansia de unirse a nosotros en el Santo Sacramento del amor. Con deseo he deseado. "Esta", dice San Lorenzo Justiniano, "es la voz de la caridad más ardiente". Ahora bien, el mismo amor que entonces ardía en el Corazón de Jesús arde allí todavía: y Él hace ahora a todos la misma invitación que hizo entonces a sus discípulos para que le recibieran: Tomad y comed, esto es mi cuerpo. - (Mateo xxvi., 26).
Mi adorado Jesús, no puedes dar mayor prueba de amor, para enseñarnos cuánto nos amas. Has dado tu vida por nosotros: Te has legado a nosotros en el Santísimo Sacramento, para que nos alimentemos con tu sagrada Carne, y deseas vivamente que te recibamos. ¿Cómo podemos ser sensibles a todos estos esfuerzos de Tu amor y no arder de amor por Ti? Apartaos todos los afectos terrenales de mi corazón; sois vosotros los que me impedís arder de amor por Jesús, como Él arde de amor por mí. ¿Y qué otras pruebas de tu amor puedo esperar, oh Redentor mío, que las que ya me has dado? Has sacrificado toda tu vida por amor a mí; has abrazado por mí la muerte más amarga e ignominiosa; te has reducido por mí casi a la aniquilación, convirtiéndote en mi alimento en la Sagrada Eucaristía, para darme todo tu ser. Ah, Señor, haz que nunca más viva ingrato por tan grande bondad.
Meditación II:
Lectura espiritual: CORAM SANCTISSIMO
TERCERA VISITA
Y mis delicias son estar con los hijos de los hombres. - (Prov. viii., 31). He aquí a nuestro Jesús, que, no contento con morir en la tierra por nuestro amor, se complace incluso después de su muerte en morar con nosotros en el santo Sacramento, declarando que encuentra sus delicias entre los hombres. "¡Oh hombres -exclama Santa Teresa-, cómo podéis ofender a un Dios que declara que es con vosotros donde encuentra Sus delicias!". Jesús encuentra Sus delicias con nosotros, ¿y nosotros no encontraremos las nuestras con Jesús? ¿Y nosotros especialmente, que hemos tenido el honor de morar en Su palacio? ¡Cuán honrados se consideran aquellos vasallos a quienes el rey asigna una morada en su propia residencia! He aquí el palacio del Rey. Es esta casa en la que moramos con Jesucristo. Aprendamos, pues, a darle gracias por ella, y a aprovecharla para conversar con Jesucristo.
Contémplame, pues, Señor y Dios mío, ante este altar, en el que Tú resides noche y día por mí. Tú eres la Fuente de todo bien; Tú eres el Sanador de toda enfermedad; Tú eres el Tesoro de toda pobre criatura. Contempla ahora a tus pies a un pecador, que es de todos el más pobre y el más enfermo, y que pide tu misericordia; ¡ten piedad de mí! Ahora que Te veo en este Sacramento, bajado del Cielo a la tierra sólo para hacerme bien, no me desanimaré a la vista de mi miseria. Te alabo, Te doy gracias, Te amo; y si quieres que Te pida una limosna, te pediré esto, - Oh escúchame: Deseo no ofenderte nunca más y deseo que me des luz y gracia para amarte con todas mis fuerzas. Señor, te amo con toda mi alma, te amo con todo mi afecto. Concédeme que hable así con verdad; y que hable de la misma manera durante toda la vida y por toda la eternidad. Santísima Virgen María, mis santos patronos, los ángeles y todos los santos benditos del Paraíso, ayudadme a amar a mi amabilísimo Dios.
Eyac. ¡Oh Buen Pastor, Pan verdadero, Jesús, ten piedad de nosotros! ¡Muéstranos cosas buenas en la tierra de los vivos!
VISITA A MARÍA
Sus bandas son una unión saludable. - (Ecclus. vi., 31). El devoto Pelbart dice que la devoción a María es una cadena de predestinación. Supliquemos a nuestra soberana Señora que nos ate siempre más estrechamente con las cadenas del amor a la confianza en su protección.
Eyac. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María!
Meditación vespertina: LA PRÁCTICA DEL AMOR DE JESUCRISTO
XVI. MEDIOS PARA EVITAR LA TIBIEZA Y ALCANZAR LA PERFECCIÓN
Meditación I:
Y tengamos mucha fe en la oración. Dios ha prometido escuchar al que ora: Pide y recibirás. ¿Cómo podemos dudar, dice San Agustín, puesto que Dios se ha obligado por promesa expresa, y no puede dejar de concedernos los favores que le pedimos? "Al prometer se ha hecho deudor nuestro". Al encomendarnos a Dios, debemos tener una confianza segura en que Dios nos escucha, y entonces obtendremos lo que queramos. He aquí lo que dice Jesucristo: Todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.. - (Marcos xi., 24).
"Pero", dirá alguno, "soy un pecador y no merezco ser escuchado". Pero Jesucristo dice: Todo el que pide, recibe. - (Lucas xi., 10). Cada uno, sea justo o pecador. Santo Tomás nos enseña que la eficacia de la oración para obtener la gracia no depende de nuestros méritos, sino de la misericordia de Dios, que ha prometido escuchar a todo el que le reza.
Meditación II: