Meditación matutina: "UN POCO DE TIEMPO Y AHORA NO ME VERÁS" (Evangelio del domingo. Juan xvi.)
No hay nada más corto que el tiempo y, sin embargo, nada más valioso. No hay nada más corto, porque el pasado ya no existe, el futuro es incierto, el presente es sólo un instante. Jesucristo dijo: Un poco de tiempo y ya no me verás. Lo mismo podemos decir de nuestra vida que, según Santiago, es una vapor que aparece durante un rato. - (Santiago iv., 15).
Meditación I:
El tiempo es corto, dice el Apóstol San Pablo, queda que... los que lloran sean como si no lloraran; que los que se alegran, como si no se alegraran; y los que compran, como si no poseyeran; y los que usan este mundo, como si no lo usaran. - (1 Cor. vii., 29, 31). Siendo, pues, corto el tiempo que hemos de permanecer en esta tierra, el Apóstol dice a los que lloran que no deben llorar, porque sus penas pasarán pronto; y a los que se alegran, que no fijen sus afectos en los goces, porque pronto tendrán fin. De ahí concluye que debemos utilizar este mundo, no para disfrutar de sus bienes transitorios, sino para merecer la vida eterna.
Hijodice el Espíritu Santo, observar la hora. - (Ecclus. iv., 23). Hijo, aprende a conservar el tiempo, que es lo más precioso y el mayor don que Dios puede concederte. San Bernardino de Siena enseña que el tiempo tiene tanto valor como Dios; porque en cada instante de tiempo bien empleado se merece la posesión de Dios. Añade que en cada instante de esta vida el hombre puede obtener el perdón de sus pecados, la gracia de Dios y la gloria del Paraíso. De ahí que San Buenaventura diga que "ninguna pérdida es de mayor importancia que la pérdida del tiempo".
Pero, por su parte, San Bernardo dice que aunque no hay nada más precioso que el tiempo, no hay nada menos valioso en la estimación de los hombres. Verás que algunas personas pasan cuatro o cinco horas jugando. Si les preguntas por qué pierden tanto tiempo, responden: Para divertirse. Otros se pasan medio día de pie en la calle o mirando por la ventana. Si se les pregunta qué hacen, responden que pasan el tiempo. ¿Y por qué, dice el mismo Santo, pierdes ese tiempo? ¿Por qué habéis de perder una sola hora que la misericordia de Dios os concede para llorar vuestros pecados y adquirir la gracia divina?
Oh tiempo, despreciado por los hombres durante la vida, ¡cuánto serás deseado a la hora de la muerte, y particularmente en el otro mundo! El tiempo es una bendición de la que sólo gozamos en esta vida; no se disfruta en la otra; no se encuentra ni en el Cielo ni en el infierno. En el infierno los condenados exclaman con lágrimas: "¡Oh, si se nos concediera una hora!" Pagarían cualquier precio por una hora o por un minuto en que pudieran reparar su ruina eterna. Pero esta hora o este minuto nunca los tendrán. En el cielo no hay llanto; pero, si los santos fueran capaces de afligirse, todos sus lamentos surgirían del pensamiento de haber perdido en esta vida el tiempo en el que podrían haber adquirido mayor gloria, y de la convicción de que este tiempo nunca más les será concedido.
Oh Dios de mi alma, ¡cuál sería mi suerte en este momento si Tú no me hubieras mostrado tantas misericordias! Estaría en el infierno entre los necios a cuyo número he pertenecido. Te doy gracias, Señor mío, y te suplico que no me abandones en mi ceguera. Siento que me llamas tiernamente a pedirte perdón y a esperar de Ti las gracias. Sí, Salvador mío, espero que me admitas entre tus hijos. Padre, no soy digno de ser llamado hijo tuyo. He pecado contra el Cielo y ante Ti.
Meditación II:
Lectura espiritual: ¡SALVE REGINA, MATER MISERICORDIAE! ¡SALVE, SANTA REINA, MADRE DE MISERICORDIA!
XIII. MARÍA ES LA MADRE DE LOS PECADORES PENITENTES
La Santísima Virgen dijo a Santa Brígida que era Madre no sólo de los justos e inocentes, sino también de los pecadores, siempre que estuvieran dispuestos a arrepentirse. ¡Oh, qué pronto encuentra el pecador deseoso de enmienda que vuela a sus pies a esta buena Madre para abrazarle y ayudarle, mucho más que cualquier madre terrena! San Gregorio VII escribió en este sentido a la princesa Matilde, diciendo: "Resuélvete a no pecar más y te prometo que indudablemente encontrarás a María más dispuesta a amarte que cualquier madre terrena".
Pero quien aspire a ser hijo de esta gran Madre debe primero abandonar el pecado, y entonces podrá esperar ser aceptado como tal. Ricardo de San Lorenzo, sobre las palabras de Proverbios, se levantaron sus hijos - (Prov. xxxi., 28), observa que las palabras arriba rosa vino primero, y luego la palabra niños para mostrar que nadie puede ser hijo de María sin antes esforzarse por levantarse de la falta en que ha caído; pues quien está en pecado mortal no es digno de llamarse hijo de tal Madre. Y San Pedro Crisólogo dice que quien actúa de manera diferente a María declara con ello que no será su hijo. "Quien no hace las obras de su Madre abjura de su linaje". María humilde y él orgulloso; María pura y él malvado; María llena de caridad y él odiando a su prójimo. Los hijos de María, dice Ricardo de San Lorenzo, son sus imitadores, y esto principalmente en tres cosas: en castidad, liberalidad y humildad; y también en mansedumbre, misericordia y cosas semejantes.
Mientras la repugna con una vida perversa, ¿quién se atrevería siquiera a desear ser hijo de María? Cierto pecador dijo una vez a María: "Muéstrate Madre"; pero la Santísima Virgen respondió: "Muéstrate hijo". Otro invocó a la Divina Madre, llamándola "Madre de misericordia"; y ella respondió: "Vosotros pecadores, cuando queréis mi ayuda, llamadme "Madre de misericordia", y al mismo tiempo no dejéis por vuestros pecados de hacerme "Madre de dolor y de angustia"." Está maldito de Diosdice el Eclesiástico, que enoja a su madre. - (Ecclus. iii., 18). "Su madreEsa es María", dice Ricardo de San Lorenzo. Dios maldice a los que con su vida perversa, y más aún con su obstinación en el pecado, afligen a esta tierna Madre.
Digo por su obstinación; porque si un pecador, aunque todavía no haya renunciado a su pecado, se esfuerza en hacerlo, y para ello busca la ayuda de María, esta buena Madre no dejará de asistirle, y de hacerle recobrar la gracia de Dios. Y esto es precisamente lo que Santa Brígida oyó un día de labios de Jesucristo, quien, hablando a su Madre, dijo: "Tú asistes a quien se esfuerza por volver a Dios, y a nadie faltan tus consuelos". Así pues, mientras un pecador se obstine, María no puede amarle; pero si él, encontrándose encadenado por alguna pasión que le mantiene esclavo del infierno, se encomienda a la Santísima Virgen, y le implora, con confianza y perseverancia, que le saque del estado de pecado en que se encuentra, no puede dudarse de que esta buena Madre le tenderá su poderosa mano, le librará de sus cadenas y le conducirá a un estado de salvación.
Meditación vespertina: LA PRÁCTICA DEL AMOR DE JESUCRISTO
XIX. CUÁNTO ESTAMOS OBLIGADOS A AMAR A JESUCRISTO
Meditación I:
Nuestro Señor dijo un día a Santa Teresa: "Todo lo que no me complace es vanidad". ¡Ojalá todos comprendieran bien esta gran verdad! "Por lo demás, una cosa es necesaria". No es necesario ser rico en este mundo, ganar la estimación de los demás, llevar una vida desahogada, gozar de dignidades, tener fama de erudito: sólo es necesario amar a Dios y hacer su voluntad. Para este único fin nos ha creado, para esto conserva nuestra vida; y sólo así podemos conseguir la entrada en el Paraíso. Ponme como un sello en tu corazón, como un sello en tu brazo. - (Cant. viii., 6). Así habla el Señor a todas sus almas desposadas. Ponme como sello en tu corazón y en tu brazo, para que todos tus deseos y acciones tiendan a Mí; en tu corazón, para que no entre en él otro amor que el Mío; en tu brazo, para que todo lo que hagas tenga a Mí como único objeto. ¡Oh, cuán rápidamente avanza hacia la perfección el alma que en todas sus acciones no mira sino a Jesús crucificado, y no tiene otro deseo que el de satisfacerle!
Meditación II:
Meditación matutina: "HA LLAMADO CONTRA MÍ EL TIEMPO"
Alguien dirá, tal vez: "Soy joven. Más tarde me entregaré a Dios". "¿Cómo puedes prometerte otro día", dice San Agustín, "cuando no sabes si vivirás una hora más?". "Si", dice Santa Teresa, "no estás preparado para morir hoy, tiembla para no tener una muerte infeliz".
Meditación I:
Alguien dirá, tal vez: Soy joven. Más tarde me entregaré a Dios. Pero recordad que el Evangelio nos dice que Jesucristo maldijo la higuera que encontró sin fruto, aunque todavía no había llegado la época de los higos. No era tiempo de higos. - (Marcos xi., 13). Con esto el Salvador quiso significar que el hombre en todo tiempo, aun en la juventud, debe producir frutos de buenas obras; y que de lo contrario, como la higuera, será maldecido y no producirá frutos para el futuro. Que nadie vuelva a comer de ti para siempre.. - (Marcos xi., 14). No tardes en convertirte al Señor, y no lo aplaces de día en día; porque su ira vendrá de repente.. - (Ecclus. v., 8). Si encuentras tu alma en estado de pecado, no demores tu arrepentimiento ni tu confesión. No los dejes ni siquiera para mañana; porque, si no obedeces hoy a la voz de Dios que te llama a confesar tus pecados, la muerte puede alcanzarte hoy en el pecado, y mañana puede no haber esperanza de salvación para ti. El demonio considera que toda nuestra vida es muy corta, y por eso no pierde un instante de tiempo, sino que nos tienta día y noche. El diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo. - (Apoc. xii., 12). El enemigo, pues, nunca pierde tiempo en tratar de llevarnos al infierno: ¿y vamos a malgastar el tiempo que Dios nos ha dado para salvar nuestras almas?
Tú dices: "En adelante me entregaré a Dios". Pero "¿por qué", responde San Bernardo, "presumes, oh miserable, del futuro, como si el Padre pusiera el tiempo en tu poder?". ¿Por qué presumes que en adelante te entregarás a Dios, como si Él te hubiera dado el tiempo y la oportunidad de volver a Él cuando quieras? Job dijo temblando que no sabía si le quedaba otro momento de vida: Porque no sé por cuánto tiempo continuaré, y si después de un tiempo mi hacedor puede llevarme lejos.. - (Job xxxii., 22). Y tú dices: Hoy no me confesaré; lo pensaré mañana. San Agustín dice: "¿Cómo puedes prometerte otro día cuando no sabes si vivirás una hora más?". "Si", dice Santa Teresa, "no estás preparado para morir hoy, tiembla para no morir una muerte infeliz".
Oh Dios mío, te doy gracias por darme ahora tiempo para lamentar mis pecados y reparar con mi amor todas las ofensas que te he hecho.
Meditación II:
Lectura espiritual: ¡SALVE REGINA, MATER MISERICORDIAE! ¡SALVE, SANTA REINA, MADRE DE MISERICORDIA!
XIV. MARÍA ES LA MADRE DE LOS PECADORES PENITENTES
La doctrina de que todas las oraciones y obras realizadas en estado de pecado son pecados fue condenada como herética por el sagrado Concilio de Trento. San Bernardo dice que aunque la oración en boca de un pecador carece de belleza, pues no va acompañada de caridad, sin embargo es útil y obtiene la gracia para abandonar el pecado; pues, como enseña Santo Tomás, la oración de un pecador, aunque carente de mérito, es un acto que obtiene la gracia del perdón, ya que el poder de impetración se funda, no en los méritos de quien pide, sino en la bondad divina, y en los méritos y promesas de Jesucristo, que ha dicho, Todo el que pide, recibe. - (Lucas xi., 10). Lo mismo debe decirse de las oraciones ofrecidas a la Divina Madre. "Si el que ora", dice San Anselmo, "no merece ser escuchado, los méritos de la Madre, a quien se encomienda, intercederán eficazmente."
Por eso San Bernardo exhorta a todos los pecadores a recurrir a María, invocándola con gran confianza; pues aunque el pecador no merezca por sí mismo las gracias que pide, sin embargo las recibe, porque esta Santísima Virgen las pide y obtiene de Dios, a causa de sus propios méritos. Estas son sus palabras, dirigiéndose a un pecador: "Porque eras indigno de recibir la gracia por ti mismo, te fue dada a María, para que, por ella, la recibieras toda". "Si una madre -continúa el mismo Santo- supiera que sus dos hijos están mortalmente enemistados y que cada uno conspira contra la vida del otro, ¿no se esforzaría al máximo para reconciliarlos? Este sería el deber de una buena madre. Y así actúa María, que es Madre de Jesús y Madre de los hombres. Cuando ve a un pecador enemistado con Jesucristo, no puede soportarlo y hace todo lo que está en su mano para que haya paz entre ellos. Oh feliz María, tú eres la Madre del criminal y la Madre del Juez; y siendo Madre de ambos, ellos son tus hijos, y no puedes soportar discordias entre ellos."
Meditación vespertina: LA PRÁCTICA DEL AMOR DE JESUCRISTO
XX. CUÁNTO ESTAMOS OBLIGADOS A AMAR A JESUCRISTO
Meditación I:
Nadie nos enseña tan bien las características reales y la práctica de la Caridad como el gran predicador de la Caridad, San Pablo. En su Primera epístola a los Corintios dice, en primer lugar, que sin Caridad el hombre no es nada, y que nada le aprovecha: Si tuviera toda la fe, de tal manera que pudiera mover montañas, y no tuviera caridad, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo caridad, de nada me sirve.... - (1 Cor. xiii., 2, 3). De modo que incluso si una persona tuviera una Fe tan fuerte como para remover montañas, como San Gregorio Taumaturgo, pero no tuviera Caridad, de nada le serviría. Si diera todos sus bienes a los pobres, e incluso sufriera voluntariamente el martirio, pero le faltara la caridad, es decir, si lo hiciera con cualquier otro fin que no fuera el de agradar a Dios, de nada le serviría.
Oh amantísimo y amorosísimo Corazón de Jesús, ¡desdichado el corazón que no Te ama! Oh Dios, por amor a los hombres moriste en la Cruz, desamparado y abandonado, ¡y cómo pueden entonces los hombres vivir tan olvidados de Ti! ¡Oh amor de Dios! ¡Oh ingratitud del hombre! No hay más que mirar al inocente Hijo de Dios, que agoniza en la Cruz y muere por vosotros, para satisfacer la justicia divina por vuestros pecados, y así seduciros a amarle. Observa cómo, al mismo tiempo, ruega a Su Padre Eterno que te perdone. Contempladle y amadle. Ah, Jesús mío, ¡qué pequeño es el número de los que Te aman! Desdichado soy yo también, pues he vivido tantos años sin acordarme de Ti y te he ofendido gravemente, mi amado Redentor. No es tanto el castigo que he merecido lo que me hace llorar, sino el amor que Tú me has tenido.
Meditación II:
Meditación matutina: "MIENTRAS TENGAMOS TIEMPO, TRABAJEMOS BIEN"
Puede que la muerte no nos sobrevenga hasta dentro de veinte o treinta años; pero puede que llegue muy pronto; tal vez en un año o en un mes. Y aun así perdemos el tiempo, y, en vez de ajustar nuestras cuentas, seguimos multiplicando nuestros pecados, que merecerán la sentencia de muerte eterna. Mientras tengamos tiempo, trabajemos bien.
Meditación I:
Estad, pues, también vosotros preparados, porque a la hora que no penséis vendrá el Hijo del hombre. - (Lucas xii., 40). El Señor dice: "Estad preparados". No nos dice que nos preparemos cuando se acerque la muerte, sino estar listo porque cuando menos pensemos en la muerte, vendrá el Hijo del hombre y nos pedirá cuentas de toda nuestra vida. En la confusión de la muerte será muy difícil ajustar nuestras cuentas para quedar libres de culpa ante el tribunal de Jesucristo. Puede que la muerte no nos sobrevenga hasta dentro de veinte o treinta años; pero también puede llegar muy pronto, tal vez en un año o en un mes. Si alguien tuviera motivos para temer que se celebrara un juicio del que dependiera su vida, ciertamente no esperaría al día del juicio, sino que, tan pronto como fuera posible, emplearía un abogado para defender su causa. ¿Y qué hacemos nosotros? Sabemos con certeza que un día seremos juzgados, y que del resultado de ese juicio depende no la vida temporal, sino la eterna. Sabemos también que ese día puede estar muy próximo; y aun así perdemos el tiempo, y, en vez de ajustar nuestras cuentas, seguimos multiplicando diariamente nuestros pecados, que merecerán la sentencia de muerte eterna.
Si, pues, hemos ofendido a Dios hasta ahora, esforcémonos en adelante por lamentar nuestra desgracia durante el resto de nuestra vida, y digamos continuamente con el penitente rey Ezequías: Te contaré todos mis años en la amargura de mi alma. - (Is. xxxviii., 15). El Señor nos da los días que nos quedan de vida para que recuperemos el tiempo mal empleado. Mientras tengamos tiempo, trabajemos bien. - (Gal. vi., 10). No provoquemos al Señor para que nos castigue con una muerte desgraciada; y si durante los años transcurridos hemos sido insensatos, y le hemos ofendido, atendamos ahora al Apóstol que nos exhorta a ser sabios para el futuro, y a redimir el tiempo que hemos perdido.
Oh Señor, ¡qué desdichado he sido por haber ido durante tantos años tras las vanidades del mundo y haberte dejado a Ti, mi soberano Bien! Pero desde hoy deseo poseerte como mi único Tesoro, como el único Amor de mi alma.
Meditación II:
Lectura espiritual: ¡SALVE REGINA, MATER MISERICORDIAE! ¡SALVE, SANTA REINA, MADRE DE MISERICORDIA!
XV. MARÍA ES LA MADRE DE LOS PECADORES PENITENTES
Esta benignísima Señora sólo exige que el pecador se recomiende a Ella y haga propósito de enmienda. Cuando María ve a un pecador a sus pies, implorando su misericordia, no considera los delitos de que está cargado, sino la intención con que viene; y si la intención es buena, aunque haya cometido todos los pecados posibles, la amantísima Madre lo abraza, y no desdeña curar las heridas de su alma; porque no sólo se llama Madre de misericordia, sino que lo es, verdadera y verdaderamente, y se muestra tal por el amor y la ternura con que nos asiste a todos. Y esto es precisamente lo que la misma Santísima Virgen dijo a Santa Brígida: "Por mucho que peque un hombre, estoy dispuesta a recibirlo inmediatamente cuando se arrepiente; ni me fijo en el número de sus pecados, sino sólo en la intención con que viene: No desdeño ungir y curar sus heridas; porque me llaman, y verdaderamente lo soy, la Madre de la Misericordia."
María es la Madre de los pecadores que quieren arrepentirse, y como Madre de ellos no puede menos de compadecerlos; es más, parece sentir las miserias de sus pobres hijos como si fueran propias. Cuando la mujer cananea suplicó a Nuestro Señor que librara a su hija del demonio que la poseía, le dijo: Ten piedad de mí, Señor, hijo de David, mi hija está gravemente atormentada por un demonio.. - (Mt. xv., 22). Pero puesto que la hija, y no la madre, estaba atormentada, debería haber dicho más bien: "Señor, ten compasión...". sobre mi hija"y no Ten piedad de mípero no, dijo Ten piedad de míY tenía razón, porque las madres sienten los sufrimientos de los hijos como si fueran propios. Y es precisamente así, dice Ricardo de San Lorenzo, como María ruega a Dios cuando recomienda a un pecador a Aquel que ha recurrido a Ella; clama por el alma pecadora: "Ten piedad de me!" "Señor mío", parece decir, "esta pobre alma que está en pecado es mi hija, y por eso, no te compadezcas tanto de ella como de mí, que soy su Madre".
Ojalá todos los pecadores recurrieran a esta dulce Madre, porque entonces ciertamente todos serían perdonados por Dios. "Oh María", exclama San Buenaventura con arrobado asombro, "abrazas con afecto maternal a un pecador despreciado por todo el mundo, y no lo abandonas hasta que hayas reconciliado a la pobre criatura con su Juez" - queriendo decir, que el pecador, mientras está en estado de pecado, es odiado y aborrecido por todos, incluso por las criaturas inanimadas; el fuego, el aire y la tierra lo castigarían, y vengarían el honor de su Señor ultrajado. Pero si esta infeliz criatura vuela a María, ¿le rechazará María? Oh, no: siempre que acuda a ella en busca de ayuda y con el fin de enmendarse, le abrazará con el afecto de una Madre, y no le dejará marchar, hasta que, por su poderosa intercesión, le haya reconciliado con Dios y restablecido en gracia.
Meditación vespertina: LA PRÁCTICA DEL AMOR DE JESUCRISTO
XXI. "LA CARIDAD ES PACIENTE". - EL ALMA QUE AMA A JESUCRISTO AMA SUFRIR
Meditación I:
Esta tierra es el lugar para merecer, y por lo tanto es un lugar para sufrir. Nuestra verdadera patria, donde Dios nos ha preparado el reposo en el gozo eterno, es el Paraíso. Tenemos poco tiempo para permanecer en este mundo; pero en este corto tiempo tenemos muchos trabajos que sufrir: El hombre nacido de una mujer, que vive poco tiempo, está lleno de muchas miserias. - (Job xiv., 1). Debemos sufrir, y todos deben sufrir: sean justos o pecadores, cada uno debe llevar su cruz. El que la lleva con paciencia se salva; el que la lleva con impaciencia se pierde. San Agustín dice que las mismas miserias envían a unos al Paraíso y a otros al infierno: "Un mismo golpe eleva a la gloria a los buenos y reduce a cenizas a los malos". El mismo Santo observa que por la prueba del sufrimiento se distingue la paja en la Iglesia de Dios del trigo: el que se humilla bajo las tribulaciones, y se resigna a la voluntad de Dios, es trigo para el Paraíso; el que se ensoberbece y se enfurece, y así abandona a Dios, es paja para el infierno.
Meditación II:
Meditación matutina: CARIDAD PRACTICADA EN LAS OBRAS
Mis pequeños, dice San Juan, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad. - (1 Juan iii., 18). Algunos dicen que aman sinceramente a su prójimo, pero no se someten a molestias por el bien de ninguno de ellos. para cumplir el precepto de la caridad no basta amar al prójimo de palabra; hay que amarlo de obra y de verdad.
Meditación I:
Algunos dicen que aman sinceramente a todos sus prójimos, pero que no se incomodarán por el bien de ninguno de ellos. Mis pequeños, dice San Juan, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad. La Escritura nos dice que la limosna libra a los hombres de la muerte, los limpia del pecado y les obtiene la misericordia divina y la vida eterna. La limosna libra de la muerte, y la misma es la que purga los pecados, y hace hallar misericordia y vida eterna. - (Tob. xii., 9). Dios te aliviará de la misma manera en que tú alivies a tu prójimo. Con la medida que midas se te volverá a medir. - (Mt. vii., 2). De ahí que San Juan Crisóstomo diga que el ejercicio de la caridad para con los demás es el medio de adquirir grandes ganancias para con Dios. "La limosna es, de todos los actos, el más lucrativo". Y Santa María Magdalena de Pazzi solía decir que se sentía más feliz aliviando a su prójimo que cuando estaba envuelta en la contemplación. "Porque", añadía, "cuando estoy en contemplación Dios me asiste; pero al socorrer al prójimo yo asisto a Dios"; pues, todo acto de caridad que ejercemos hacia el prójimo, Dios lo acepta como hecho a Sí mismo. Pero, por otra parte, como dice San Juan, ¿puede decirse que ama a Dios quien no socorre a un hermano necesitado? El que tiene los bienes de este mundo, y ve a su hermano necesitado, y le cierra sus entrañas, ¿cómo permanece en él la caridad de Dios? - (1 Juan iii., 17). Por limosna se entiende no sólo la distribución de dinero y otros bienes, sino todo socorro dado a un prójimo para aliviar sus necesidades. Se cuenta de Santa Teresa que acostumbraba a realizar todos los días algún acto de caridad hacia sus hermanas de Religión, y siempre que no podía hacerlo durante el día, tenía cuidado por la noche de mostrar luz a las hermanas que pudieran estar pasando a oscuras ante su celda. Los Santos estaban llenos de caridad y compasión hacia todos los que requerían su ayuda. Los justos son misericordiosos y muestran misericordia. - (Prov. xiii., 13).
Meditación II:
Lectura espiritual: ¡SALVE REGINA, MATER MISERICORDIAE! ¡SALVE, SANTA REINA, MADRE DE MISERICORDIA!
XVI. MARÍA ES LA MADRE DE LOS PECADORES PENITENTES
En el Segundo Libro de los Reyes - (2 Reyes xiv., 5), leemos que una mujer sabia de Tecua se dirigió así al rey David: Mi señor, yo tenía dos hijos, y para mi desgracia uno mató al otro; de modo que ahora he perdido a uno y la justicia exige al otro, el único que me queda; ten compasión de una pobre madre, y no permitas que me vea así privada de ambos.... David, movido a compasión hacia la madre, declaró que el delincuente debía ser puesto en libertad y restituido a ella. María parece decir lo mismo cuando Dios se indigna contra un pecador que se ha encomendado a ella. "Dios mío", dice ella, "tuve dos hijos, Jesús y el hombre; el hombre quitó la vida a mi Jesús en la Cruz, y ahora Tu justicia quiere condenar al culpable. Oh Señor, mi Jesús ya está muerto, ten piedad de mí, y si he perdido al uno, no me hagas perder también al otro."
Ciertamente, Dios no condenará a los pecadores que recurran a María y por los que ella ruegue, puesto que Él mismo se los encomendó como hijos suyos. El devoto Lanspergio supone que nuestro Señor habló en los siguientes términos: "Yo recomendé a todos, pero especialmente a los pecadores a María, como hijos suyos, y por eso es ella tan diligente y tan cuidadosa en el ejercicio de su oficio que no permite que perezca ninguno de los encomendados a su cargo, y especialmente los que la invocan, sino que, en cuanto puede, los trae a todos a Mí." "¿Y quién podrá decir", dice el devoto Blosius, "la bondad, la misericordia, la compasión, el amor, la benignidad, la clemencia, la fidelidad, la benevolencia, la caridad, de esta Virgen Madre para con los hombres? Es tal que no hay palabras para expresarlo".
"Arrojémonos, pues", dice San Bernardo, "a los pies de esta buena Madre, y, abrazados a ellos, no nos alejemos hasta que ella nos bendiga, y así nos acepte por sus hijos." ¿Y quién puede dudar de la compasión de esta Madre? San Buenaventura solía decir: "Aunque me quitara la vida, seguiría esperando en Ella; y, lleno de confianza, desearía morir ante su imagen y estar seguro de la salvación". Y así debe dirigirse cada pecador cuando recurre a esta Madre compasiva; debe decir:
"Señora y Madre mía, a causa de mis pecados merezco que me rechaces, e incluso que tú misma me castigues según mis merecimientos; pero si me rechazaras, o incluso me quitaras la vida, seguiré confiando en ti, y esperando con firme esperanza que me salvarás. En ti está toda mi confianza; sólo concédeme el consuelo de morir ante tu imagen, encomendándome a tu misericordia, entonces estoy convencido de que no me perderé, sino que iré a alabarte al cielo en compañía de tantos siervos tuyos que dejaron este mundo pidiéndote ayuda, y todos se han salvado por tu poderosa intercesión."
Meditación vespertina: LA PRÁCTICA DEL AMOR DE JESUCRISTO
XXII. "LA CARIDAD ES PACIENTE". - EL ALMA QUE AMA A JESUCRISTO AMA SUFRIR
Meditación I:
Ahora bien, de la misma manera que Dios ha tratado a su amado Hijo, así trata a todo aquel a quien ama y a quien recibe por hijo: Porque el Señor castiga al que ama, y azota a todo hijo que recibe.. - (Heb. xii., 6). Por eso dijo un día a Santa Teresa: "Sabed que las almas más queridas de mi Padre son las que se afligen con los mayores sufrimientos". De ahí que la Santa dijera de todas sus penas que no las cambiaría por todos los tesoros del mundo. Se apareció después de su muerte a un alma y le reveló que gozaba de una inmensa recompensa en el Cielo, no tanto por sus buenas obras como por los sufrimientos que alegremente soportaba en esta vida por amor a Dios; y que si pudiera albergar el deseo de volver a la tierra, la única razón sería para poder sufrir más por Dios.
Meditación II:
Meditación matutina: CARIDAD HACIA EL ALMA DEL PRÓJIMO
Quien haga que un pecador se convierta del error de su camino, salvará su alma de la muerte y cubrirá multitud de pecados. - (Santiago v., 20). ¿No sería cruel quien, al ver a un ciego caminando por un precipicio, no le advirtiera del peligro y lo librara así de la muerte temporal? Pero sería una crueldad aún mayor descuidar, cuando se puede, librar al prójimo de la muerte eterna.
Meditación I:
La caridad más perfecta consiste en el celo por el bien espiritual del prójimo. Aliviar las necesidades espirituales de un prójimo, o contribuir a su bienestar espiritual, supera en mucho el ejercicio de la caridad hacia su cuerpo, como la dignidad del alma trasciende la baja condición de la carne. La caridad hacia el alma se practica, en primer lugar, corrigiendo las faltas del prójimo. Santiago declara que quien haga que un pecador se convierta del error de su camino, salvará su alma de la muerte, y cubrirá multitud de pecados. - (Santiago v., 20). Pero, por otra parte, San Agustín dice que quien ve a un prójimo destruir su alma, cediendo a la ira contra un vecino, o insultándolo, y descuida corregirlo, peca más gravemente por su silencio que el otro por sus insultos y contumelias. "Tú", dice el Santo, "lo ves perecer, y no te importa; tu silencio es más criminal que su lenguaje reprobatorio". No te excuses diciendo que no sabes cómo corregirle. San Juan Crisóstomo te dice que para corregir las faltas de los demás es más necesaria la caridad que la sabiduría. Haz la corrección a su tiempo, con caridad y dulzura, y será provechosa. Si eres Superior, estás obligado por tu cargo a corregir a los que están bajo tus órdenes; si no lo eres, estás obligado por caridad a administrar la corrección tan a menudo como esperes fruto de ella. ¿No sería crueldad en quien viera a un ciego caminando por un precipicio no amonestarle de su peligro, y así librarle de la muerte temporal? Pero aún sería mayor crueldad en ti el descuidar, cuando puedes, librar a tu prójimo de la muerte eterna. Si juzgáis prudentemente que vuestro consejo sería inútil, tened cuidado al menos de dar a conocer la falta a otra persona que pueda poner remedio. No digas: "Esto no es asunto mío; no me ocuparé de ello". Este era el lenguaje de Caín. Soy yo, dijo él, el guardián de mi hermano. - (Gén. iv., 9). Es deber de cada uno, cuando puede, salvar a su prójimo de la ruina. Ydice el Eclesiástico, dio a cada uno de ellos mandamiento acerca de su prójimo. (Ecclus. xvii., 12).
Meditación II:
Lectura espiritual: ¡VITA, DULCEDO! ¡SALVE, VIDA NUESTRA, DULZURA NUESTRA!
XVII. MARÍA ES NUESTRA VIDA PORQUE NOS OBTIENE EL PERDÓN DE NUESTROS PECADOS
Para comprender por qué la santa Iglesia nos hace llamar a María nuestra vida, debemos saber que, así como el alma da vida al cuerpo, la gracia divina da vida al alma; pues un alma sin gracia tiene el nombre de viva, pero en verdad está muerta, como se dijo de una en el Apocalipsis, Tienes el nombre de estar vivo y estás muerto. - (Apoc. iii., 1). María, pues, al obtener esta gracia para los pecadores por su intercesión, les devuelve la vida.
Mira cómo la Iglesia hace hablar a María, aplicándole las siguientes palabras de Proverbios: Los que por la mañana temprano me busquen, me encontrarán. - (Prov. viii., 17). Aquellos que son diligentes en recurrir a mí por la mañana, es decir, tan pronto como puedan, me encontrarán con toda seguridad. En la Septuaginta las palabras me encontrará se traducen "hallará la gracia". De modo que recurrir a María es lo mismo que encontrar la gracia de Dios. Un poco más adelante dice, El que me encuentre, encontrará la vida y tendrá la salvación del Señor.. - (Prov. viii., 35). "Escuchad", exclama San Buenaventura sobre estas palabras, "escuchad todos los que deseáis el reino de Dios: honrad a la Santísima Virgen María, y encontraréis la vida y la salvación eterna."
San Bernardino de Siena dice que si Dios no destruyó al hombre después de su primer pecado, fue a causa de su singular amor por esta santa Virgen, que estaba destinada a nacer de esta raza. Y añade el Santo que él "no tiene duda sino que todas las misericordias concedidas por Dios bajo la antigua dispensación fueron otorgadas sólo en consideración a esta Santísima Señora."
De ahí que San Bernardo tuviera razón al exhortarnos "a buscar la gracia, y a buscarla por María"; es decir, que si buscáramos recuperarla, pero lo hiciéramos por medio de María; porque, aunque nosotros la hayamos perdido, ella la ha encontrado; y de ahí que el Santo la llame "la halladora de la gracia". El ángel Gabriel lo declaró expresamente para nuestro consuelo cuando saludó a la Santísima Virgen diciendo, No temas, María, has encontrado la gracia. - (Lucas i., 28). Puesto que María, entonces, no encontró la gracia para sí misma, estando siempre llena de ella, ¿para quién la encontró? El cardenal Hugo, en su comentario al texto anterior, responde que la encontró para los pecadores que la habían perdido. "Que los pecadores, pues", dice este devoto escritor, "que por sus crímenes han perdido la gracia, se dirijan a la Santísima Virgen, porque con ella seguramente la encontrarán; que la saluden humildemente, y digan con confianza: "Señora, lo que se ha encontrado debe ser devuelto a quien lo ha perdido; devuélvenos, pues, nuestra propiedad que tú has encontrado." Sobre este tema, Ricardo de San Lorenzo concluye, "que si esperamos recuperar la gracia de Dios debemos acudir a María, que la ha encontrado, y la encuentra siempre." Y como ella siempre fue y siempre será querida por Dios, si recurrimos a ella ciertamente tendremos éxito.
Meditación vespertina: LA PRÁCTICA DEL AMOR DE JESUCRISTO
XXIII. "LA CARIDAD ES PACIENTE". - EL ALMA QUE AMA A JESUCRISTO AMA SUFRIR
Meditación I:
Pero la paciencia tiene una obra perfecta. - (Santiago i., 4). El significado de esto es que nada es más agradable a Dios que ver a un alma sufriendo con paciencia todas las cruces que Él le envía. El efecto del amor es asemejar al amante a la persona amada. San Francisco de Sales dijo: "Todas las Llagas de Cristo son otras tantas bocas que nos predican que debemos sufrir por Él. La ciencia de los Santos es sufrir constantemente por Jesús; y de esta manera pronto nos convertiremos en Santos." Una persona que ama a Jesucristo está ansiosa de ser tratada como Jesucristo, -pobre, perseguida y despreciada. San Juan vio a todos los santos vestidos de blanco y con palmas en las manos: Vestidos con túnicas blancas y palmas en las manos. - (Apoc. vii., 9). La palma es el símbolo de los Mártires, y sin embargo no todos los Santos sufrieron Martirio; ¿por qué, entonces, todos los Santos llevan palmas en sus manos? San Gregorio responde que todos los Santos han sido Mártires o de la espada o de la paciencia; de modo que, añade, "podemos ser Mártires sin la espada si conservamos la paciencia."
Meditación II:
Meditación matutina: LA MUERTE DE JESUCRISTO NUESTRA ESPERANZA
¿De qué tienes miedo, oh pecador? ¿Cómo te condenará penitente, Quien muere para que tú no seas condenado? He aquíDice, Te he grabado en mis manos. Te tengo grabado en Mis manos en estas Llagas que he sufrido por ti. Ámame y ten confianza.
Meditación I:
Oh, qué grande es la esperanza de salvación que nos imparte la Muerte de Jesucristo: ¿Quién es el que condenará? Cristo Jesús, que murió y que intercede por nosotros.. - (Rom. viii., 34). ¿Quién es, pregunta el Apóstol, el que tiene que condenarnos? Es el mismo Redentor que, para no condenarnos a la muerte eterna, se condenó a sí mismo a una muerte cruel en la Cruz. De ahí que Santo Tomás de Villanueva nos anime diciendo: ¿Qué temes, pecador, si estás dispuesto a dejar tu pecado? ¿Cómo habría de condenarte aquel Señor que murió para no condenarte? ¿Cómo habría de alejarte cuando vuelves a sus pies, Aquel que vino del Cielo a buscarte cuando huías de Él? "¿De qué tienes miedo, pecador? ¿Cómo te condenará Él, penitente, que muere para que tú no seas condenado? ¿Cómo te desechará volviendo, Quien vino del Cielo buscándote?". Pero mayor aún es el aliento que nos da este mismo Salvador nuestro cuando, hablando por Isaías, dice: He aquí, yo te grabé en mis manos; tus muros están siempre ante mis ojos. - (Is. xlix., 16). No desconfíes, oveja Mía; mira cuánto me has costado. Te tengo grabada en Mis manos en estas Llagas que he sufrido por ti; éstas me recuerdan siempre que te ayude y te defienda de tus enemigos: ámame y ten confianza.
Sí, Jesús mío, Te amo y confío en Ti. Rescatarme, sí, te ha costado caro; salvarme no te costará nada. Tu voluntad es que todos se salven y que ninguno perezca. Si mis pecados me causan temor, tu bondad me tranquiliza, más deseoso como estás de hacerme el bien que yo de recibirlo. Ah, mi amado Redentor, te diré con Job: Aunque me mates, esperaré en Ti, y Tú serás mi Salvador. - (Job xiii). Aunque me alejaras de tu presencia, oh amor mío, no dejaría de esperar en ti, que eres mi Salvador. Demasiado me animan estas Llagas Tuyas y esta Sangre a esperar todo bien de Tu misericordia. Te amo, oh Jesús querido; Te amo y confío en Ti.
Meditación II:
Lectura espiritual: ¡VITA, DULCEDO! ¡SALVE, VIDA NUESTRA, DULZURA NUESTRA!
XVIII. MARÍA ES NUESTRA VIDA PORQUE NOS OBTIENE EL PERDÓN DE NUESTROS PECADOS
María, dice, en el capítulo octavo de los sagrados Cánticos, que Dios la ha puesto en el mundo para que sea nuestra defensa: Yo soy un muro: y mis pechos son como una torre. - (Cant. viii., 10). Y es verdaderamente hecha mediadora de paz entre los pecadores y Dios: Ya que me vuelvo en su presencia como quien encuentra la paz. Sobre estas palabras San Bernardo anima a los pecadores, diciendo: "Acude a esta Madre de Misericordia y muéstrale las llagas que tus pecados han dejado en tu alma; entonces ciertamente suplicará a su Hijo, por los pechos que le amamantaron, que te perdone todo. Y este Divino Hijo, que tan tiernamente la ama, ciertamente le concederá su petición". En este sentido es en el que la santa Iglesia, en su oración casi diaria, nos exhorta a suplicar al Señor que nos conceda la poderosa ayuda de la intercesión de María para levantarnos de nuestros pecados: "Concede, Dios misericordiosísimo, tu ayuda a nuestra debilidad, y que nosotros, que tenemos presente a la santa Madre de Dios, podamos, con la ayuda de su intercesión, levantarnos de nuestras iniquidades."
Con razón, pues, San Lorenzo Justiniano la llama "la esperanza de los malhechores", ya que sólo Ella es la que les obtiene de Dios el perdón. Con razón San Bernardo la llama "la escalera de los pecadores", ya que Ella, la Reina más compasiva, extendiendo su mano hacia ellos, los saca del abismo del pecado y les permite ascender hasta Dios. Con razón la llama un antiguo escritor "la única esperanza de los pecadores", pues sólo con su ayuda podemos esperar la remisión de nuestros pecados.
San Juan Crisóstomo dice también "que los pecadores reciben el perdón por la sola intercesión de María". Y por eso el Santo, en nombre de todos los pecadores, se dirige así a ella: "Dios te salve, Madre de Dios y de todos nosotros; Cielo donde Dios habita; trono, desde el cual nuestro Señor dispensa toda gracia; gloria de nuestra Iglesia, ruega asiduamente a Jesús que en el Día del Juicio encontremos misericordia por medio de ti, y recibamos la recompensa preparada por Dios para los que le aman."
Con razón, en fin, se llama a María, según las palabras de los sagrados Cánticos, la aurora: ¿Quién es la que sale como el alba? - (Cant. vi., 9). Sí, dice el Papa Inocencio III, "pues así como la aurora es el fin de la noche y el principio del día, bien puede llamarse aurora del día a la Santísima Virgen María, que fue el fin de los vicios". Cuando comienza en un alma la devoción a María, produce el mismo efecto que produjo en el mundo el nacimiento de esta Santísima Virgen. Pone fin a la noche del pecado y conduce al alma por el camino de la virtud. Por eso dice San Germán: "Oh Madre de Dios, tu protección nunca cesa, tu intercesión es vida, y tu patrocinio nunca falta". Y en un sermón el mismo Santo dice que pronunciar el nombre de María con afecto es señal de vida en el alma, o al menos, de que la vida volverá pronto a ella.
Meditación vespertina: LA PRÁCTICA DEL AMOR DE JESUCRISTO
XXIV. "LA CARIDAD ES PACIENTE". - EL ALMA QUE AMA A JESUCRISTO AMA SUFRIR
Meditación I:
San José Calasancio solía decir: "Todo sufrimiento es poco para ganar el Cielo". Y ya el Apóstol había dicho lo mismo: Los sufrimientos de este tiempo no son dignos de compararse con la gloria venidera, que se manifestará en nosotros. - (Rom. viii., 18). Sería una gran ganancia para nosotros soportar todos los tormentos de todos los Mártires durante toda nuestra vida para gozar un solo momento de la bienaventuranza del Paraíso. ¡Con qué prontitud, entonces, deberíamos abrazar nuestras cruces, cuando sabemos que los sufrimientos de esta vida transitoria nos ganarán una bienaventuranza eterna! Lo que al presente es momentáneo y leve de nuestra tribulación, nos obra sobre medida un eterno peso de gloria. - (2 Cor. iv., 17). San Agapito, siendo todavía un muchacho, fue amenazado por el tirano con cubrirle la cabeza con un casco al rojo vivo, a lo que él respondió: "¿Y qué mejor fortuna podría sucederme que perder mi cabeza aquí, para coronarla después en el Cielo?". Este pensamiento hizo exclamar a San Francisco:
"Busco tal medida de dicha,
Que todos mis dolores parecen felicidad".
Pero quien desee la corona del Paraíso debe necesariamente combatir y sufrir: si sufrimos, también reinaremos. - (2 Tim. ii., 12). No podemos obtener una recompensa sin mérito; y no se puede tener mérito sin paciencia: No es coronado, a menos que se esfuerce legalmente. - (2 Tim. ii., 5). Y la persona que se esfuerza con la mayor paciencia tendrá la mayor recompensa.
¡Qué cosa tan extraña! Cuando se trata de los bienes temporales de este mundo, los mundanos se esfuerzan por procurarse cuanto pueden; pero cuando se trata de los bienes de la vida eterna, dicen: "¡Basta con que tengamos un rinconcito en el Cielo!". Tal no es el lenguaje de los santos; ellos se contentan con cualquier cosa en esta vida, es más, se despojan de todos los bienes terrenales; pero en lo que se refiere a los bienes eternos, se esfuerzan por obtenerlos en la mayor medida posible. Quisiera preguntar cuál de los dos actúa con más sabiduría y prudencia.
Meditación II:
Meditación matutina: RECURRIENDO A MARÍA
"La Reina del Cielo es tan bondadosa y liberal", dice San Andrés de Creta, "que recompensa a sus siervos con la mayor munificencia por las devociones más insignificantes." "Pero", dice San Bernardo, "sólo la perseverancia merecerá la corona". ¡Oh, cuántos hay ahora en el infierno que se habrían salvado si sólo hubieran perseverado en las devociones que una vez practicaron en honor de María!
Meditación I:
"La Reina del Cielo es tan bondadosa y liberal", dice San Andrés de Creta, "que recompensa a sus siervos con la mayor munificencia por las devociones más insignificantes". Sin embargo, hay dos condiciones:
La primera es que, cuando le ofrezcamos nuestras devociones, nuestras almas estén libres de pecado; de lo contrario, Ella se dirigiría a nosotros como se dirigió a un malvado soldado del que habla San Pedro Celestino. Este soldado realizaba todos los días alguna devoción en honor de la Santísima Virgen. Un día en que padecía mucha hambre, se le apareció María y le ofreció unas carnes riquísimas, pero en un recipiente tan sucio que no se atrevió a probarlas. "Yo soy la Madre de Dios", le dijo entonces la Santísima Virgen, "y he venido a saciar tu hambre". "Pero, oh Señora", respondió él, "no puedo comer de un vaso tan sucio". "¿Y cómo", replicó María, "puedes esperar que yo acepte tus devociones que se me ofrecen con el alma tan mancillada?". Al oír esto, el soldado se convirtió, se hizo ermitaño y vivió en un desierto durante treinta años. Al morir, la Santísima Virgen se le apareció de nuevo y se lo llevó en persona al Cielo.
Decimos que es moralmente imposible que un cliente de María se pierda; pero esto debe entenderse a condición de que viva sin pecado o, al menos, con el deseo de abandonarlo; pues entonces la Santísima Virgen le ayudará. Pero si alguien, por el contrario, pecara con la esperanza de que María le salvara, se haría indigno e incapaz de su protección.
Ah, Reina mía, continúa guardándome del infierno; pues ¿de qué me servirán tu misericordia y los favores que me has mostrado si me pierdo? Si no amé siempre, ahora al menos -después de Dios- te amo sobre todas las cosas. No permitas que te dé la espalda ni a ti ni a Dios, que por tu intercesión me ha concedido tantas gracias. Ámame, oh María, esperanza mía; sálvame del infierno. Pero sálvame primero del pecado, que es el único que puede condenarme a él.
Meditación II:
Lectura espiritual: ¡VITA, DULCEDO! ¡SALVE, VIDA NUESTRA, DULZURA NUESTRA!
XIX. MARÍA ES NUESTRA VIDA PORQUE NOS OBTIENE EL PERDÓN DE NUESTROS PECADOS
Leemos en el Evangelio de San Lucas que María dijo, He aquí que desde ahora me llamarán bienaventurado todas las generaciones. - (Lucas i., 48). "Sí, Señora mía", exclama San Bernardo, "todas las generaciones te llamarán bienaventurada, porque tú has engendrado la vida y la gloria para todas las generaciones de los hombres". Por eso todos los hombres te llamarán bienaventurada, pues todos tus siervos obtienen por ti la vida de la gracia y la gloria eterna. "En ti encuentran los pecadores el perdón, y los justos la perseverancia y la vida eterna". "No desconfíes, oh pecador", dice el devoto Bernardino de Bustis, "aunque hayas cometido todos los pecados posibles: acude con confianza a esta gloriosísima Señora, y encontrarás sus manos llenas de misericordia y bondad." Porque, añade, "ella desea más hacerte bien que tú puedas desear recibir favores de ella."
San Andrés de Creta llama a María la prenda de la misericordia divina; queriendo decir que cuando los pecadores recurren a María para reconciliarse con Dios, Él les asegura el perdón y les da una prenda de él; y esta prenda es María, a quien nos ha concedido por abogada, y por cuyas oraciones, en virtud de los méritos de Jesucristo, Dios perdona a todos los que recurren a Ella. Santa Brígida oyó decir a un Ángel que los santos Profetas se regocijaron al saber que Dios, por la humildad y pureza de María, iba a reconciliarse con los pecadores y a recibir en gracia a los que le habían ofendido. "Se regocijaron, presintiendo que nuestro Señor mismo se apaciguaría por tu humildad y la pureza de tu vida, oh María, estrella superefulgente, y que se reconciliaría con los que habían provocado su ira".
Ningún pecador, recurriendo a la compasión de María, debe temer ser rechazado; porque Ella es la Madre de la Misericordia y como tal desea salvar a los más miserables. María es esa arca feliz, dice San Bernardo, "en la que los que se refugian nunca sufrirán el naufragio de la perdición eterna"." En la época del diluvio incluso los brutos se salvaron en el Arca de Noé. Bajo el manto de María incluso los pecadores obtienen la salvación. Santa Gertrudis vio una vez a María con su manto extendido y bajo él se habían refugiado muchas bestias salvajes: leones, osos y tigres. Y observó que María no sólo no los rechazaba, sino que incluso los acogía y acariciaba con la mayor ternura. La Santa comprendió así que los pecadores más abandonados que recurren a María no sólo no son rechazados, sino que son acogidos y salvados por Ella de la muerte eterna. Entremos, pues, en esta arca, refugiémonos bajo el manto de María, y Ella ciertamente no nos rechazará, sino que nos asegurará la salvación.
Meditación vespertina: LA PRÁCTICA DEL AMOR DE JESUCRISTO
XXV. "LA CARIDAD ES PACIENTE". - EL ALMA QUE AMA A JESUCRISTO AMA SUFRIR
Meditación I:
Convenzámonos de que en este valle de lágrimas no puede hallar la verdadera paz del corazón sino quien soporta y abraza amorosamente los sufrimientos para agradar a Dios Todopoderoso: ésta es la consecuencia de aquella corrupción en que todos están colocados por la infección del pecado. La condición de los santos en la tierra es sufrir y amar; la condición de los santos en el cielo es gozar y amar. El Padre Pablo Segneri el Joven, en una carta que escribió a una de sus penitentes para animarla a sufrir, le dio el consejo de conservar estas palabras inscritas al pie de su Crucifijo: Así se ama No es simplemente sufriendo, sino deseando sufrir por amor de Jesucristo, como un alma da las señales más seguras de amarle realmente. ¿Y qué mayor adquisición, decía Santa Teresa, podemos hacer que tener alguna señal de gratificar a Dios Todopoderoso? Por desgracia, la mayoría de los hombres se alarman con sólo mencionar las cruces, las humillaciones y las aflicciones. Sin embargo, hay muchas almas que encuentran todo su deleite en el sufrimiento, y que estarían muy desconsoladas si pasaran su tiempo en esta tierra sin sufrir. La visión de Jesús crucificado, decía una persona devota, hace que la cruz sea tan hermosa para mí que me parece que nunca podría ser feliz sin sufrimiento; el amor de Jesucristo es suficiente para mí en todas las circunstancias. Jesús aconseja a todo el que quiera seguirle que tome y cargue con su cruz: Que tome su cruz y me siga. - (Lucas ix., 23). Pero debemos tomarla y llevarla, no por obligación y contra nuestra voluntad, sino con humildad, paciencia y amor.
Meditación II: