MEDITACIONES DIARIAS: CUARTA SEMANA DESPUÉS DE PASCUA

Meditación matutina:  "SÉ LENTO PARA LA IRA"  (Epístola del domingo. Santiago i., 17, 21)

     San Jerónimo dice que la ira es la puerta por la que entran en el alma todos los vicios. Imploremos a Dios que nos preserve de ceder a cualquier pasión fuerte, y particularmente a la ira. Porque el que se somete a tal pasión se expone a gran peligro de caer en pecado grave contra Dios o contra el prójimo. Miremos a Jesús Crucificado y no nos atreveremos a quejarnos.

Meditación I:
     San Jerónimo dice que la ira es la puerta por la que entran en el alma todos los vicios. Según San Buenaventura, un hombre iracundo es incapaz de distinguir entre lo que está bien y lo que está mal.  La ira del hombre no obra la justicia de Dios. - (Santiago i., 20). El que se somete a tal pasión se expone a un gran peligro de caer en pecado grave contra Dios, o contra su prójimo. Así, cuando recibimos un insulto, debemos hacernos violencia a nosotros mismos y refrenar nuestra ira. Respondamos con mansedumbre o callemos; y así, como dice San Isidoro, venceremos. Pero si respondéis con pasión, os haréis daño a vosotros mismos y a los demás. Peor aún sería dar una respuesta airada a quien os corrige. San Bernardo dice que algunos no se enojan aunque deberían indignarse con quienes hieren sus almas con halagos; pero se llenan de indignación contra la persona que los corrige para sanar sus irregularidades. Contra el hombre que aborrece la corrección se ha pronunciado, según el Sabio, la sentencia de perdición.  Porque han despreciado todas mis reprensiones . . la prosperidad de los necios los destruirá. - (Prov. i., 30, 32). Los necios consideran como prosperidad el estar libres de corrección, o el despreciar las amonestaciones que reciben; pero tal prosperidad es la causa de su ruina. Cuando te encuentres con una ocasión de ira, debes estar en guardia para no permitir que la ira entre en tu corazón.  No te enfades rápidamente. - (Ecles. vii., 10). Algunas personas cambian de color y se apasionan ante cualquier contradicción; y cuando la ira ha entrado, nadie sabe a qué les conducirá. Por eso es necesario prever estas ocasiones en nuestras meditaciones y oraciones; porque, a menos que estemos preparados para ellas, será tan difícil refrenar la ira como poner la brida a un caballo desbocado. Sin embargo, si tenemos la gran desgracia de permitir que la ira entre en el alma, tengamos cuidado de no permitir que permanezca. Jesucristo dice a todos los que recuerdan que un hermano está ofendido con ellos que no ofrezcan la ofrenda que llevan al altar sin haberse reconciliado antes con su prójimo.  Ve primero a reconciliarte con tu hermano, y luego que vengas ofrecerás tu ofrenda. - (Mt. v., 24). Y el que ha recibido alguna ofensa debe esforzarse por desarraigar de su corazón no sólo toda ira, sino también todo sentimiento de amargura hacia las personas que le han ofendido.  Que toda amarguradice San Pablo, y la ira y la indignación... se aparten de vosotros. - (Efes. iv., 31). Mientras dure la cólera, sigue el consejo de Séneca: "Cuando estés enojado no hagas nada, no digas nada que pueda ser dictado por la ira". Como David, guarda silencio, y no hables cuando te sientas turbado.  Yo estaba turbado, y no hablé. - (Sal. lxxvi., 5). Cuántos, cuando se inflaman de ira, dicen y hacen lo que después, en sus momentos más tranquilos, lamentan.

Meditación II:
     


Lectura espiritual:  ¡VITA, DULCEDO! ¡SALVE, VIDA NUESTRA, DULZURA NUESTRA!

XX. MARÍA ES NUESTRA VIDA PORQUE NOS OBTIENE EL PERDÓN DE NUESTROS PECADOS

     La perseverancia final es un don tan grande de Dios que, como fue declarado por el Santo Concilio de Trento, es totalmente gratuita por parte de Dios, y no podemos mérito la. Sin embargo, nos dice San Agustín que todos los que la buscan la obtienen de Dios; y, según el Padre Suárez, la obtienen infaliblemente, si tan sólo son diligentes en pedirla hasta el fin de sus vidas. Porque, como bien observa el Beato Belarmino, "lo que se requiere cada día hay que pedirlo cada día". Ahora bien, si es verdad (y yo lo tengo por cierto, según la opinión ya generalmente recibida) que todas las gracias que Dios dispensa a los hombres pasan por las manos de María, será igualmente verdad que sólo por María podemos esperar esta mayor de todas las gracias: la perseverancia. Y la obtendremos con toda seguridad, si la buscamos siempre con confianza por medio de María. Esta gracia la promete Ella misma a todos los que la sirven fielmente durante la vida, en las siguientes palabras del Eclesiástico, y que le son aplicadas por la Iglesia en la fiesta de su Inmaculada Concepción: Los que obran por mí no pecarán. Los que me expliquen tendrán vida eterna. - (Ecclus. xxiv., 30).
     Para que seamos preservados en la vida de la gracia, necesitamos fortaleza espiritual para resistir a los muchos enemigos de nuestra salvación. Ahora bien, esta fortaleza sólo puede obtenerse por medio de María, y así nos lo asegura el Libro de los Proverbios, pues la Iglesia aplica el pasaje a esta Santísima Virgen.  Mía es la fuerza; por mí reinan los reyes. - (Prov. viii., 14); queriendo decir con las palabras la fuerza es mía que Dios ha concedido a María este precioso don para que lo dispense a sus fieles clientes. Y por las palabras Por mí reinan los reyes Ella significa que por su medio sus siervos reinan y dominan sus sentidos y pasiones, y así se hacen dignos de reinar eternamente en el Cielo. ¡Oh, qué fuerza poseen los siervos de esta gran Señora para vencer todos los asaltos del infierno! María es la torre de la que hablan los cánticos sagrados: Tu cuello es como la torre de David, edificada con baluartes; mil escudos cuelgan de ella, toda la armadura de hombres valientes.. - (Cant. iv., 4). Ella es como una fortaleza bien defendida en defensa de sus amantes que, en sus guerras, recurren a ella. En ella encuentran sus clientes todo escudo y armas para defenderse del infierno.


Meditación vespertina:  LA PRÁCTICA DEL AMOR DE JESUCRISTO  

XXIV. "LA CARIDAD ES PACIENTE". - EL ALMA QUE AMA A JESUCRISTO AMA SUFRIR

Meditación I:
     Un alma que ama a Dios no tiene otro fin que unirse totalmente a Él; pero aprendamos de Santa Catalina de Génova lo que es necesario hacer para llegar a esta unión perfecta: "Para llegar a la unión con Dios son indispensables las adversidades -dice-, porque con ellas Dios se propone destruir todas nuestras propensiones corrompidas por dentro y por fuera. Y por eso todas las injurias, desprecios, enfermedades, abandonos de parientes y amigos, confusiones, tentaciones y otras mortificaciones, todas nos son en el más alto grado necesarias para que prosigamos la lucha hasta que por repetidas victorias lleguemos a extinguir en nosotros todos los movimientos viciosos, de modo que ya no se sientan; y nunca llegaremos a la unión divina hasta que las adversidades, en vez de parecernos amargas, se vuelvan todas dulces por amor de Dios."

Meditación II:      

Meditación matutina:  "LA VOLUNTAD DE DIOS, VUESTRA SANTIFICACIÓN"

     En la búsqueda de la salvación eterna debemos, como nos dice San Pablo, no descansar nunca, sino correr continuamente por el camino de la perfección para ganar el premio y conseguir una corona incorruptible.  Así que corre que puedes obtener. - (1 Cor. ix., 24). Si fallamos, la culpa será toda nuestra, pues Dios quiere que todos sean santos y perfectos.  Esta es la voluntad de Dios: tu santificación.. - (1 Tes. iv., 3).

Meditación I:
    Esta es la voluntad de Dios: tu santificación.. Como es imposible llegar a la perfección en cualquier arte o ciencia sin ardientes deseos de alcanzarla, así nadie ha llegado a ser santo sin fuertes y fervientes aspiraciones a la santidad. "Dios", observa Santa Teresa, "ordinariamente confiere sus favores especiales sólo a aquellos que tienen sed de su amor".  Benditodice el Profeta real, es el hombre cuya ayuda procede de ti: en su corazón ha dispuesto ascender por escalones en el valle de lágrimas, irán de virtud en virtud. - (Sal. lxxxiii., 6, 7, 8). Feliz el hombre que ha resuelto en su alma subir la escalera de la perfección: recibirá abundante ayuda de Dios, y ascenderá de virtud en virtud. Tal ha sido la práctica de los Santos, y especialmente de San Andrés Avellino, que incluso se obligó con voto "a avanzar continuamente por el camino de la perfección cristiana." Santa Teresa solía decir que "Dios recompensa, incluso en esta vida, todo buen deseo". Fue por los buenos deseos que los Santos llegaron en poco tiempo a un grado sublime de santidad.  Siendo hecho perfecto en un corto espacio, cumplió un largo tiempo. - (Wisd. iv., 13). Fue así como San Luis, que vivió sólo veinticinco años, adquirió tal perfección que Santa María Magdalena de Pazzi, que lo vio en la bienaventuranza, declaró que su gloria parecía igual a la de la mayoría de los Santos. En la visión le dijo Mi eminente santidad fue fruto de un ardiente deseo que abrigué durante mi vida de amar a Dios tanto como Él merecía ser amado: y, no pudiendo amarle con ese amor infinito que Él merece, sufrí en la tierra un continuo martirio de amor, por el que ahora soy elevado a esa gloria trascendente de la que disfruto.
     "Nuestros pensamientos", dice Santa Teresa, "deben ser aspirantes: de los grandes deseos vendrá todo nuestro bien". En otro lugar dice: "No debemos rebajar nuestros deseos, sino confiar en Dios que con continuos esfuerzos llegaremos, por su gracia, a la santidad y felicidad de los Santos." Otra vez dice: "La Divina Majestad se complace en las almas generosas y desconfiadas de sí mismas." Esta gran Santa afirmó que en toda su experiencia nunca conoció a un cristiano tímido que alcanzara tanta virtud en muchos años como ciertas almas valientes adquirieron en pocos días. La lectura de las Vidas de los Santos contribuye mucho a infundir valor en el alma.
     Será particularmente útil leer las Vidas de aquellos que, después de ser grandes pecadores, se convirtieron en eminentes Santos, como Santa María Magdalena, San Agustín, Santa Pelagia, Santa María de Egipto, y especialmente Santa Margarita de Cortona. Margarita de Cortona, que durante muchos años estuvo en estado de condenación, pero aun entonces abrigaba deseos de santidad; y que, después de su conversión, voló a la perfección con tal rapidez que mereció aprender por revelación, aun en esta vida, no sólo que estaba predestinada a la gloria, sino también que le estaba reservado un lugar entre los Serafines.
     ¡Oh Divino Corazón de mi Jesús! ¡Corazón enamorado de los hombres! ¡Corazón creado para amarlos! ¿Cómo es posible que Tú hayas sido tan deshonrado y despreciado por ellos? ¡Infeliz de mí! Yo también he vivido tantos años en el mundo y no Te he amado. Perdóname, oh Jesús mío, el crimen de no haberte amado a Ti, que eres tan amable y me has amado tanto que no podías hacer más de lo que has hecho para obligarme a amarte. En castigo de haber despreciado tanto tiempo Tu amor merecería ser condenado a ese estado miserable en el que nunca podría amarte. Pero no, Jesús mío; acepto de buen grado todo castigo, excepto la privación eterna de tu amor. Concédeme la gracia de amarte, y luego dispón de mí como te plazca.

Meditación II:
     


Lectura espiritual:  ¡VITA, DULCEDO! ¡SALVE, VIDA NUESTRA, DULZURA NUESTRA!

XXI. MARÍA ES NUESTRA VIDA PORQUE NOS OBTIENE LA PERSEVERANCIA

     La Santísima Virgen es llamada plátano en el Eclesiástico: Como un plátano junto al agua en las calles fui exaltado. - (Ecclus. xxiv., 19). El cardenal Hugo los explica y dice que el "plátano tiene hojas como escudos", para mostrar cómo María defiende a todos los que se refugian en ella. El Beato Amadeus da otra explicación, y dice que esta santa Virgen se llama plátano porque, como el plátano cobija a los viajeros bajo sus ramas del calor del sol y de la lluvia, así los hombres encuentran refugio bajo el manto de María del ardor de sus pasiones y de la furia de las tentaciones. En verdad, hay que compadecer a las almas que abandonan esta defensa, cesando su devoción a María y dejando de encomendarse a Ella en tiempo de peligro. Si el sol dejara de salir, dice San Bernardo, ¿cómo podría el mundo convertirse en otra cosa que en un caos de oscuridad y horror? Y aplicando su pregunta a María, la repite: "Quitad el sol y ¿dónde estará el día? Quitad a María y ¿qué quedará sino la noche más oscura?". Cuando un alma pierde la devoción a María, queda inmediatamente envuelta en las tinieblas, y en esas tinieblas de las que habla el Espíritu Santo en los Salmos: Tú has puesto tinieblas, y es de noche; en ella andarán todas las bestias del bosque.. - (Sal. ciii., 20). Cuando la luz del Cielo deja de brillar en un alma, todo son tinieblas, y se convierte en guarida de los demonios y de todo pecado. San Anselmo dice que "si alguien es despreciado y condenado por María, está necesariamente perdido", y por eso podemos exclamar con razón: "¡Ay de los que se oponen a este sol!". Ay de los que se oponen a este sol!". ¡Ay de los que desprecian su luz! Es decir, todos los que desprecian la devoción a María.
     San Francisco de Borja dudaba siempre de la perseverancia de aquellos en quienes no encontraba particular devoción a la Santísima Virgen. En una ocasión interrogó a algunos novicios acerca de los Santos hacia los que tenían especial devoción, y percibiendo que algunos no la tenían hacia María, advirtió al instante al Maestro de novicios y le rogó que vigilara con más atención a estos desafortunados jóvenes, que todos, como había temido, perdieron su vocación y renunciaron al estado religioso.
     No sin razón, pues, llamaba San Germán a la Santísima Virgen el "soplo de los cristianos"; porque así como el cuerpo no puede vivir sin respirar, así el alma no puede vivir sin recurrir y encomendarse a María, por cuyo medio ciertamente adquirimos y conservamos en nuestras almas la vida de la gracia divina. Pero citaré las propias palabras de la Santa: "Así como la respiración no es sólo un signo, sino incluso una causa de vida, así también el nombre de María, que se encuentra constantemente en los labios de los siervos de Dios, prueba que están verdaderamente vivos, y al mismo tiempo causa y preserva su vida, y les da todos los socorros."
     El Beato Allan fue asaltado un día por una violenta tentación y estaba a punto de ceder, pues no se había encomendado a María, cuando se le apareció la Santísima Virgen y, para que en otra ocasión se acordara de invocar su ayuda, le dio un golpe, diciéndole: "Si te hubieras encomendado a mí no habrías corrido tanto peligro".


Meditación vespertina:  LA PRÁCTICA DEL AMOR DE JESUCRISTO  

XXVII. "LA CARIDAD ES BENIGNA". - EL QUE AMA A JESUCRISTO AMA LA MANSEDUMBRE

Meditación I: 
     Santa María Magdalena de Pazzi hizo la generosa declaración de que no se podía encontrar en todo el mundo una aflicción tan severa que ella no soportara con gusto cuando pensaba que venía de Dios; y, de hecho, durante los cinco años de dura prueba que sufrió la Santa, bastaba para devolver la paz a su alma recordar que era por voluntad de Dios que sufría así. ¡Ah, Dios, que el tesoro infinito se compra barato a cualquier precio! El Padre Hipólito Durazzo solía decir: "Compra a Dios al precio que quieras; Él nunca puede ser caro".
     ¡Oh mi amantísimo Redentor, hazme conocer cuán grande es el Bien que Tú eres, y cuán grande es el amor que me has tenido para obligarme a amarte! ¡Ah, Dios mío, no permitas que siga viviendo sin tener en cuenta tanta bondad! Bastante te he ofendido, nunca más te dejaré; quiero emplear todo el resto de mis días en amarte y en agradarte. Jesús mío, Amor mío, préstame tu ayuda; socorre a un pecador que desea amarte y ser todo Tuyo. Oh María, esperanza mía, tu Hijo te escucha; ruégale en mi favor y obtén para mí la gracia de amarle perfectamente.

Meditación II:      

Meditación matutina:  PARA SER SANTA, EL ALMA DEBE ENTREGARSE A DIOS SIN RESERVAS

    San Jerónimo dice que Dios es celoso de nuestros corazones. Él desea reinar solo en nuestros corazones y no tener compañeros allí. Hay almas llamadas por Dios a ser santas, pero que se acercan a Él con reservas, y no le dan todo su amor, sino que conservan algún afecto por las cosas terrenas, nunca llegarán a ser santas. Para ganarlo todo hay que darlo todo.

Meditación I:
     San Felipe Neri decía que cuanto de nuestro amor fijamos en las criaturas se lo quitamos a Dios; y por eso nuestro Salvador, como escribió San Jerónimo, es celoso de nuestros corazones. Como Él mismo nos ha amado tan abundantemente, desea reinar solo en nuestros corazones, y no tener allí compañeros que puedan robarle una porción de ese amor que desea tener enteramente para Él; y por eso le desagrada vernos apegados a cualquier afecto que no sea para Él. ¿Y acaso pide demasiado nuestro Salvador, después de haber dado Su propia Sangre y Vida, muriendo por nosotros en una Cruz? ¿No merece que le amemos de todo corazón y sin reservas?
     San Juan de la Cruz decía que todo apego a las criaturas nos impide pertenecer enteramente a Dios.  ¿Quién me dará alas de paloma, para que huya y descanse? dice el Salmista. - (Sal. liv., 7). Hay almas llamadas por Dios a ser santas, pero que, acercándose a Él con reserva y no entregándole todo su amor, sino conservando algún afecto por las cosas terrenas, nunca llegarán a ser santas. Quisieran volar, pero al estar sujetas por algún apego, no pueden sino permanecer fijas en la tierra. Debemos, pues, despojarnos de todo. Todo hilo, dice el mismo San Juan, sea grande o pequeño, impide al alma volar hacia Dios.
     Santa Gertrudis rogó una vez al Señor que le enseñara lo que Él quería que hiciera. El Señor respondió: No deseo de ti más que un corazón devoto. Y esto fue lo que David pidió a Dios: Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio. - (Sal. l., 12). Oh Dios mío, dame un corazón puro; un corazón vaciado y despojado de todo afecto terreno.
     "Todo por todos", escribió Thomas à Kempis. Para ganarlo todo, debemos darlo todo. Para poseer a Dios debemos dejar todo lo que no es Dios. Entonces el alma puede decir al Señor: "Jesús mío, lo he dejado todo por Ti; ahora entrégate enteramente a mí". Para conseguirlo no debemos dejar de suplicar a Dios que nos llene de su santo amor. El amor es ese fuego poderoso que quema en nuestros corazones todo afecto que no sea para Dios.
     ¡Oh Jesús mío, mi Amor, mi Todo! ¿Cómo puedo verte morir en una Cruz vergonzosa, despreciado por todos, y consumido por la angustia, y luego buscar placeres y glorias terrenales? Seré enteramente Tuyo. Olvida las ofensas que te he hecho y recíbeme. Enséñame a saber de qué cosas debo separarme y qué debo hacer para agradarte. Dame fuerza para seguir tu voluntad y serte fiel.

Meditación II:
     


Lectura espiritual:  ¡VITA, DULCEDO! ¡SALVE, VIDA NUESTRA, DULZURA NUESTRA!

XXII. MARÍA ES NUESTRA VIDA PORQUE NOS OBTIENE LA PERSEVERANCIA

     Siguiendo palabras del libro de los Proverbios, que le son aplicadas por la Iglesia, María dice: Bienaventurado el hombre que me oye, y que vela cada día a mis puertas, y espera a los postes de mis puertas. - (Prov. viii., 34) - como si dijera: Bienaventurado el que oye mi voz y está constantemente atento para acudir a la puerta de mi misericordia, y busca en mí luz y ayuda. Para los clientes que hacen esto, María cumple su parte, y les obtiene la luz y la fuerza que necesitan para abandonar el pecado y caminar por las sendas de la virtud. Por eso Inocencio III la llama bellamente "la luna en la noche, la aurora al despuntar el día y el sol al mediodía". Ella es luna para iluminar a los que vagan ciegamente en la noche del pecado, y les hace ver y comprender el miserable estado de condenación en el que se encuentran; es aurora, es decir, precursora del sol, para aquellos a los que ya ha iluminado, y les hace abandonar el pecado y volver a Dios, verdadero Sol de justicia; finalmente, es sol para los que se encuentran en estado de gracia, y les impide caer de nuevo en el abismo del pecado.
     Los escritores eruditos aplican las siguientes palabras del Eclesiástico a María: Sus bandas son una unión saludable. - (Ecclus. vi., 31). "¿Por qué vendas?", pregunta San Lorenzo Justiniano, "a no ser que ella ate a sus siervos y así evite que se extravíen por los caminos del vicio". Y verdaderamente ésta es la razón por la que María ata a sus siervos. También San Buenaventura, en su comentario a las palabras del Eclesiástico usadas frecuentemente en el Oficio de María, Mi morada está en la plena asamblea de los santos - (Ecclus. xxiv., 16), dice que María no sólo tiene su morada en la plena asamblea de los Santos, sino que también los preserva de caer, mantiene una vigilancia constante sobre su virtud para que no falte, y refrena a los espíritus malignos de dañarlos. María no sólo tiene su morada en la plena asamblea de los santos, sino que también los conserva en ella preservando sus méritos para que no los pierdan, impidiendo que los demonios los dañen y reteniendo el brazo de su Hijo para que no golpee a los pecadores.
     En el Libro de los Proverbios se nos dice que todos los clientes de María están vestidos con ropas dobles.  Porque todas sus domésticas están vestidas con ropas dobles. - (Prov. xxxi., 21). Cornelius à Lapide explica en qué consiste esta doble vestidura. Dice que "consiste en que ella adorna a sus siervos fieles con las virtudes de su Hijo y con las suyas propias"; y así revestidos perseveran en la virtud.
     Oh, si todos los hombres amaran a esta benignísima y amorosísima Señora, si recurrieran a ella siempre y sin demora en sus tentaciones, ¿quién caería? ¿Quién se perdería? Cae y se pierde quien no recurre a María. San Lorenzo Justiniano aplica a María las palabras del Eclesiástico: He caminado entre las olas del mar - (Ecclus. xxiv., 8), y le hace decir: "Camino con mis siervos en medio de las tempestades a las que están constantemente expuestos, para asistirlos y preservarlos de caer en el pecado".


Meditación vespertina:  LA PRÁCTICA DEL AMOR DE JESUCRISTO 

XXVIII. "LA CARIDAD ES BENIGNA". - EL QUE AMA A JESUCRISTO AMA LA MANSEDUMBRE

Meditación I:
     El espíritu de mansedumbre es propio de Dios: Mi espíritu es dulce como la miel. - (Eccl. xxiv., 27). De ahí que un alma que ama a Dios ama también a todos los que Dios ama, es decir, a sus prójimos; de modo que busca afanosamente toda ocasión de ayudar a todos, de consolar a todos y de hacer felices a todos en la medida de sus posibilidades. San Francisco de Sales, que fue el maestro y modelo de la santa mansedumbre, dice: "La humilde mansedumbre es la virtud que Dios tanto nos ha recomendado; por eso debemos procurar practicarla siempre y en todas las cosas." De ahí que el Santo nos dé esta regla: Lo que veas que se puede hacer con amor, hazlo; y lo que veas que no se puede hacer sin ofender, déjalo sin hacer.. Quiere decir, cuando puede omitirse sin ofender a Dios; porque una ofensa a Dios debe siempre, y tan pronto como sea posible, ser prevenida por aquel que está obligado a prevenirla.
     Esta mansedumbre debe observarse especialmente con los pobres, que, a causa de su pobreza, suelen ser tratados con dureza por los hombres. Asimismo, debe practicarse especialmente con los enfermos que padecen dolencias y, en su mayor parte, reciben poca ayuda de los demás. La mansedumbre debe observarse más especialmente en nuestro comportamiento hacia nuestros enemigos: Vence el mal con el bien. - (Rom. xii., 21). El odio debe ser vencido por el amor, y la persecución por la mansedumbre; así actuaron los Santos, y así conciliaron los afectos de sus enemigos más exasperados.

Meditación II:      

Meditación matutina:  "BIENAVENTURADOS LOS POBRES DE ESPÍRITU"

     Las máximas del mundo son totalmente opuestas a las del Evangelio. Así, los mundanos ponen su confianza en las riquezas, mientras que los santos de Dios consideran la pobreza como su mayor tesoro. No es cierto que los ricos estén perdidos, pero el mismo Redentor lo ha declarado: Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de los cielos. - (Mat. xix., 24). 

Meditación I:
     Al joven que preguntó qué debía hacer para alcanzar la perfección, Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, ve a vender lo que tienes y dáselo a los pobres. - (Mt. xix., 21). El Salvador le dijo que debía renunciar a todas sus posesiones sin una sola excepción. Porque cuando, como dice San Buenaventura, el espíritu está cargado con el peso de cualquier posesión temporal, el alma no puede elevarse a la unión con Dios. "Cargado con el peso de las cosas temporales, el espíritu no puede ascender a Dios". "El amor de los objetos terrenales", según San Agustín, "es la brea de las alas espirituales", que impide el vuelo del alma hacia Dios. Y de nuevo el santo Doctor dice: "Por la gran ala de la pobreza el cristiano vuela rápidamente al Cielo." De ahí que San Lorenzo Justiniano exclamara: "Oh bendita pobreza voluntaria, sin poseer nada, sin temer nada, siempre alegre, siempre abundante, porque convierte en ventaja todo inconveniente."
     Fue para nuestra edificación e instrucción que Jesucristo quiso vivir en continua pobreza en la tierra. De ahí que Santa María Magdalena de Pazzi llamara a la pobreza la esposa de Jesús. "La pobreza", dice San Bernardo, "no se encontraba en el Cielo - abundaba en la tierra; pero el hombre no conocía su valor: por eso el Hijo de Dios, anhelándola, bajó del Cielo para elegirla para Sí, y hacerla preciosa para nosotros."  Ser ricodice San Pablo, se hizo pobre por vosotros, para que con su pobreza fueseis ricos. - (2 Cor. viii., 9). Nuestro Redentor era el Señor de todas las riquezas del cielo y de la tierra, pero quiso ser miserablemente pobre en esta vida para enriquecernos y excitarnos con su ejemplo al amor de la pobreza que, apartando nuestros afectos de los bienes temporales, nos procura las riquezas eternas. Quiso ser pobre durante toda su vida. Pobre en su nacimiento: no nació en un palacio, sino en un frío establo, con un pesebre como cuna y paja como lecho. Pobre en Su vida y pobre en todas las cosas, habitó en una miserable cabaña que contenía una sola habitación que servía para todos los propósitos de la vida. Pobre en sus vestidos y en su comida. San Juan Crisóstomo dice que el Redentor y sus discípulos no comían más que pan de cebada; y esto puede inferirse del Evangelio (Juan vi., 9). Pobre, en fin, en Su muerte: sin dejar nada tras de Sí excepto Sus miserables vestiduras; y éstas, incluso antes de Su muerte, fueron repartidas entre los soldados. Así, para su mortaja y sepulcro dependió de la generosidad de los caritativos.
     Oh Jesús mío, en Ti encuentro todas las cosas; fuera de Ti nada deseo. Ah, atráeme enteramente a Ti; enciende en mi corazón sólo Tu santo amor, por el cual deseo ser enteramente consumido. Líbrame, Señor, de todos los afectos que me separan de Ti.

Meditación II:
     


Lectura espiritual:  ¡VITA, DULCEDO! ¡SALVE, VIDA NUESTRA, DULZURA NUESTRA!

XXIII. MARÍA ES NUESTRA VIDA PORQUE NOS OBTIENE LA PERSEVERANCIA

     Nosotros, dice Santo Tomás de Villanueva, cuando somos tentados por el demonio no tenemos más que imitar a los pollitos que, en cuanto perciben que se acerca un ave de rapiña, corren a protegerse bajo las alas de su madre. Esto es exactamente lo que debemos hacer cada vez que nos asalte la tentación: no quedarnos a razonar con ella, sino volar inmediatamente y ponernos bajo el manto de María. Citaré, sin embargo, las propias palabras del Santo dirigidas a María: "Como los pollos, cuando ven volar una cometa, corren y se refugian bajo las alas de la gallina, así nosotros nos preservamos bajo la sombra de tus alas". "Y tú -continúa-, que eres nuestra Señora y Madre, has de defendernos; pues, después de Dios, no tenemos otro refugio que Tú, que eres nuestra única esperanza y nuestra protectora; hacia Ti dirigimos todos nuestros ojos con confianza."
     Concluyamos, pues, con las palabras de San Bernardo: "Oh hombre, quienquiera que seas, comprende que en este mundo eres zarandeado por un mar tempestuoso y tempestuoso, en lugar de caminar sobre tierra firme; recuerda que si quieres evitar ahogarte no debes apartar nunca los ojos del brillo de esta estrella, sino mantenerlos fijos en ella e invocar a María. En los peligros, en las estrecheces, en las dudas, piensa en María, invoca a María". Sí, en los peligros de pecar, cuando te molesten las tentaciones, cuando dudes de cómo debes actuar, recuerda que María puede ayudarte e invócala, y ella te socorrerá al instante. "Que su nombre no se aparte de tus labios, que esté siempre en tu corazón". Vuestros corazones nunca deben perder la confianza en su santo nombre ni vuestros labios dejar de invocarlo. "Siguiéndola no te extraviarás". Oh, no; si seguimos a María nunca nos desviaremos de los caminos de la salvación. "Implorándola, no desesperarás". Cada vez que invoquemos su ayuda nos inspirará una confianza perfecta. "Si ella te sostiene, no puedes caer; si ella te protege, no tienes nada que temer, pues no puedes perderte; con ella por guía no te cansarás, pues tu salvación se realizará con facilidad. Si ella te es propicia llegarás a puerto". Si María asume nuestra defensa, estamos seguros de alcanzar el Reino de los Cielos.  Hazlo y vivirás. - (Lucas x., 28).


Meditación vespertina:  LA PRÁCTICA DEL AMOR DE JESUCRISTO 

XXIX. "LA CARIDAD ES BENIGNA". - EL QUE AMA A JESUCRISTO AMA LA MANSEDUMBRE

Meditación I:
     Y más aún, el superior debe ser amable incluso en la corrección de las faltas. Una cosa es corregir con firmezay otro con aspereza. A veces es necesario corregir con firmeza, cuando la falta es grave, y especialmente si se repite después de que el sujeto ya ha sido amonestado por ella; pero estemos siempre en guardia contra la corrección dura y airada; el que corrige con ira hace más mal que bien. Este es el celo amargo reprobado por Santiago. Algunos se jactan de mantener a su familia en orden por medio de la severidad, y dicen que es el único método exitoso de tratamiento; pero Santiago no habla así: Pero si tienes celo amargo. . . no te gloríes. - (Santiago iii., 14). Si en alguna rara ocasión es necesario decir una palabra dura para que el ofensor se dé cuenta de su falta, al final debemos dejarle invariablemente con un semblante amable y una palabra de bondad. Las heridas deben ser curadas al estilo del buen samaritano del Evangelio, con vino y aceite. "Pero así como el aceite", dijo San Francisco de Sales, "siempre nada en la superficie de todos los otros líquidos, así la mansedumbre debe prevalecer sobre todas nuestras acciones". Y cuando ocurre que la persona bajo corrección está agitada, entonces la reprensión debe ser diferida hasta que su ira se haya calmado, o de lo contrario sólo aumentaremos su indignación. El canónigo regular San Juan dijo: "Cuando la casa está ardiendo, no hay que echar leña a las llamas".

Meditación II:      

Meditación matutina:  "BIENAVENTURADOS LOS POBRES DE ESPÍRITU"

      Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.  ¡Oh feliz comercio! Renunciamos a los bienes de esta tierra, que no son más que fango, y recibimos a cambio las gracias de Dios y recompensas eternas más preciosas que el oro más puro.

Meditación I:
     De las Sagradas Escrituras aprendemos que la recompensa de la pobreza es muy segura y grande sin medida. Es muy cierta, porque Jesucristo ha dicho: Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. - (Mt. v., 3). A las otras Bienaventuranzas, el Cielo se les promete sólo como una recompensa futura.  Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra. - (Mateo v., 4).  Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. - (Mateo v., 8). Pero a los pobre de espíritu El reino de Dios se promete como recompensa presente: porque de ellos es el reino de los cielos. Porque, a los que son verdaderamente pobres de espíritu, el Señor les da ayudas muy grandes, incluso en esta vida. De ahí que Cornelius à Lapide diga que, puesto que, por decreto de Dios, el reino de los cielos pertenece a los pobres, éstos tienen pleno derecho a él. La recompensa de la pobreza es muy segura, y grande más allá de toda concepción. "Cuanto menos tengamos aquí", dice Santa Teresa, "tanto más gozaremos en el reino de Dios, en el cual la mansión de cada uno es proporcionada al amor con que habremos imitado la vida de Jesucristo." "¡Oh feliz comercio!", exclama San Pedro Damián, "en el que se regala barro y se recibe oro." ¡Oh feliz comercio! Renunciamos a los bienes de la tierra, que no son más que fango, y recibimos a cambio las gracias de Dios y recompensas eternas más preciosas que el oro más puro.
     Oh Jesús mío, si hasta ahora mi corazón ha estado apegado a los bienes de este mundo, Tú serás en adelante mi único Tesoro. Oh Dios de mi alma, Tú eres un Bien infinitamente mayor que cualquier otro bien, y mereces un amor infinito. Te estimo y te amo, por tanto, sobre todas las cosas, e incluso más que a mí mismo. Tú eres el único objeto de mi afecto. No deseo nada en este mundo. Si tuviera mi deseo, sería poseer todos los tesoros y reinos de este mundo con el fin de renunciar a todos ellos y privarme de ellos por amor a Ti. Ven, oh Amor mío, ven y consume en mí todo afecto que no sea por Ti.

Meditación II:
     


Lectura espiritual:  ¡VITA, DULCEDO! ¡SALVE, VIDA NUESTRA, DULZURA NUESTRA!

XXIV. MARÍA ES NUESTRA DULZURA; HACE DULCE LA MUERTE A SUS CLIENTES

     El que es amigo ama en todo tiempo; y al hermano se le prueba en la angustia - (Prov. xvii., 17), dice el Libro de los Proverbios. Nunca podemos conocer a nuestros amigos en tiempo de prosperidad; sólo en tiempo de adversidad los vemos en sus verdaderos colores. Las gentes del mundo nunca abandonan a un amigo mientras se encuentra en la prosperidad; pero si le sobrevienen desgracias, y más aún si está a punto de morir, le abandonan inmediatamente. María no actúa así con sus clientes. En sus aflicciones, y más particularmente en los dolores de la muerte, los mayores que se pueden soportar en este mundo, esta buena Señora y Madre no sólo no abandona a sus fieles servidores, sino que, así como durante nuestro destierro es nuestra vida, también en nuestra última hora es nuestra dulzura, al procurarnos una muerte tranquila y feliz. Porque desde el día en que María tuvo el privilegio y el dolor de estar presente en la muerte de Jesús, su Hijo, que era la Cabeza de todos los predestinados, se convirtió también en su privilegio asistir a sus muertes. Y por esta razón la santa Iglesia nos enseña a rogar a esta Santísima Virgen que nos asista, especialmente en el momento de la muerte: Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.
     ¡Oh, qué grandes son los sufrimientos de los moribundos! Sufren por remordimientos de conciencia a causa de los pecados pasados, por el temor del juicio que se acerca y por la incertidumbre de su salvación eterna. Entonces es cuando el infierno se arma y no escatima esfuerzos para ganar el alma que está a punto de entrar en la eternidad; porque sabe que sólo le queda poco tiempo para ganarla, y que, si entonces la pierde, la pierde para siempre.  El diablo ha descendido a vosotros, con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo. - (Apoc. xii., 12). Y por esta razón el enemigo de nuestra salvación, cuyo cargo era tentar al alma durante la vida, no elige en la muerte estar solo, sino que llama a otros en su ayuda, según el profeta Isaías: Sus casas se llenarán de serpientes. - (Is. xiii., 21). Y así es, porque cuando una persona está a punto de morir, todo el lugar en el que se encuentra se llena de demonios que se unen para hacerle perder su alma.
     Se cuenta de San Andrés Avellino que diez mil demonios vinieron a tentarlo a su muerte. El conflicto que tuvo en su agonía con los poderes del infierno fue tan terrible que todos los buenos religiosos que lo asistieron temblaron. Vieron el rostro del Santo tan hinchado por la agitación que se ennegreció por completo, todos sus miembros temblaban y se contorsionaban; sus ojos derramaban un torrente de lágrimas; su cabeza temblaba violentamente; todo daba testimonio del terrible asalto que estaba soportando por parte de sus enemigos infernales. Todos lloraron de compasión y redoblaron sus oraciones, a la vez que temblaban de miedo al ver morir así a un Santo. Sin embargo, se consolaron al ver que a menudo, como buscando ayuda, el Santo volvía los ojos hacia una devota imagen de María, pues recordaban que en vida había dicho a menudo que en la muerte María sería su refugio. Por fin, Dios quiso poner fin a la contienda concediéndole una gloriosa victoria, pues las contorsiones de su cuerpo cesaron, su rostro recobró su tamaño y color originales, y el Santo, con los ojos tranquilamente fijos en la imagen, hizo una devota inclinación a María (que se cree que entonces se le apareció) como dándole las gracias, y con una sonrisa celestial en el semblante exhaló tranquilamente su bendita alma en los brazos de María. En el mismo momento, una monja capuchina, que estaba agonizando, dirigiéndose a las monjas que la rodeaban, dijo: "Rezad un Ave María, porque acaba de expirar una Santa".
     ¡Ah, qué pronto huyen los espíritus rebeldes de la presencia de esta Reina! Si en la hora de la muerte sólo contamos con la protección de María, ¿qué hemos de temer de todos nuestros enemigos infernales? David, temiendo los horrores de la muerte, se animaba confiando en la muerte del Redentor venidero y en la intercesión de la Virgen Madre.  Porque aunquedice, He de caminar en medio de sombra de muerte, . . . tu vara y tu cayado me han consolado.. - (Sal. xxii., 4). El Cardenal Hugo, explicando estas palabras del Profeta real, dice que el bastón significa la Cruz, y la vara es la intercesión de María; porque ella es la vara predicha por el Profeta Isaías: Y saldrá una vara de la raíz de Isaí, y una flor se levantará de su raíz. - (Is. xi., 1). "Esta Divina Madre", dice San Pedro Damián, "es esa poderosa vara con la que se vence la violencia de los enemigos infernales". Y por eso nos anima San Antonino, diciendo: "Si María está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros?".


Meditación vespertina:  LA PRÁCTICA DEL AMOR DE JESUCRISTO 

XXX. "LA CARIDAD ES BENIGNA". - EL QUE AMA A JESUCRISTO AMA LA MANSEDUMBRE

Meditación I:
     ¡Oh, cuánto más se gana con la mansedumbre que con la dureza! San Francisco de Sales dijo que no hay nada más amargo que la almendra amarga, pero que si se hace confitura se vuelve dulce y agradable: así las correcciones, aunque por su naturaleza son muy desagradables, se hacen agradables por el amor y la mansedumbre, y por eso van acompañadas de resultados más beneficiosos. San Vicente de Paúl decía de sí mismo que en el gobierno de su propia Congregación nunca había corregido a nadie con severidad, excepto en tres ocasiones, cuando suponía que había razón para hacerlo; pero que lo lamentaba siempre después porque encontraba que salía mal; mientras que él siempre había tenido un éxito admirable con la corrección suave.
     San Francisco de Sales obtenía de los demás todo lo que deseaba mediante su comportamiento manso; y por este medio conseguía ganar para Dios a los pecadores más empedernidos. Lo mismo sucedió con San Vicente de Paúl, que enseñó a sus discípulos esta máxima: "La afabilidad, el amor y la humildad tienen una maravillosa eficacia para ganar los corazones de los hombres, y para prevalecer sobre ellos a la hora de emprender las cosas más repugnantes a la naturaleza." Una vez confió a un gran pecador al cuidado de uno de sus padres para que lo llevara a sentimientos de verdadero arrepentimiento; pero el padre, a pesar de todos sus esfuerzos, encontró su labor infructuosa, por lo que suplicó al Santo que le hablara una palabra. El Santo habló con él y lo convirtió. El pecador declaró después que la singular dulzura del padre Vicente había obrado en su corazón. Por eso el Santo no soportaba que sus misioneros tratasen con severidad a los pecadores, y les decía que el espíritu infernal se aprovechaba del rigor de algunos para obrar la mayor ruina de las almas.
     La amabilidad debe observarse hacia todos en todas las ocasiones y en todo momento. San Bernardo comenta que ciertas personas son amables mientras las cosas les caen bien; pero apenas experimentan alguna oposición o contradicción, instantáneamente arden, como el mismo monte Vesubio. A éstos se les puede llamar carbones encendidos, pero ocultos bajo las cenizas. Quien quiera llegar a ser santo debe, durante esta vida, parecerse al lirio entre espinas, que, por mucho que sea pinchado por ellas, nunca deja de ser lirio; es decir, siempre es igualmente dulce y sereno. El alma que ama a Dios mantiene una imperturbable paz de corazón; y lo demuestra en su mismo semblante, siendo siempre dueña de sí misma, lo mismo en la prosperidad que en la adversidad, según los versos del Cardenal Petrucci:

"De las cosas externas ve la variada apariencia,
Mientras en lo más profundo de su alma
La imagen de Dios yace imperturbable".

     La adversidad saca a la luz el verdadero carácter de una persona. San Francisco de Sales amaba tiernamente a la Orden de la Visitación, que tanto trabajo le había costado. La vio varias veces en inminente peligro de disolución, debido a las persecuciones que sufría; pero el Santo nunca perdió su paz ni por un momento, y estaba listo, si tal era la voluntad de Dios, para verla completamente destruida; y entonces fue cuando dijo: "Desde hace algún tiempo, las oposiciones difíciles y las contrariedades secretas que me han sobrevenido me proporcionan una paz tan dulce que nada puede igualarla; y me dan tal augurio de la unión inmediata de mi alma con Dios que, en verdad, forman el único deseo de mi corazón."
     Oh Jesús mío, yo también me abandono a Ti. Te amo con todo mi corazón; Te amo más que a mí mismo. Te he ofendido en tiempos pasados; pero ahora me arrepiento amargamente de ello, y de buena gana moriría de pena. Llévame enteramente hacia Ti. Renuncio a todo consuelo sensible; sólo Te deseo a Ti, y nada más. Haz que te ame y haz de mí lo que quieras. Oh María, esperanza mía, átame a Jesús, y concédeme vivir y morir en unión con Él, para llegar un día al reino feliz, donde ya no tendré miedo de separarme jamás de su amor.

Meditación II:      

Meditación matutina:  "EN TODO SOIS ENRIQUECIDOS EN ÉL"

     Las llagas de Jesús son ahora las benditas fuentes de las que podemos extraer todas las gracias si le rezamos con fe. Sacaréis aguas con alegría de las fuentes del Salvador, y diréis en aquel día: Alabad al Señor e invocad su nombre. - (Is. xii., 3, 4). En resumen, como dice San Pablo: En todas las cosas sois enriquecidos en él . . . de modo que nada os falta en ninguna gracia. - (1 Cor. i., 5, 7).

Meditación I:
     Teniendo, pues, un gran Sumo Sacerdote que subió a los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos firme nuestra confesión. Porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino uno tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. - (Heb. iv., 14). Puesto que, dice el Apóstol, tenemos a este Salvador que nos ha abierto el Paraíso que en otro tiempo nos cerró el pecado, tengamos siempre confianza en sus méritos; porque habiendo querido por su bondad sufrir en sí mismo todas nuestras miserias, bien sabe compadecernos: Acudamos, pues, confiadamente al trono de la gracia para alcanzar misericordia y hallar gracia en el momento oportuno.. - (Heb. iv., 16). Acudamos, pues, con confianza al trono de la divina misericordia, al que tenemos acceso por medio de Jesucristo, para que encontremos allí todas las gracias que necesitamos. Y cómo dudar, añade San Pablo, sino que Dios, habiéndonos dado a su Hijo, nos ha dado juntamente con él todos sus bienes: Lo entregó por todos nosotros; ¿cómo no nos ha dado con él todas las cosas? - (Rom. viii., 32). El cardenal Hugo comenta al respecto: "Dará lo menor, es decir, la vida eterna, Quien ha dado lo mayor, es decir, Su propio Hijo". Ese Señor no nos negará lo menor, que es la vida eterna, Quien ha llegado a darnos lo mayor, que es su propio Hijo mismo.
     Oh mi principal y único Bien, ¿qué te daré, miserable como soy, a cambio de un regalo tan grande como el que me has dado de Tu Hijo? A Ti, con David, diré: El Señor pagará por mí. - (Sal. cxxxvii., 8). Señor, no tengo con qué recompensarte. Ese mismo Hijo Tuyo es el único que puede darte las gracias dignamente; que te las dé en mi lugar. Padre misericordiosísimo, por las llagas de Jesús, te ruego que me salves. Te amo, oh Bondad infinita, y porque Te amo me arrepiento de haberte ofendido. Dios mío, Dios mío, deseo ser todo Tuyo; acéptame por el amor de Jesucristo. Ah, mi dulce Creador, ¿es posible que Tú, después de haberme dado a Tu Hijo, me niegues los bienes que Te pertenecen: Tu gracia, Tu amor, Tu Paraíso?

Meditación II:
     


Lectura espiritual:  ¡VITA, DULCEDO! ¡SALVE, VIDA NUESTRA, DULZURA NUESTRA!

XXV. MARÍA ES NUESTRA DULZURA; HACE DULCE LA MUERTE A SUS CLIENTES

     Cuando el Padre Manuel Padial, de la Compañía de Jesús, estaba a punto de morir, se le apareció María, y para consolarlo le dijo: "Mira que al fin ha llegado la hora en que los Ángeles te felicitan, y exclaman: '¡Oh felices trabajos, oh mortificaciones bien recompensadas!". Y en el mismo instante se vio un ejército de demonios que huían y gritaban desesperados: No podemos hacer nada, porque lo defiende la que no tiene mancha". Del mismo modo el Padre Gaspar Haywood fue asaltado por los demonios a su muerte y muy tentado contra la Fe; se encomendó inmediatamente a la Santísima Virgen, y se le oyó exclamar: "Te doy gracias, María, porque has venido en mi ayuda."
     San Buenaventura nos dice que María envía sin demora al Príncipe de la corte celestial, San Miguel, con todos los Ángeles, para defender a sus siervos moribundos contra las tentaciones de los demonios, y para recibir las almas de todos los que, de manera especial y perseverante, se han encomendado a Ella. El Santo, dirigiéndose a la Santísima Virgen, dice: "Miguel, jefe y Príncipe del ejército celestial, con todos los espíritus ministradores, obedece tus órdenes, oh Virgen, y defiende y recibe las almas de los fieles que día y noche se han encomendado particularmente a ti, oh Señora."
     El profeta Isaías nos dice que cuando un hombre está a punto de dejar el mundo, el infierno se abre y envía sus demonios más terribles, tanto para tentar al alma antes de que abandone el cuerpo como para acusarla cuando sea presentada ante el tribunal de Jesucristo para ser juzgada. El Profeta dice: El infierno de abajo se alborotó para recibirte a tu llegada; agitó a los gigantes por ti.. - (Is. xiv., 9). Pero Ricardo de San Lorenzo observa que, cuando el alma es defendida por María, los demonios ni siquiera se atreven a acusarla, sabiendo que el Juez nunca condenó ni condenará a un alma protegida por su augusta Madre. Pregunta: "¿Quién se atrevería a acusar a quien es patrocinada por la Madre de Aquel que ha de juzgar?". María no sólo asiste a sus amados siervos en la muerte y los anima, sino que ella misma los acompaña al tribunal de Dios.


Meditación vespertina:  LA PRÁCTICA DEL AMOR DE JESUCRISTO 

XXXI. "LA CARIDAD NO ENVIDIA". - EL QUE AMA A JESÚS NO ENVIDIA A LOS GRANDES DEL MUNDO, SINO SÓLO A LOS QUE SON MAYORES AMANTES DE JESUCRISTO

Meditación I:
     San Gregorio explica esta siguiente característica de la Caridad diciendo que, como la Caridad desprecia toda grandeza terrena, nada en el mundo puede provocar su envidia. "Ella no envidia, porque como nada desea en este mundo, no puede envidiar la prosperidad terrena". Debemos distinguir dos clases de envidia, una mala y otra santa. La mala es la que envidia y repugna los bienes terrenales que poseen los demás en esta tierra. Pero la envidia santa, lejos de desear ser semejante, más bien compadece a los grandes del mundo que viven en medio de honores y placeres terrenales. Ella sólo busca y desea a Dios, y no tiene otro fin que el de amarle cuanto puede; y por eso tiene una envidia piadosa de los que le aman más que ella, pues, si fuera posible, superaría en amor a los mismos serafines.

Meditación II:      

Meditación matutina:  ¡AVE MARIA, GRATIA PLENA! ¡SALVE MARÍA, LLENA ERES DE GRACIA!

     Esta salutación angélica agrada sobremanera a la Virgen siempre bendita, pues cada vez que la escucha, parece como si se renovara en ella la alegría que experimentó cuando San Gabriel le anunció que era la Madre elegida de Dios. Por eso debemos saludarla a menudo: Ave Maria, gratia plena - ¡Ave María, llena eres de gracia!

Meditación I:
     Esta salutación angélica es muy agradable a la siempre bendita Virgen; porque, siempre que la oye, parecería como si se renovara en ella la alegría que experimentó cuando San Gabriel le anunció que era la Madre elegida de Dios; y con este objeto debemos saludarla a menudo con el "Ave María". "Saludadla frecuentemente", dice Tomás de Kempis, "con el saludo angélico; porque ella, en efecto, oye este sonido con agrado." La misma Divina Madre dijo a Santa Matilde que nadie podía saludarla de manera más agradable para ella que con el "Ave María".
     Quien saluda a María, también será saludado por ella. San Bernardo oyó una vez que la Santísima Virgen le saludaba, diciendo: ¡Ave, Bernarde! - ¡Salve, Bernardo! El saludo de María, dice San Buenaventura, será siempre alguna gracia correspondiente a las necesidades de quien la saluda: "Ella nos saluda de buena gana con la gracia si nosotros la saludamos de buena gana con un 'Ave María', ella no puede rechazar la gracia que le pedimos". La misma María prometió a Santa Gertrudis tantas gracias al morir como "Avemarías" hubiera debido decir. El Beato Alano dice que "así como todo el Cielo se regocija cuando se reza el "Ave María", así también los demonios tiemblan y emprenden la huida." Esto lo afirma Tomás à Kempis por experiencia propia; pues dice que una vez se le apareció el demonio, y al instante huyó al oír el "Ave María."
     Podemos rezar cada mañana y cada noche, al levantarnos y al acostarnos, tres "Avemarías" postrados, o al menos arrodillados; y añadir a cada "Avemaría" esta breve oración: Oh María, por tu pura e inmaculada concepción, haz que mi cuerpo sea puro y mi alma santa.  Debemos entonces, como hacía siempre San Estanislao, pedir la bendición de María como Madre nuestra; ponernos bajo el manto de su protección, suplicándole que nos guarde durante el día o la noche venideros del pecado. Para ello es aconsejable tener un hermoso cuadro o imagen de la Santísima Virgen.
     Podemos decir que el Angelus con las tres Avemarías habituales por la mañana, al mediodía y por la noche. El Papa Juan XXII fue el primero en conceder una indulgencia para esta devoción; fue en la siguiente ocasión, como relata el padre Crasset. Un criminal fue condenado a ser quemado vivo en la Vigilia de la Anunciación de la Madre de Dios; él la saludó con un "Ave María", y en medio de las llamas él, e incluso sus ropas, permanecieron ilesos. En 1724 Benedicto XIII concedió indulgencia de cien días a todos los que la rezan, e indulgencia plenaria una vez al mes a los que, durante ese tiempo, la han rezado diariamente como se ha dicho, con la condición de que se confiesen y comulguen, y recen por las intenciones acostumbradas. Antiguamente, al sonido de la campana, todos se arrodillaban para rezar el AngelusPero hoy en día hay quienes se avergüenzan de hacerlo. San Carlos Borromeo no se avergonzaba de bajar de su carruaje o de su caballo para decir el Angelus en la calle, e incluso a veces en el barro.
     ¡Oh Virgen inmaculada y santa! ¡Oh criatura humildísima y excelsa ante Dios! Eras tan humilde a tus propios ojos, pero tan grande a los ojos de tu Señor, que te exaltó hasta el punto de elegirte para Madre suya y hacerte Reina del cielo y de la tierra. Doy, pues, gracias a Dios, que tanto te exaltó, y me alegro de verte tan estrechamente unida a Él, que no puede concederse mayor don a una criatura pura. Ante ti, que eres tan humilde, aunque dotada de dones tan preciosos, me avergüenzo de aparecer, yo que soy tan orgullosa en medio de tantos pecados. Pero, miserable como soy, también yo te saludaré, ¡Salve, María, llena eres de gracia!  Tú ya estás lleno de gracia; imparte una porción de ella a mí.  El Señor está contigo. Aquel Señor que siempre estuvo contigo desde el primer momento de tu creación, ahora se ha unido más estrechamente a ti al convertirse en tu Hijo.  Bendita tú eres entre todas las mujeres. Oh Señora, bendita entre todas las mujeres, obtén también para nosotros la bendición divina.  Y bendito es el fruto de tu vientre. ¡Oh, planta bendita que has dado al mundo un fruto tan noble y santo!

Meditación II:
     


Lectura espiritual:  ¡VITA, DULCEDO! ¡SALVE, VIDA NUESTRA, DULZURA NUESTRA!

XXVI. MARÍA ES NUESTRA DULZURA; HACE DULCE LA MUERTE A SUS CLIENTES

     Como dice San Jerónimo, escribiendo a la virgen Eustoquia: "¡Qué día de alegría será para ti cuando María, la Madre de nuestro Señor, acompañada de coros y vírgenes, vaya a tu encuentro!". La Santísima Virgen se lo aseguró a Santa Brígida; pues, hablando de sus devotos clientes a punto de morir, dijo: "Entonces yo, su querida Señora y Madre, volaré hacia ellos, para que tengan consuelo y refrigerio". San Vicente Ferrer dice que la Santísima Virgen no sólo los consuela y refresca, sino que recibe las almas de los moribundos. Esta Reina amorosa las toma bajo su manto y así las presenta al Juez, su Hijo, y con toda seguridad obtiene su salvación. Esto le sucedió realmente a Carlos, el hijo de Santa Brígida, que murió en el ejército lejos de su madre. Ella temió mucho por su salvación a causa de los peligros a que están expuestos los jóvenes en la carrera militar; pero la Santísima Virgen le reveló que se salvó a causa de su amor por ella y que, en consecuencia, ella misma le había asistido en la muerte y le había sugerido los actos que debían realizarse en aquel terrible momento. Al mismo tiempo, la Santa vio a Jesús en su trono y al demonio lanzando dos acusaciones contra la Santísima Virgen: la primera, que María le había impedido tentar a Carlos en el momento de la muerte; y la segunda, que esta Santísima Virgen había presentado ella misma su alma al Juez, y así lo había salvado sin darle siquiera la oportunidad de exponer los motivos por los que la reclamaba. Ella vio entonces al Juez alejar al demonio, y el alma de Carlos llevada al Cielo.
     El Eclesiástico dice que sus bandas son una unión saludable - (Ecclus. vi., 31), y que al final encontrarás descanso en ella. - (Ecclus. vi., 29). ¡Oh, en verdad eres afortunado si al morir estás atado con las dulces cadenas del amor de la Madre de Dios! Estas cadenas son cadenas de salvación; son cadenas que asegurarán vuestra salvación eterna, y os harán gozar en la muerte de esa paz bendita que será el principio de vuestra paz y descanso eternos. El Padre Binetti, en su libro sobre la Perfección de Nuestro Bendito Señorcuenta que, habiendo asistido al lecho de muerte de un gran amante de María, le oyó, antes de expirar, pronunciar estas palabras: "Oh Padre mío, ojalá supierais la dicha que ahora disfruto por haber servido a la santísima Madre de Dios; no puedo deciros el gozo que ahora experimento". El Padre Suárez (como consecuencia de su devoción a María, que era tal que solía decir que cambiaría de buena gana todo su saber por el mérito de una sola "Ave María") murió con tanta paz y alegría que en el momento dijo: "No hubiera podido pensar que la muerte fuera tan dulce"; queriendo decir que nunca hubiera podido imaginar que fuera posible, si no lo hubiera experimentado entonces, que pudiera encontrar tanta dulzura en la muerte.
     Experimentaréis, sin duda, la misma alegría y contento en la muerte, si recordáis que habéis amado a esta buena Madre, que no puede ser otra cosa que fiel a sus hijos, los cuales han sido fieles en servirla y honrarla con sus Visitas, Rosarios y Ayunos, y más aún agradeciéndole y alabándola con frecuencia, y encomendándose a menudo a su poderosa protección. Este consuelo tampoco te será negado aunque hayas sido pecador durante algún tiempo, con tal de que, desde hoy, te esmeres en vivir bien y en servir a esta clementísima y benignísima Señora. En tus penas y en las tentaciones de desesperación que te enviará el demonio, Ella te consolará, e incluso vendrá ella misma a asistirte en tus últimos momentos. San Pedro Damián cuenta que un día su hermano Martín había ofendido gravemente a Dios. Martín se presentó ante un altar de María para consagrarse a ella como su esclavo; y para ello, y en señal de servidumbre, se puso el cinturón al cuello, y así se dirigió a ella: "Mi soberana Señora, espejo de esa pureza que yo, miserable pecador que soy, he violado, ultrajando así a mi Dios y a ti, no conozco mejor remedio para mi crimen que ofrecerme a ti como tu esclavo. Mírame, pues: a ti me consagro hoy, para ser tu siervo; acéptame, aunque rebelde, y no me rechaces." Luego dejó una suma de dinero en el escalón del altar y prometió pagar una suma igual cada año como tributo que debía como esclavo de María. Al cabo de cierto tiempo, Martín cayó peligrosamente enfermo; pero una mañana, antes de expirar, se le oyó exclamar: "¡Levantaos, levantaos, rendid homenaje a mi Reina!", y luego añadió: "¿Y de dónde viene este favor, oh Reina del Cielo, para que te dignes visitar a tu pobre siervo? Bendíceme, oh Señora, y no permitas que me pierda después de haberme honrado con tu presencia". En este momento entró su hermano Pedro y a él le relató la visita de María, y añadió que ella le había bendecido, pero al mismo tiempo se quejó de que los presentes hubieran permanecido sentados en presencia de esta gran Reina: y poco después expiró dulcemente en nuestro Señor.


Meditación vespertina:  LA PRÁCTICA DEL AMOR DE JESUCRISTO 

XXXII. "LA CARIDAD NO ENVIDIA". - EL QUE AMA A JESÚS NO ENVIDIA A LOS GRANDES DEL MUNDO, SINO SÓLO A LOS QUE SON MAYORES AMANTES DE JESUCRISTO

Meditación I:
     Y aquí debemos observar que no sólo debemos realizar buenas obras, sino que debemos realizarlas bien. Para que nuestras obras sean buenas y perfectas, deben hacerse con el único fin de agradar a Dios. Esta fue la admirable alabanza que se tributó a Jesucristo: Todo lo ha hecho bien. - (Marcos vii., 37). Muchas acciones pueden ser en sí mismas dignas de alabanza, pero por haber sido realizadas con algún fin que no sea la gloria de Dios, tienen poco o ningún valor a Sus ojos. Santa María Magdalena de Pazzi dijo: "Dios recompensa nuestras acciones por el peso de la pura intención". Tanto como decir que según sea pura nuestra intención, así acepta y recompensa el Señor nuestras acciones. Pero, oh Dios, ¡qué difícil es encontrar una acción hecha únicamente por Ti! Recuerdo a un santo anciano, religioso, que había trabajado mucho al servicio de Dios, y murió con fama de santidad, cómo un día, al echar una mirada retrospectiva a su vida pasada, me dijo en tono de tristeza y temor: "¡Ay de mí! Cuando considero todas las acciones de mi vida pasada, no encuentro una sola hecha enteramente para Dios". ¡Oh, este maldito amor propio que nos hace perder la mayor parte del fruto de nuestras buenas acciones! ¡Cuántos en sus más santos empleos, como predicar, oír confesiones, dar misiones, trabajan y se esfuerzan mucho, y ganan poco o nada, porque no miran sólo a Dios, sino al honor mundano, o al interés propio, o a la vanidad de aparentar, o al menos a su propia inclinación!

Meditación II: